La invasión prematura del terreno de juego este domingo en los minutos finales del partido de fútbol entre la UD Las Palmas y el Córdoba CF cogió “desprevenido por completo” al dispositivo de la Policía Nacional y de seguridad privada diseñado por la junta de seguridad, que esperaba que el público se echara al césped al finalizar si el club canario conseguía finalmente su propósito de subir a Primera División. Lo reconoce el responsable de seguridad de la UD Las Palmas, Lino Chaparro, que culpa exclusivamente de los incidentes a las personas que se lanzaron al terreno de juego minuto y medio antes de que el árbitro pudiera dar por concluido el choque.
Nadie acierta a dar una cifra exacta del número de agentes de la Unidad de Intervención Policial (UIP) desplegados en el estadio. Porque si en los primeros minutos una fuente del club canario aseguró que eran 80, su responsable de seguridad dice desconocerlo porque no es un dato que se facilite nunca. Eso sí, Chaparro confirmó la pasada noche que a pesar de que la Subdelegación del Gobierno impuso a la UD que contara con 80 guardias de seguridad, el número se acercó a los cien. Se trata del mismo número de vigilantes que se desplegaron en el viejo Estadio Insular en el último ascenso a Primera, pero con la diferencia de que el número de espectadores era sensiblemente inferior y las condiciones del recinto mucho más controlables.
El partido no había sido declarado de alto riesgo porque nadie previó que la invasión del campo pudiera producirse antes de su finalización. “Contábamos con que la gente desoiría la petición de que no invadieran, pero habíamos previsto un dispositivo reforzado para proteger a los jugadores de los dos equipos y a los árbitros cuando todo acabara, no un minuto y medio antes”.
Desde la Policía se acusa al club de haber abierto la puerta de la grada sur antes de que acabara el encuentro. Por ella entraron muchos de los que luego aparecieron en el césped. La UD Las Palmas se defiende aduciendo que esa puerta se abre siempre diez minutos antes del término de cada encuentro para facilitar la salida de los espectadores, y en esta ocasión ese margen se redujo a cuatro minutos precisamente para evitar la entrada de más gente.
Amenazan con un palo a Valerón
Lino Chaparro quitó hierro a las duras críticas que desde otras instancias del club se hicieron este domingo al Cuerpo Nacional de Policía. Sí reconoció, no obstante, que siempre se queja de que se envían pocos agentes a este tipo de encuentros, y resaltó que en esta ocasión apreció “cierta pasividad”. En cualquier caso, el responsable de seguridad de la UD da por sentado que haría falta muchísima policía para aplacar algo así, y que “los únicos culpables de lo ocurrido son los que invadieron el campo a pesar de la petición expresa de que no lo hicieran”. No escatimó en epítetos al describir a los que ocasionaron la mayor vergüenza que se recuerda en la historia de la UD Las Palmas.
“Llevaban bebiendo desde las doce del mediodía y se lanzaron al campo cuando la grada empezó a gritar 'invasión, invasión”, relata.
“Era tal su estado, que algunos de los que estropearon el ascenso, se dirigieron a los jugadores a pedirles la camiseta”, cuenta Chaparro incrédulo. Uno de los energúmenos llegó a amenazar con un palo a Juan Carlos Valerón, que tuvo que abandonar corriendo el terreno de juego.
Nadie es capaz tampoco de ofrecer una cifra aproximada del número de personas que invadieron el terreno de juego, pero fueron varios centenares, y todas las fuentes aseguran que por esos incidentes no se produjo ninguna detención ni identificación de los alborotadores.
Otras fuentes de la directiva de la UD eran mucho más críticas que su responsable de seguridad. “Nuestra empresa de seguridad sólo complementa a la Policía”, insistían desde estos ámbitos, “y según la Ley del Deporte, es la Policía la responsable de dirigirlo todo”. Esas mismas fuentes aseguran que los agentes de la UIP sólo se desplegaron frente a la grada de tribuna, cuando la invasión fue principalmente desde la grada sur y la curva. Lino Chaparro, por su parte, insiste en que, aun así, “hubiera sido imposible aplacarlos”. “Nos habrían hecho falta 1.900 policías para repelerlos, y eso es imposible”.