“He dejado para última hora al mejor jugador de todos, que sólo tiene 17 años. Se llama Maradona, es zurdo, juega de interior izquierdo y, aunque no tiene mucha talla, es un espectáculo verlo jugar. Es valiente, rápido, tiene una técnica muy depurada, es muy hábil y de fuerte remate. Se mueve por todo el campo y la única manera de pararlo es a base de patadas”.
Así rezaba el último párrafo del informe presentado al Tenerife el 13 de julio de 1978 por su segundo entrenador, Olimpio Romero, tras su viaje por Argentina en busca de nuevos fichajes para la entidad blanquiazul. El análisis también incluía una última coletilla, “piden 80 millones de pesetas por su traspaso”, pese a lo que aconsejaba negociar.
Este capítulo poco conocido de la historia blanquiazul y que relatan Juan Galarza y Luis Padilla en su libro “El CD Tenerife en 366 historias”.
En un tiempo con mucha menos información que ahora, muy pocos clubes españoles tenían 'controlado' a Maradona, a pesar de que Menotti, seleccionador argentino, lo había incluido en una lista previa de cara al Mundial 78.
Y la 'negociación' con los conjuntos argentinos era una práctica habitual que podía abaratar el precio de los futbolistas a la mitad. Pese a todo, el fichaje, finalmente, no se llevó a cabo. Pero el impedimento fue más burocrático que económico. Meses antes, el Tenerife había bajado a Segunda División B. Pese a ello y su delicada situación económica, a finales de mayo se trasladó hasta Argentina su presidente, José López Gómez, acompañado de Olimpio Romero. El dirigente, para observar algunos partidos del Mundial 78, una cita a la que regresaba España tras doce años de ausencia.
El técnico lo hizo para “ojear a varios jugadores de cara a un posible pase a las filas blanquiazules”. El rendimiento de los uruguayos Bertinat y Hugo Fernández no había sido satisfactorio y era preciso acertar con los extranjeros, pues el objetivo era “el inmediato regreso a Segunda División”. Entonces, estando en Argentina, Romero recibió una llamada desconcertante: los dirigentes del club desconocían que en Segunda División B no se permitía la inscripción de extranjeros. Quedaba la opción de fichar a algún oriundo, como se conocía a los descendientes de españoles. Así que hizo una incursión por Uruguay que resultó improductiva. Y las dificultades económicas para afrontar el regreso a Tenerife le obligaron a permanecer en Argentina hasta avanzado el mes de julio.
Gracias a ello, tuvo tiempo de ver centenares de entrenamientos, cuatro partidos del Campeonato Metropolitano que se adjudicó Quilmes (y en el que Maradona, con 22 tantos, fue máximo goleador), muchos de las divisiones inferiores y hasta uno de la Copa Libertadores. De vuelta a casa, llevó el informe al club, en el que figuraban 18 nombres: Andreuchi, Gómez, Gáspari y Salinas, de Quilmes; Roldán y Larraqui, de Vélez; Nieto, de All Boys; Juárez, de Platense; Vidal y Tutino, de Gimnasia y Esgrima; Arrieta y Outes, de Independiente; Moraleja, de Lanús; Ruiz, Marangoni y Torres, de San Lorenzo; y Fabret y Maradona, de Argentinos Juniors. Este último se proclamaba meses después campeón mundial juvenil en Japón.
Entonces, su precio se convirtió en prohibitivo. Pero el Tenerife no lo pudo fichar por un problema burocrático. Y por no barajar la opción de contratarlo para luego cederlo a un club –de Primera o de Segunda División– en el que estuviera habilitado para jugar. Eso sí, el 'informe Romero' aconsejaba su contratación.