Oriunda de Bolzana (Italia), Tamara es una gran amante de la naturaleza y las montañas desde bien pequeña, algo que a buen seguro ha heredado de su padre, Hansjörg Lunger, un popular esquiador y alpinista italiano. Esta polifacética deportista ha participado en importantes competiciones de esquí alpinismo desde 2007 (Campeonatos del Mundo y de Europa, Pierra Menta, etc.) y se convirtió en la mujer más joven (23 años) en hollar la cima del Lhotse en 2010. Este invierno formaría parte del equipo, junto a Simone Moro, Alex Txikon y Ali Sadpara, que alcanzaba la cima del Nanga Parbat, aunque Tamara tuvo que renunciar a ella a apenas 70 metros. Una decisión muy dura, pero a la vez madura e inteligente que pudo cambiar el devenir de la expedición para bien.
Te quedaste muy cerca de la cima, ¿qué pasó?
Me paré 70 metros antes de la cima porque me vino un flash a la mente: “si sigues adelante nunca volverás a casa”. Desde por la mañana, desde que salí de la tienda, no me encontraba bien, y después de unas horas empecé a vomitar. Todo lo que comí y bebí después de aquello lo vomité inmediatamente, y aunque intenté dar lo mejor de mí, mi energía se fue agotando poco a poco. Cuando regresé tenía la sensación de que el flash que tuve se hubiese convertido en realidad de no haberme dado la vuelta. Decidí vivir en vez de hacer historia y perder la vida en el mismo día.
¿Cómo te sientes al haberlo tenido tan cerca? Podrías haber sido la primera mujer en hollar un 8.000 en invierno…
Sabía que estaba muy cerca, de hecho estaba saludando a Ali con la mano mientras él estaba en la cima. Pero estoy muy contenta con lo que he aprendido y muy orgullosa de mis tres compañeros porque ellos si consiguieron llegar. Para mí, lo importante son los grandes valores que he aprendido, y el hecho de que estoy segura de que esa voz interior me salvó la vida.
¿Sientes que el Nanga Parbat también es tuyo?
En esta expedición he sentido un espíritu de equipo de una magnitud que jamás había vivido. Pero no solo entre nosotros, los alpinistas, si no también entre todo el equipo del campo base. Por supuesto, Alex y Ali arreglaron las cuerdas hasta el campo base 3 ya antes de que decidiéramos unirnos a ellos, y eso nos dio un poco de apuro, pero quisimos dar lo mejor de nosotros mismo el resto del tiempo. Ninguno se ahorró energía o esfuerzos, o intentó evitar ningún trabajo, todos trabajamos y luchamos juntos por nuestro gran sueño, la cima del Nanga Parbat.
En tu opinión, ¿qué fue lo más duro de esta experiencia?
Para mí, lo más duro fue la situación en el campo base, cuando Daniele Nardi nos volvió locos a todos. Él y Alex tuvieron muchos malentendidos, y esa situación nos afectó a todos, tuvo sus consecuencias. La armonía en el base desapareció, y yo necesito mi paz y mi libertad en las montañas, de lo contrario no puedo centrarme y conseguir mi objetivo. Cuando Nardi decidió abandonar la expedición de nuevo me sentí libre.
Y de la ascensión, ¿qué punto fue el más complejo?
Para mí el día de la cima y mi caída durante la bajada, cuando realmente pensé que iba a morir. Durante toda la noche siguiente no pude parar de temblar porque me di cuenta de que había estado muy cerca de perder la vida.
¿Cómo fue el descenso?
Intenté mantenerme concentrada. Solo para que te hagas una idea, cada 5 o 10 pasos que daba me paraba un momento a descansar. Estaba completamente agotada y necesité mucho tiempo para ir perdiendo altitud. Tuve que atravesar una grieta y cuando toqué el otro lado me torcí un tobillo y caí 200 metros abajo. Después de intentar parar y no conseguirlo, realmente pensé que me iba a romper las piernas y que ahí se acabaría mi vida y todo. Pero de repente me detuve, con la cabeza sobre nieve blanda. No había tiempo para pensar en mi tobillo ni en mi dolor de espalda, me levanté e intenté volver al camino y bajar antes de que se hiciera de noche. En esa zona llena de grietas hubiera sido imposible volver a la tienda sin caerme. Al final conseguí llegar a la tienda completamente destrozada, pero feliz de seguir con vida.
¿Es esta actividad la más dura que has hecho hasta la fecha?
Sí, creo que si. Incluso ahora, después de la expedición, aun me siento más cansada que nunca. Pero estos tres meses allí han sido para mí toda una victoria. No solo por la experiencia, si no por mi enriquecimiento personal.
¿Cómo fue la experiencia con Simone, Alex y Ali? ¿Te sentiste bien integrada entre tanto hombre?
No tuve ni un problema y me sentí siempre muy cómoda y aceptada como escaladora. Me gusta estar con hombres porque son muy fáciles. Con mujeres siempre es más complicado. Me siento como una hermana, una compañera normal y corriente de escalada, porque hago las mismas cosas que ellos hacen. Claramente no me comporto como una “nena” (risas).
Se ha hablado bastante sobre el hecho de si usasteis guantes o plantillas calefectables durante la expedición…
Si, los usé para el ataque final a cima, desde el campo cuatro hasta arriba.
¿Qué grado de ayuda suponen los guantes y plantillas calefactables?
No podría decirlo con exactitud porque hacía mucho, mucho frío, me dolían mucho los pies. La verdad es que no sabría decirte de si por el frío o por qué. Además tuve ampollas por congelaciones. Lo cierto es que no es que el uso de estos sistemas calefactables te cambien la vida. Al principio, nada más salir de la tienda es verdad que te sientes más calentito, pero luego sientes el frío igual. Con -58º y un viento gélido no puedes esperar milagros…
¿Se podría comparar al uso de oxígeno artificial o es excesiva esta comparación?
Absolutamente no, no tiene nada que ver.
¿Volverás al Nanga Parbat o algún otro ochomil en invierno?
Repetiría, pero no en Nanga Parbat. Lo que sentí fue tan intenso, que prefiero dejarlo así, como algo único.