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El Tenerife pierde los puntos y el amor propio

José Miguel Galarza

Santa Cruz de Tenerife —
24 de noviembre de 2024 19:12 h

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El Tenerife perdió en Albacete más que tres puntos con otro nuevo partido que adivina su futuro cuando llegue junio: un descenso inapelable, una comunión con la afición rota y un club abocado a refundarse entre las cenizas de esta hoguera a fuego lento encendida hace dos años. Sin alma, con fallos de valor gol, el tanto de Maikel Mesa dio para un respiro engañoso de tres minutos. Todo lo demás, incluido el desbarajuste táctico de Pepe Mel, retrató la incapacidad de los blanquiazules lejos del Heliodoro, cuando no es capaz ni de lo elemental.

Entre los principios que no respetó, algunos se explican por la incapacidad de sus centrales –y del portero– para jugar con una tensión adecuada que no les haga asomar demasiado las carencias. Así la tarjeta que se comió Gayá perdiendo la espalda de Higinio, el penalti de Alves para el 1-0, el salto a la nada de Mellot para habilitar la llegada de Morci en el 2-1 y la respuesta del portero Nadal en el remate. Se vio Tomeu en una como pocas para darse la razón de la titularidad y se quedó sin argumentos.

Siendo lo anterior una explicación del cómo se gestó la victoria del Alba, cabe también hablar del contexto. En el enésimo giro de guion, Mel renunció a jugar con extremos y volvió a plantear un rombo de medios: Sergio de pivote, Aarón y Diarra a los flancos y Luismi Cruz para enlazar con Maikel, devuelto al once donde único le cabía a Mel. Detrás, esta línea de cinco cerrando, devenida innecesaria porque el problema del Tenerife no es que se arrope más o menos o que incruste a Alves entre Gayá y León. Sean cinco o cuatro, el Tenerife se vale para cuartearse con sus solos errores. De marca, de escalonamiento o de sacarla jugada a la corta de aquella manera, permitiendo que el rival te monte en tu campo una vuelta de treinta metros.

Y presidiendo esta sucesión de fallos impropios cada vez que no juega en casa, la hipotensión general del grupo, la lucha no negociada sobre la que teorizó Cervera, esa flojera de ánimo que condiciona a este equipo, más cómodo jugando asocadito que brioso, simplemente aliviado si no le meten un gol. Incapaz de atacar con el juego vertical, sin centrales que dividan ni un seis que no haga del pase de seguridad su divisa.

Resignado, como siempre, a lo que se inventara Luismi Cruz con el balón al pie o asociado con Mellot o Diarra por el flanco derecho, el Tenerife aguantó el 0-0 media horita hasta la ingenuidad de Alves, pidiendo un fuera de juego en lo que derribaba a Higinio, perdida la pugna y el sitio. El mismo Higinio firmó el primero y ahuyentó a los fantasmas del Albacete para que se asomaran los blanquiazules, incluido el golpe de Medrano a nada del descanso.

Mel vino a enredar otro poco el panorama con los cambios del descanso. Decidido a volver al 4-2-3-1, pudo, por fin, retrasar a Sergio como pareja de León para conservar al capitán y no perder peso en el medio juego. Pudo, pero no. Sacó del campo a Aarón y Gayá, metió a Alassan y Yanis y mantuvo en el banco a Enric Gallego. La apuesta por dos extremos con recorrido –Luismi y el canterano– y un delantero peleón por delante de Maikel Mesa cambió nada al Tenerife.

A mayores, la entrada de Teto por Sergio le hizo jugar de seis, una desconsideración en la que ni Ramis ni Garitano llegaron a caer con un futbolista al que aquellos tiraron como el extremo que no es y este Mel de hoy como el pivote que tampoco. En las cuatro temporadas asomado al primer equipo, Teto puede presumir de haber jugado en las cinco posiciones de la medular. Solo un birria de corazón puede sobrevivir a estos desatinos, ni un mal gesto ni una mala cara.

Alassan tardó veinte minutos en lo que le ponían una pelota para probar a Javi Rueda y Yanis corrió mucho y remató –por así decirlo– menos. El balón a la corta que le puso a Maikel para que enganchara el remate soberbio del 2-1 no esconde las carencias de este futbolista, que no mejora a Ethyan o Salifo –se mire como se mire–, ni se compadece con la ausencia de Gallego.

Con el empate y veinte minutos para redimirse, el Tenerife sufrió otro ataque de ansiedad inexplicable, diez segundos entre errores camino de la novena tragedia. Alassan quiso sacarla jugada por el medio a Diarra, que no llegó a un balón que quedó en una vuelta limpia obrada a tres toques entre Riqui y Agus Medina. Mellot saltó desnortado a tapar y por su flanco solo se apareció Morci para fusilar a Tomeu.

(2) Albacete Balompié: Lizoain, Javi Rueda (Álvaro Rodríguez, m.73), Ros (Jon García, m.85), Lalo García, Alcedo, Agus Medina, Riki, Javi Villar (Pacheco, m.35), Juanma (Morci, m.73), Higinio (Nabil, m.73) y Quiles.

(1) CD Tenerife: Tomeu Nadal, Mellot, Gayá (Yanis, m.46), León, Rubén Alves, Medrano (David Rodríguez, m.43), Aarón (Alassan, m.46), Sergio González (Teto, m.65), Maikel Mesa (Dani Fernández, m.82), Diarrá y Luismi Cruz.

Goles: 1-0, m.33: Higinio, de penalti. 1-1, m.77: Maikel Mesa. 2-1, m.80: Morci.

Árbitro: Sesma Espinosa (Comité riojano). Mostró cartulina amarilla a los locales Agus Medina (m.52) y Jon García (m.86) y al visitante Gayá (m.13).

Incidencias: encuentro correspondiente a la decimosexta jornada disputado en el Estadio Carlos Belmonte ante 9.259 espectadores.