Alpinismo: (alpinista, estilo alpino) es la opción mínima para enfrentarse a un obstáculo-problema de la naturaleza, por regla general una montaña, y resolverlo por uno mismo siendo responsable del resultado. Es decir pasar hambre, sueño y miedo y sobrevivir. Lo demás no es alpinismo si no las excusas que se ponen a nuestra propia incapacidad. En el mundo anglosajón se usa más el término technical mountaineering.
Estamos al pie de la cara sur del Lhotse y la discusión versa sobre la posibilidad de dejar una carga de gas en la vía normal de la montaña, suponiendo que aclimatemos en ella, y de si ese acto nos puede alterar la posibilidad de nuestro intento para escalar la cara sur en estilo alpino sea o no un acto de alpinismo.
Por regla general quien es alpinista usa el término ‘alpinismo’ con moderación, casi con parquedad; o no lo usa ni se plantea qué nombre ponerle a lo que hace. Y quien no lo es, o quien no tiene ni idea de lo que dice, lo introduce en todo momento en conversaciones, entrevistas o textos. Con lo que al final lo único que logramos es la existencia de una confusión generalizada de lo que es y de lo que deja de ser alpinismo. Para mí, personalmente, se trata de hacer una actividad máxima en montaña con el mínimo despliegue de parafernalia posible, y esa diferencia de parámetros la suplimos con nuestra técnica personal y nuestra gestión del riesgo. Es el resultado de una historia de exploración y conquista, tanto de uno mismo como de la naturaleza. Quien haga el Aneto me dirá que está haciendo también alpinismo, y así es; mientras no suba en helicóptero, en moto, o coloque cuerdas fijas o campos de altura, por que estará haciendo una actividad técnica (cuerda y crampones) y estará corriendo un riesgo (consciente o inconscientemente). Más que las cosas sean o no alpinismo también es una cuestión de gradación de calidad: hay actividades hechas de mejor o peor manera. En el mundo actual lúdico, divertido y deportivo- exitoso, no interesa el sufrimiento del riesgo, sí el sufrimiento físico del machacarse que no es lo mismo. Tiene más valor lo que contamos que realmente lo que somos o seamos capaces de realizar. El alpinismo, como otros semideportes (travesías en veleros o submarinismo), pueden desaparecer o acabarse o convertirse en una sombra risible de lo que fueron, no tener lugar en el futuro tal como son o han sido, y con ello no pasará nada, pero al ser humano le gusta usar una terminología épica para lo cotidiano: la lucha diaria, el Conan de barrio y el alpinismo de paseo.
En el Gasherbrum IV tenemos toda una enorme montaña para nosotros dos solos, estamos felices y aterrorizados. El oficial de enlace y el cocinero alguna que otra vez, cuando se aburren de estar en el campo base, toman el camino hacia Concordia para ver caras nuevas y tener alguien más con quien poder hablar o jugar a las cartas. Nosotros nos vamos a aclimatar a la ruta americana de la montaña con el mínimo peso posible, solo se trata de adaptarse a la altura acampando delante de la inmensidad de montañas desconocidas del Karakorum, pasar unos días en la ruta hasta llegar a una altura alrededor de los siete mil metros. Como solo llevamos una cuerda, al bajar recogemos restos de cuerdas fijas dejadas por anteriores expediciones para, empalmándolos, poder tener más longitud de cuerda y hacer los rápeles más largos y así tener que destrepar menos trozos de pendiente.
En la cara oeste de esta mole, a la derecha del itinerario de Kurtyka, intentamos abrir una nueva ruta. Después de dos días de escalada en la pared, y luego de pasar dos noches a siete mil doscientos metros envueltos en la ventisca de la tormenta, con la tienda montada en una incómoda e inclinada repisa que nos escupe hacia el vacío, esperamos que la tela no se rasgue por las violentas ráfagas de viento. Al final nos tenemos que bajar de la montaña, el mal tiempo nos ha obligado, en la inactividad, a comernos los pocos alimentos que llevábamos para la ascensión.
De bajada, después de rapelar parte de la pared, al pasar por el CI del GII (parece un juego de barcos), donde tenemos unos cuantos amigos camino de la cima, decidimos intentar subir a esta montaña. Pero para nosotros no cuenta como actividad puesto que es una ruta abierta hace cincuenta años donde hay huella, gente, basura, tiendas y cuerdas fijas; es una bonita excursión montañera, tal como nos la encontramos, pero para nosotros no es alpinismo, sin embargo sí lo ha sido estar perdidos en las inmensas laderas solitarias del GIV.