Esta pequeña aguja, entosta del Pisón en su base y completamente independiente de éste en su punta, ha sido objeto de pasiones y despechos entre escaladores durante su conquista y también escenario de terribles accidentes. Arrastra así mismo una leyenda negra que desarrollaré más adelante.
Al igual que le pasa a la Aguja Roja, este mallo también ha sufrido un baile de nombres a lo largo de su currículo toponímico. Parece que se le aplica un nombre según cómo le ven sus observadores; primero se le bautizó de una manera cuando no era otra cosa que un elemento más del paisaje desde el pueblo de Riglos, después se sustituyó el nombre tradicional cuando a ese mallo se le veía como objeto de conquista y más tarde tuvo un nuevo bautismo de homenaje o, más bien, de provecho para los escaladores.
Al Puro ya se le conoce como el Puro en las primeras referencias que de los mallos escribieron los escaladores que a sus paredes se acercaban, pero no era éste el nombre con el que anteriormente se conocía a esta “espina de piedra adosada al dorso del Pisón (...), cacho de piedra que tiene forma de un puro de los que fuman los hombres” como lo definió en Montañas injustas Agustín Faus. Felipe Guinda recoge en su Guía de Riglos el término “o fuso” como nombre que se le daba hasta la llegada del siglo XX y los primeros escaladores.
La imagen es evidente. La comparación de este mallo con un Puro se hace más difícil cuanto más atrás nos vayamos en el tiempo, siendo más aceptable que por similitud se le comparara con un “fuso” o huso, un elemento bastante más habitual en la vida de estos pueblos antes de que llegaran elementos de modernidad como el tren, la carretera, los mismos escaladores o... los puros. Esta similitud con un fuso viene además reforzada por la leyenda de la “Filandera” de Riglos, que construyó los mallos para refugiarse de la intemperie que sufría cuando hilaba a orillas del Gállego.
Después, el nombre de Puro viene a instalarse para terminar quedándose para siempre ¿Para siempre? Difícil es de asegurar cuando de toponimia hablamos. No es el único Puro que se escala. No muy lejos de ahí, tenemos el Puro de Vadiello, y también existe un Puro en Beceite, y en el Torreón de la Moneda de Contreras.
Tras la primera ascensión hubo una intentona infructuosa de rebautizar al Puro con el nombre de Mallo Francisco Franco. Aunque mucho se ha especulado sobre las motivaciones de la cordada para el cambio de nombre, las verdaderas intenciones de M. Bescós, Rabadá y Ángel López “Cintero” las explicó el propio Cintero en una entrevista a Desnivel:
Pregunta: “Cuando llegasteis a la cima del Puro, cantásteis el ”Cara al Sol“ y lo nombrasteis como Pico de Francisco Franco...”
Respuesta: “Eso fue cosa de Bescós. Pensó que con eso se podría sacar ”tajada“; no lo hicimos por nada más. Pero aquello no prosperó y jamás se ha vuelto a nombrar. En el pueblo teníamos un alcalde franquista y en esos tiempos las noticias volaban y te facilitaban las cosas”.
Respecto a la microtoponimia, también podríamos destacar un par de términos curiosos en este mallo o más bien en la base norte del Pisón. Por un lado, tenemos la Colilla, esa llamativa entosta a la izquierda de la entrada directa -en evidente referencia al Puro- y otra es un topónimo que también recoge la guía de Felipe Guinda: la cueva Cirila, un pequeño abrigo con restos de hogueras por donde se hace la entrada directa a la Normal del Puro.
No quiero dejar pasar la oportunidad de hacer una mención al topónimo absolutamente personal por el que conozco al Puro y al Pisón. Siendo yo muy pequeño, mis padres le echaron bastante imaginación y me enseñaron que el Pisón era la palma de una mano y el Puro era el “dedo gordo” y desde crío, siempre que miro los mallos desde Murillo no me puedo quitar la imagen de un Pisón como una mano que me prohíbe el paso más allá de estas montañas.
PRIMEROS INTENTOS, PRIMERAS MUERTES
Tras la conquista del Pisón y las puntas del Firé, todos los mallos quedan vencidos a excepción de la pequeña aguja que surge del propio Pisón y que los escaladores hacen llamar el Puro. Los años 40 son prolíficos en la consecución de las cimas, tanto de los mallos grandes como de los mallos chicos, consiguiéndose en apenas tres años todas las cimas de Riglos (realmente, todavía faltaba alguna cumbre como la del Cuchillo, que tanto juego daría en el pique de catalanes y maños tras su “conquista” en el 58).
El intento de ascensión del Puro durante este tiempo había pasado en buena lógica a un plano secundario. Su apariencia inexpugnable relegó su conquista a la última en ser, no ya realizada, sino intentada incluso y es que las posibilidades que desde el suelo parecía ofrecer esta aguja no eran demasiado alentadoras; a simple vista, la única línea medianamente definida para realizar el ataque desde el collado –la fina cara sur- estaba jalonada de panzas de diverso tamaño con un aspecto nada halagüeño. La base tampoco parecía ofrecer unas facilidades demasiado evidentes; si bien, una endrija parte desde el suelo hacia arriba en una verticalidad que parece diseñada con tiralíneas, esta fisura-diedro también se convirtió en uno de los puntos más problemáticos a superar en las primeras intentonas para conquistar el Puro.
El primer intento al Puro surgió inmediatamente después de conseguirse la cima del Pisón en 1946. Fue al año siguiente cuando la cordada oscense del Frente de Juventudes realizó el primer ataque a esta cima, finalizada con resultado trágico. El grupo formado por Cored, Martí, Esquiroz y Asín comienza a escalar por la cara exterior tratando de sortear las dificultades con travesías y pasos de hombros en una lenta progresión dadas las dificultades que presentaba para la época este itinerario.
Un error inexplicable de técnica junto con la rotura de una presa acabó con Mariano Cored contra el suelo cuando apenas habían ascendido 30 metros. Ángel Serón resumía concisamente su perplejidad ante cómo se produjo el accidente haciendo mención a la juventud del fallecido: “(…) nos enteramos de que se había matado Cored. (…) no me explico yo cómo hicieron un paso de hombros sin clavar… en fin, veinte años”. Aunque la caída no provoca la muerte instantánea del escalador oscense, poco más se puede hacer por él que trasladarlo a casa de Justo Garasa donde muere tras unas horas de agonía debido a la gravedad de las heridas. Fue el 13 de julio de 1947.
Este accidente provocó la prohibición emitida por el Gobernador de Huesca de escalar en los mallos. Una prohibición apenas considerada por los escaladores, que cada vez con más asiduidad se acercaban a Riglos a tentar estas paredes. Uno de ellos fue Victor Carilla, un joven zaragozano que en el mismo año que murió Cored había empezado a escalar consiguiendo pisar la punta Mallafré del Firé con una cuerda de 20 metros como único material de cordada, utilizando las sabinas y los pitones abandonados por los primeros ascensionistas para el aseguramiento.
Después de esta hazaña, el material del grupo se incrementa y mejora. Fabrican artesanalmente algunas clavijas y mosquetones y encargan en Casa Herranz –una tienda de aperos de labranza- una cuerda de cáñamo de 60 metros que le permitirá en las siguientes visitas a Riglos conseguir otras cimas como todas las puntas del Firé y algunos mallos pequeños como el Herrera, la Aguja Roja o el Gómez Laguna entre otros.
El siguiente reto fue intentar ascender el Puro, lo que representaba un salto enorme en la dificultad y renombre que adquiría la actividad. Desde la muerte de Cored no se había vuelto a intentar esta escalada y tras un par de aproximaciones más o menos serias por terreno inexplorado –Carilla realizaría sus intentos por la entrada directa desde la cueva Cirila- en el cuarto intento absoluto al Puro, el 7 de abril de 1950, tras haber ascendido algo más de 50 metros la calidad de la roca le traiciona y acaba con su vida haciéndole caer y seccionando su cuerda. En aquel momento, los tres escaladores formaban probablemente la cordada aragonesa más fuerte del momento: Carilla, Serón y Millán, siendo en la práctica ésa la última escalada de la mítica cordada.
ÚLTIMOS INTENTOS, PRIMERAS DISPUTAS
Tras las muertes de Cored y Carilla y al igual que sucediera en las conquistas del Firé, de la Peña Sola y del Pisón, de nuevo los catalanes se echan a los hombros el proyecto de hacer una nueva cima. Tras la retirada de Serón nadie parece que esté capacitado a enfrentarse a esta terrible vía que ya se ha cobrado dos víctimas –las dos únicas por aquellas fechas- y el respeto que se ha forjado el Puro, más que la nueva prohibición del Gobernador de Huesca, hacen que los pretendientes a la conquista de este emblemático mallo escaseen.
Sin embargo, en marzo de 1953 Jordi Panyella regresa a Riglos con intención de volver a escribir su nombre en la historia de los mallos. El doblemente vencedor del Pisón viene acompañado por otros dos Jordis, J. Ayats y J. Salas, con quienes tantea y supera con acierto las dificultades que la vía presenta, logrando culminar el diedro desde donde Carilla fue arrancado de la pared, superar la cueva del Puro y continuar por la profunda y fácil chimenea hasta llegar al collado en el que Pisón y Puro se separan definitivamente.
Desde ahí las previsiones de dificultad que se apreciaban desde el suelo se confirman y el panorama vertical no da para demasiadas alegrías. Fuera ya de las facilidades para pitonar del diedro fisurado y abundancia de presas y apoyos que la chimenea ofrecía, la cara sur del Puro resulta ser una dura arista con roca mediocre, ausencia de puntos buenos para clavar y con unas panzas que desaniman al más pintado. Ante semejantes perspectivas, y debido a la manifiesta escasez de tiempo y material para completar exitosamente el proyecto, los catalanes aparcan la conquista hasta mejor ocasión.
Pero las intenciones de un grupo de tres zaragozanos vienen a enturbiar las, hasta ese momento, excelentes relaciones entre escaladores de una y otra región de las que ya hicieron gala en la conquista de la Peña Sola de Agüero. Esta vez, Manuel Bescós, Alberto Rabadá y Ángel López “Cintero” no considerarían necesario pedir permiso a la cordada catalana y se lanzaron a conseguir la cima; llegaron hasta el collado –punto más alto conseguido por los catalanes- y una vez ahí comenzaron una lentísima escalada de apenas 40 metros que les llevó todo el día hasta la base de la tremendísima panza, última dificultad que protege la cima del mallo, que les hace agotar fuerza, tiempo y paciencia teniendo la cúspide del mallo tan cerca. Para terminar de dejar incompleto tanto esfuerzo, una violenta tormenta se desata al final de la tarde obligándoles a descender en condiciones muy precarias de seguridad –rápeles a la italiana a oscuras sobre instalaciones aleatorias con cuerdas de cáñamo mojadas, quién da más.
Llegados a este punto sería interesante realizar una sucinta comparativa entre las cordadas catalana y aragonesa en marzo de 1953. El currículum de Panyella por sí solo ya era tremendo: numerosas aperturas en macizos como Montserrat, Pedraforca, Riglos, Ordesa… más alguna que realizaría algo más tarde en otros lugares de gran renombre como el Peñón de Ifach. Por su parte, M. Bescós, Rabadá y “Cintero” habían participado en aperturas bastante poco significativas y hoy caídas absolutamente en el olvido como la cara sur del mallo Herrera (Á. López), Normal del Carilla (Á. López) y Normal del Capaz (Rabadá, M.Bescós, Á. López) y la única escalada de importancia que esta cordada realizó antes del Puro, como fue la primera repetición de la Peña Sola de Agüero, fue simultánea a la llegada al collado de los catalanes.
Puestas sobre la mesa las cartas de ambas cordadas y visto que nadie iba a dejar que la gloria recayera sobre la cordada rival, la carrera por llegar el primero al Puro había dado el disparo de salida. El siguiente día festivo iba a ser el del 18 de julio –festividad en época franquista por el día del golpe de estado contra la república- por lo que las dos cordadas realizaron la misma estrategia: llegar antes a Riglos.
LA CONQUISTA DEL PURO
Vía Normal (Cara Sur)
Catalanes y aragoneses deciden adelantar la conquista al fin de semana anterior, pero son M. Bescós, Rabadá y Cintero los que consiguen la tarde del 12 de julio llegar al pueblo. Suben a la gran cornisa donde se sitúa la segunda reunión, dejan gran parte del material, y descienden de nuevo al pueblo para dormir en casa de don Justo.
Al día siguiente, 13 de julio, los escaladores logran llegar hasta el collado del Puro donde realizan el vivac.
14 de julio de 1953. Desde el collado, por terreno ya conocido en la tentativa del mes anterior, logran llegar en 8 horas hasta la base de la última panza, desde donde tuvieron que rapelar por la tormenta de la última tentativa y donde habían dejado el clásico buzón de las escaladas de la época. Superan la panza con un paso de hombros y al final del día llegan a la cumbre. Tras 6 tentativas previas, dos muertos y 6 años de intentos y prohibiciones, el Puro ha sido finalmente conquistado.
“En la cumbre, después de dar gracias al Altísimo, se canta el Cara al Sol, y como es completamente de noche y es imposible el descenso, se prepara el vivaque, que se presenta sumamente problemático debido al pequeño espacio disponible (unos tres metros).
Teniendo ante los ojos por un lado el imponente paredón del mallo Pisón y por otro el profundo abismo, transcurren lentas las horas esperando el amanecer para emprender el descenso“
(Descripción tras la ascensión realizada por Cintero)
15 de julio 1953. Montando el primer rápel, con una escarpa y un anillo de cuerda, consiguen llegar en tres rápeles más hasta el suelo donde esperan los compañeros que han seguido desde abajo la escalada. Al cruzar el pueblo para dar gracias a la Virgen del Mallo, se cruzan con la cordada catalana que buscaba también la conquista del Puro y que tuvieron que conformarse con la primera repetición.
Se comenta de Panyella que estalló de ira al enterarse de la conquista del Puro y dirigió duros insultos a la cordada aragonesa. De ese día es archifamosa la foto tomada a las dos cordadas en las escaleras de la iglesia de Riglos.
Algo más calmado, Panyella firmaría por última vez en el libro de registro de Riglos: “Veníamos a realizar su primera, pero... ¡llegamos tarde! Sólo al saltar del tren, en el recién inaugurado apeadero de los Mallos, ya nos habían anunciado que: ¡Ya han subido! Nos fuimos a desahogarnos al Fire haciendo la travesía completa y contemplando a nuestras anchas un puro ya fumado por otros.”
‘Norte’ del Puro (Cara Norte)
Abierta por Alberto Rabadá y Ernesto Navarro el 10 de julio de 1960, sin expansivos, como preparación para el espolón Este del Firé.
Hoy en día, la Norte del Puro es una escalada menos exigente de lo que fue en su momento gracias a su actual equipamiento, lo que da un poco más de tranquilidad a los escaladores.
Aunque los puntos de seguro intermedios siguen siendo en su mayoría más bien precarios –puentes de roca y algún que otro pitón de museo-, las actuales reuniones potentes y los 4 paraboles situados estratégicamente en los pasos más complicados o expuestos ofrecen una posibilidad muy buena a los que quieren disfrutar de una preciosa escalada clásica con una dificultad obligada asequible.
Vía ‘Cintero’ al Puro (Cara Este)
El 7 de septiembre de 1975, 22 años después de que su cumbre fuera pisada por primera vez, el Puro conoce la tercera de las cuatro vías que surcan cada una de sus cuatro caras. La cordada formada por Valentín Asensio, Gonzalo Prado “Lalo” y Ambrosio García-Izquierdo logran terminar una difícil y laboriosa vía que recorre la cara interna del Puro, allá por donde se rapela desde la cima. Habían pasado 15 años -desde que Rabadá y Navarro terminaran la Norte del Puro- sin que se completara ninguna apertura en el que quizás sea el mallo más simbólico de Riglos.
Los aperturistas escalan la cara este del mallo en cinco largos, el último de ellos compartido en su parte final con la vía Normal que abrieran en su día M. Bescós, Rabadá y “Cintero”. Es precisamente a Ángel López Martínez “Cintero” -al que le sigue como una sombra la manida coletilla de “el-superviviente-de-la-mítica-cordada-que-conquistó-el-Puro”- a quien dedican la escalada y ponen su nombre a la vía, cotándola como MD (VI-, en la graduación de la época, con varios tramos de A2). Las primeras guías recomendaban llevar ferralla de precisión: pitonisas, tacos de madera para falcar los clavos de todas las medidas, chapas recuperables y fisureros para progresar por el “conglomerado de mediana calidad, muy liso y difícil de clavar”.
Tras esta apertura pasan los años y no parece que esta ascensión atraiga a muchos escaladores que, para subir al Puro, se inclinan preferentemente por la vía Normal o, en menor medida, por la vía de la cara Norte. La calidad de la roca, la precariedad de los seguros y la dificultad global de la vía no son buenas cartas de presentación para los pretendientes a este mallo. Este recorrido parece condenado a caer en el olvido, sin embargo, en 1996 dos excelentes escaladores como son Chiro Sánchez y Javier Arnaudas logran ponerle el punto rojo (entre muchas otras vías en Riglos como la Picazo y la Luis Villar al Firé, Micomicón al Pisón, la Corzán al Frechín) a la Cintero dándole una dificultad de 6a+, grado que hoy en día se ha aumentado a 6b. En palabras de Chiro:
“Todas estas ascensiones se realizaban con el respeto más absoluto por los itinerarios y sus aperturistas, con una ética muy estricta, sin instalar ningún seguro de expansión y colocando sólo protecciones móviles (puentes de roca, clavos, fisureros o friends). La idea era liberar los largos el primero de cordada, colocando las protecciones necesarias en libre, sin usar escalada artificial siempre que fuera posible”.
Tenemos que esperar a 2008, con la restauración de anclajes realizada por Toño Carasol, para que esta ruta empiece a recibir con más asiduidad a los visitantes. Algún parabolt situado estratégicamente en los pasos duros, algún pequeño retoque en el itinerario, y las reuniones a prueba de bombas logran atraer a más escaladores hoy en día que lo que lograba el vetusto y limitado equipamiento de hace unos años. Sobre la vía reequipada, Ambrosio García-Izquierdo comentó lo siguiente: “La tierra gira y gira y el destino parece que está en el mismo ritmo. No sé muy bien porqué pero últimamente parece que los mallos son mi casa, este verano (caluroso) he disfrutado repetidamente de ascensiones a mis queridos mallos. Un buen día Toño Carasol me llamó con la idea de reequipar la vía ‘Ángel López’ (seria y comprometida), con apenas media docena de repeticiones. Repetí algunas vías reequipadas por él, como la ‘Norte’ del Puro; salí como no, con un profundo sentimiento de bienestar, reconociendo lo que fue la vía y lo que es ahora. Hay que admitir el cambio. Comenté con Valentín Asensio y Gonzalo Prado la idea de maquillar la vía, a lo que no se opusieron. Confieso que más de una noche pensaba en si estábamos haciendo lo correcto, sustituir pitonisas y buriles por parabolt. El buen hacer de Toño y Manolo, que subieron la vía como nosotros la abrimos, les dio el juicio para reequiparla correctamente. Así que a 33 años 1 día (como los penados) me veo con Toño por esos lares, ¿qué va a decir un padre de sus hijos? La vía ha quedado maravillosa, una joya. Quedan recuerdos de la primera ascensión, como símbolo. Material a utilizar 10 cintas largas. Con sabor alpino”.
Ahora la Cintero se hace en 3 largos y se puede dar por terminada en la potente reunión que marca el primero de los rápeles del Puro, pudiendo llegar a la cima siguiendo cómodamente el cable. No obstante, hay que advertir a los “paraboltoinómanos” que tras la restauración, el itinerario no ha quedado -afortunadamente- como una vía deportiva; la calidad de la roca, sobre todo en el último largo, sigue siendo muy dudosa y alguno de los puentes de roca que nos vamos a encontrar son más bien precarios. Es recomendable no ir muy justo en el grado y tener algo de experiencia en la roca riglera para disfrutar de esta escalada.
Entre las recomendaciones y avisos para quien quiera realizar la vía habría que incidir en dos puntos. Las aglomeraciones habituales a la hora de subir al Puro afectan muy negativamente a la Cintero por dos motivos: el primero de ellos es que si no somos los primeros en subir al Puro, lo normal será que quién esté rapelando nos moleste en nuestra escalada, ya que la vía va por la misma línea del rápel, llegando a imposibilitar la escalada por las cuerdas en tensión de quien desciende. El segundo motivo es que, mucho o poco, es inevitable mientras escalamos terminar tirando piedras a la chimenea del Puro, siendo peligroso para quien pase por debajo subiendo o rapelando. Tenedlo en cuenta y elegid horas, días o épocas en las que no nos vayamos a encontrar mucha gente circulando por la chimenea del Puro.
Vía ‘Helios’ (Cara Oeste)
En 1980, Fernando Cobo logró culminar en 12 largos de pésima roca y escalada expuesta otra de las viejas aspiraciones de los habituales a Riglos: la vía Helios, que recorre toda la cara exterior del Puro.
“Su escalada, intentada durante más de diez años por diferentes cordadas, sólo pudo terminarse gracias al tesón de Fernando Cobo, que con P. Coronado (con el que abrió los tres primeros largos), E. Mevia (con el que abrió el 4º y 5º largos), S. Muñoz (con el que abrió 6º y 7º largos), D. Rodríguez (con el que abrió el 8º) y L.M. Fernández, alcanzó la cima el 25 de julio de 1980”. Así explica la Guía de Riglos de Montaner y Orús la historia de la apertura de esta vía; otra manera menos correcta y algo más malvada sería decir que Cobo, que contaba entonces con 18 años, se iba quedando sin acompañantes según realizaba las intentonas debido a que “a pesar de su trazado muy estético, esta vía es de roca pésima y la escalada es muy expuesta”, citando de nuevo la guía de 1984. Tal era su nivel de compromiso y exposición.
Hasta 2006 la vía no conocía ninguna repetición. Ese año, David Bautista, asegurado por Jorge Lantero, realiza la primera intentona con resultado de cima. Tras un par de caídas serias sobre los buriles originales, deciden salir en travesía hacia la Norte del Puro y alcanzar desde ahí la cima.
En septiembre de 2009 el propio aperturista Fernando Cobo decide restaurar la vía con la colaboración de D. Rivas y T. Carasol, sustituyendo los escasos buriles por parabolts, tanto en reuniones como en los largos y renovando los cordinos de los puentes de roca. También enderezan el recorrido para evitar compartir reunión con la Normal del Puro. Ocho meses después, en mayo de 2010, Toño Carasol y Armand Ballart realizan la que según ellos es la tercera ascensión. Ignoro si cuentan la de Bautista y Lantero como la segunda ascensión, a pesar de que no terminaron la vía, o hubo otra que yo desconozco.
El 3 de junio de 2012, Álvaro Lafuente (16 años) escala la vía totalmente de primero y yo tengo la suerte de poder asegurarle en la que, salvo error u omisión, es la cuarta ascensión a la vía. Álvaro me había propuesto mientras escalábamos la vía del Silencio a la Visera ir a esta vía y mi primera respuesta fue que no, ya que no me veía preparado para un proyecto de semejante envergadura. Ante su insistencia le pedí que me diera un tiempo para pensármelo y dos semanas después nos encontrábamos a pie de vía tras negociar que yo sólo haría de asegurador. Para mí, lejos del reto que supone para Álvaro, escalar esta vía, aunque lamentablemente sea de segundo, significa completar las cuatro caras del mallo después de la Normal, la Norte y la Cintero.
Vía muy difícil y comprometida, la más seria de las que yo he realizado en Riglos a pesar de que la subí toda de segundo. La mayor dificultad estriba en la calidad de la roca, en general bastante delicada. Para futuras repeticiones hay que tener en cuenta este hecho sobre todo pensando en la gente que se queda en el camino y a pie de vía observando las progresiones y no tiene en cuenta lo que, literalmente, se les puede venir encima.
Necesario ir con el grado de 6b asentadísimo por terreno sin seguros, experiencia en vías semiequipadas y falta de complejos hacia la roca riglera.
Dificultad: A1/6b. Tiempo invertido: 8 horas y 20 minutos.
Material: Aliens, cordinos y fisureros pequeños. Un estribo. Una uña podría ser útil, aunque nosotros no la cogimos. Ballart y Carasol recomiendan llevar cinco pitones variados y falcas; aunque los llevábamos. Álvaro realizó la ascensión sin utilizarlos.