“Las desgracias nunca vienen solas”. El refranero español es rico en expresiones de las que nos acordamos (como de Santa Bárbara cuando truena), cuando amenazan con cumplirse. Mediado el curso 96/97, en el CD Tenerife recordaron que las desgracias nunca vienen solas. La entidad había traspasado el verano anterior a José María Buljubasic, harto de ser suplente de Marcelo Ojeda, que en dos temporadas sólo se había perdido cinco encuentros oficiales, tres por sanción y dos por lesión. Como recambio incorporó al internacional sueco Bengt Andersson, quien aún no había debutado en partido oficial tras más de dos meses de competición y la disputa de quince encuentros oficiales.
Parecía que lo podía hacer, por fin, el 10 de noviembre de 1996 en Riazor ante el 'Superdepor', después de que Ojeda no se recuperase de una lesión inflamatoria en el tendón de Aquiles y el músculo sóleo que ya había acusado el domingo anterior frente al Celta (0-0). Sin embargo, Andersson no estaba disponible para jugar en La Coruña. ¿La razón? Estaba concentrado con su selección para jugar un partido oficial ante Escocia y no obtuvo permiso de su federación, a pesar de que iba a ser suplente en ese choque internacional. Y con gran disgusto por su parte, tampoco pudo jugar en Riazor el portero del Tenerife B, Domingo Hernández Guanche, al ser mayor de 23 años... y no tener ficha profesional.
El club consultó con la Federación Española la posibilidad de alinear a Domingo, pero no obtuvo su visto bueno... lo que esta vez provocó un cabreo colosal de Jupp Heynckes, entonces técnico blanquiazul. Así que, finalmente, aquella tarde-noche de domingo, en partido televisado para toda España a través de Canal +, la portería blanquiazul la ocupó Marino Bacallado Alfonso (Tenerife, 1974), segundo portero del filial blanquiazul, quien tampoco tenía ficha profesional, pero que al menos no había cumplido los 23 años. Y como suplente acudió Juan David, del equipo juvenil. Enfrente, dicho está, un Depor que había llegado invicto a la duodécima jornada y con la opción de colocarse líder.
Un triunfo dejaba al equipo gallego dirigido por John Toshack por delante de Barcelona y Madrid. Y lo hacía en una liga de 22 equipos que obligaba a jugar ese fin de semana en España, pese a ser una fecha reservada a las selecciones. Al Depor le faltaban varios internacionales, pero tenía a Voro, Donato, Manjarín o Martín Vázquez. Y también a Rivaldo, un fenómeno brasileño que deslumbraba en su primer curso en Europa. Mientras, en el Tenerife, ausentes asimismo Kodro y Jokanovic, su técnico apostó por: Marino; Llorente, Antonio Mata, César Gómez, Alexis Suárez; Chano, Pablo Paz, Neuville, Felipe (Dani, 76’); Pinilla (Vivar Dorado, 79’) y Juanele (Vidmar, 61’).
Jugó con esos futbolistas y con mucho miedo, con todo el equipo agrupado entorno a Marino, quien sobrevivió al acoso inicial local, hasta que, al cuarto de hora, César Gómez provocó la expulsión del franco-argelino Madar, ariete local, lo que permitió al Tenerife respirar. Eso sí, nunca se estiró y se conformó con arañar un empate que permitió a Marino acabar imbatido. Con el tiempo, Marino desarrollaría durante una década una solvente trayectoria en el Lanzarote, con casi doscientos partidos en Segunda División B. Para el recuerdo queda su imbatibilidad en el único partido que jugó como profesional. En Riazor y ante el 'Superdepor'.
(*) Capítulo del libro “El CD Tenerife en 366 historias” de Juan Galarza y Luis Padilla.