Si la primera fase de la conquista del Cáucaso estuvo presidida por la exploración y el reconocimiento geográfico de esta cordillera, la segunda lo va a estar por las ascensiones y los retos deportivos. El responsable de inaugurar esta nueva fase fue, como ya indicamos en un artículo anterior, un abogado inglés llamado Douglas William Freshfield (1845 – 1934) que, en 1868, capitaneó las primeras ascensiones oficialmente reconocidas al Kazbek y a la cima este del Elbrus. La crónica de esta expedición fue editada un año después bajo el título de Travels in the Central Caucasus and Bashan.
La siguiente visita británica se produjo sólo unos años después, en 1874. El responsable de la misma fue A. W. Moore, antiguo componente del equipo de Freshfield. En esta ocasión, el grupo lo componían el propio Moore, F. C. Grove, H. Walker, F. Gardiner y un guía de Zermatt llamado Peter Knubel. El balance de esta segunda incursión no fue tan positivo y se limitó a una ascensión, la de la cumbre oeste del Elbrus, unos metros más alta que su rival. Al año siguiente, Grove publicó The frosty Caucasus, un volumen en el que describe el aspecto y las impresiones causadas por la sección más agreste y elevada de todo el Cáucaso, la que se extiende por la región de Balkaria y alrededor del glaciar y valle de Bezingi. Las emociones experimentadas por Grove son ambivalentes, en algunas ocasiones reconoce que los parajes alpinos son estéticamente superiores a los de la vertiente norte de estas montañas, pero en otras, como cuando visita Abkhasia, no puede ocultar su admiración y señalar: “al final de nuestro viaje contemplé escenas de belleza superiores a cualquiera de las que he poseído anteriormente”.
La inestabilidad derivada del estallido de la guerra ruso – turca de 1877/78 detuvo, durante unos años, el flujo de visitantes, pero en 1884, un geógrafo húngaro, Móric Déchy, retomó el testigo emprendiendo tres campañas sucesivas en el curso de las cuales no solamente logró la primera repetición del Elbrus sino que, además, realizó un reconocimiento exhaustivo de los glaciares y pasos que conducen al Ushba y a los valles de Bezingi y Mishirgi.
La penúltima década del siglo XIX marcó el inicio de una era durante la que se intensificaron las expediciones y el número de primeras ascensiones. En 1886, C. Dent y W. F. Donkin, en compañía de los guías Burgener y Andenmatten, alcanzaron la cumbre del Gestola y realizaron un asalto infructuoso al Dykh Tau. Un año después, en 1887, Déchy se unió a Freshfield, J. Desailloud y los hermanos Devouassoud y juntos coronaron el Tetnuld. Sin embargo, la apoteosis de este período, de esta especie de edad de oro, se produjo en 1888 cuando tres grupos británicos se lanzaron a la conquista de los principales picos del grupo central. Mientras Mummery y Zurfluh lograron el Dykh Tau por la arista suroeste, Holder, Woolley, Cockin, Almer y Roth repitieron la misma gesta siguiendo una ruta alternativa por la arista norte. Este éxito inicial fue seguido por las ascensiones del Katuin Tau, Salynan Bashi, Jangi Tau, cima norte del Ushba y Shkhara, el techo de Georgia. Por su parte, Dent, Donkin, Fox, Streich y Fischer, incapaces de vencer al Laila y al Ushba, dirigieron sus pasos hacia el Donguz Orun y después de hollarlo, encaminaron sus pasos al Koshtan Tau en donde se evaporaron sin dejar rastro.
La desaparición de estos cuatro expedicionarios (Dent, al sentirse indispuesto, había regresado a Inglaterra) no pasó desapercibida y desató toda suerte de especulaciones. Inicialmente, se sospechó que, tras ser víctimas de un asalto, habían sido asesinados. A falta de pruebas o informaciones fidedignas que lo demostraran, se decidió organizar una gran operación de rescate para el año siguiente. La iniciativa, capitaneada por Dent, también contó con la presencia de Freshfield, Woolley, Powell y los guías Jossi, Kaufmann, Maurer y un hermano de Fischer. Después de reconocer el terreno y descubrir el lugar en el que habían vivaqueado a finales de agosto de 1888, llegaron a la conclusión de que habían perecido al ser arrastrados por un alud o al precipitarse por la arista que estaban intentando ascender. Esta información fue muy bien recibida por los balkares, la población local, porque les eximía de las sospechas que las autoridades rusas habían hecho recaer sobre ellos. Los componentes de este grupo de rescate no desaprovecharon la ocasión de cosechar nuevos éxitos. Mientras Woolley triunfaba en el Mishirgi, Ailama y Koshtan Tau; Freshfield y Powell coronaban el Laila o Lahili.
1889 también fue el año en el que el fotógrafo italiano Vittorio Sella y su hermano Erminio visitaron el Cáucaso por primera vez. Los paisajes y gentes que conoció y captó con sus pesadas cámaras le gustaron tanto que decidió repetir la experiencia en 1890 y 1896. Sus imágenes, que pueden ser contempladas en la página https://www.andrewsmithgallery.com, nos hablan de un mundo desparecido en el que los glaciares rebosaban de hielo y los habitantes de Digor, Bezingi, Chegem, Mestia, Ghebi, Ushguli, Adishi o Zeskho vivían apartados de todo y de todos, ajenos a los estrambóticos personajes que, cada verano, se acercaban a sus aldeas en demanda de información, alimentos, hombres y animales con los que transportar objetos que jamás habían contemplado y cuyo uso desconocían.