El mundo del arte y el de la montaña habitan, en apariencia, mundos paralelos y completamente estancos, mundos en los que no se producen ni se atisban indicios de intercambio, comunicación o transferencia de contenidos. Sin embargo, esta afirmación no es del todo cierta porque hay ocasiones, pocas, en las que ambos universos entran en contacto, aunque la conexión sea puntual y no se prolongue en el tiempo. La prueba está en una entrada que publicamos hace varios meses en este mismo medio bajo el título de Cancelando montañas y en la que los seguidores de este blog están a punto de leer.
El pasado 27 de septiembre, la galería londinense Cromwell Place inauguró en uno de sus espacios una exposición que se prolongó hasta el día 8 del siguiente mes titulada James Hart Dyke Mont Blanc: The Summit Paintings integrada por cerca de 40 obras propias (bocetos, apuntes y acrílicos) y una pequeñísima muestra de las realizadas por un paisajista francés llamado Gabriel Loppé (Montpellier, 1825 – París, 1913). El nexo común entre unas y otras residía en el hecho de que tanto unas como otras estaban inspiradas por el Mont Blanc y habían sido facturadas durante o después de sendos ascensos separados por un lapso de 150 años.
La primera de estas expediciones, la capitaneada por Loppé, se llevó a cabo en agosto de 1873. La incursión contó con la participación de los británicos Leslie Stephen, Edward S. Kennedy, dos de los pioneros de esta disciplina, y el guía francés François Devouassoud, ampliamente conocido por los servicios prestados a Douglas Freshfield. El grupo partió de Chamonix con la intención de seguir la ruta trazada por Michel-Gabriel Paccard y Jacques Balmat durante el verano de 1786. Tras remontar el glaciar de Bossons, continuaron hacia el Ancien Passage y, tras superarlo y alcanzar las Rochers Rouges, siguieron camino hasta el collado de Petits Mulets y la cima que alcanzaron el 6 de agosto cuando faltaba una hora para anochecer. Inmediatamente después, Loppé desenfundó óleos y pinceles y en un santiamén facturó dos telas, una de 30 x 40 cm. titulada Sombra del Mont Blanc a la puesta del sol, y otra que lleva el nombre de Puesta de sol en el Mont Blanc. En el primero de estos óleos, el más interesante desde el punto de vista técnico, se aprecian tres planos: el más próximo al observador, contiene las figuras apenas bosquejadas de tres alpinistas en retirada; el segundo, representa una arista en la que rocas y nieve se funden; finalmente, el tercero, muestra la sombra triangular del Mont Blanc perfilada contra un fondo en el que las montañas comienzan a oscurecerse y sumirse en las sombras del atardecer. Por este y otros trabajos similares, Loppé es considerado, junto con Franz Schrader, uno de los fundadores de la escuela de pintores alpinistas establecida en 1898 en el departamento de Saboya bajo el patrocinio del Club Alpino Francés y que contó con la participación de Julien Bouvier, Robert Le Roy-Wattiaux, Joseph-Victor Communal, Charles-Henri Contencin, Jacques Fourcy o Leberecht Lortet, entre otros muchos.
A partir de estos antecedentes, James Hart (Inglaterra, 1966) tomó la decisión de reproducir los pasos de su mentor con un doble fin: capturar y “compartir una visión de la cordillera más conocida de Europa antes de que desaparezca definitivamente” y reivindicar la figura del artista galo que no solamente consagró buena parte de su vida a plasmar la majestuosidad de los Alpes, sino que, además, y según algunas fuentes, coronó hasta en 40 ocasiones el techo del continente. La presentación ante los medios del plan impulsado por este británico tuvo lugar en septiembre de 2021 y durante la misma, celebrada en el hotel Majestic de Chamonix, se dieron a conocer los porqués del nuevo proyecto y el nombre de los miembros de un grupo expedicionario capitaneado por el polémico Cristophe Profit, el guía encausado judicialmente por retirar dos anclajes metálicos instalados en la arista de Bosses. La nueva ascensión tuvo lugar menos de un año después, el 8 de julio de 2022. La llegada de Hart a la cumbre se produjo, poco más o menos, a la misma hora que la de su predecesor, cuando la temperatura rondaba los 15 grados bajo cero, y durante su estancia de dos horas, entre las 8.15 y 10 de la noche, finalizó dos pinturas acrílicas, las mismas que ahora se exhiben en la galería londinense a escasos centímetros de los dos lienzos que Loppé realizó en el mismo emplazamiento y parecidas circunstancias. Así las describe en una entrevista concedida al diario The Guardian: “Cuando alcanzamos la cima fui capaz de ocupar el mismo lugar en el que Loppé contempló la puesta de sol en 1873 y no pude evitar darme cuenta de los enormes cambios que se han producido desde entonces. Fue bastante perturbador”.
La experiencia de Hart, que goza de una dilatada carrera como pintor y ha acompañado al rey Carlos III en varias misiones diplomáticas por el mundo en calidad de artista oficial, debió de ser transformadora si hacemos caso a unas palabras en las que declara lo siguiente: “Estar en la cumbre de una montaña es el mejor lugar en el que puedo pensar para celebrar la vida y ser consciente de la naturaleza, de las maravillas de nuestro planeta (…) si contactamos con ellas, nos comprometeremos más para realizar los cambios que debemos hacer”. Esperemos que cunda su ejemplo y que sus palabras no caigan en saco roto.