A la heroica, tan oscuro como efectivo, el Tenerife salió sin heridas de la ida de la final por el ascenso y no concedió el gol a un Girona empeñado sin éxito en marcar. El grupo de Ramis arrancó un 0-0 en Montilivi que le planta con casi todo a favor para lograr, el próximo domingo, su quinto ascenso a Primera División. Una igualada tras la prórroga daría el éxito a los blanquiazules.
Pero una cosa es la ventaja de campo que tendrá en el Helidoro y otra, aceptar que jugando solo a no encajar –y sin chispa creativa– pueda plantear otro partido al Girona fiado a la solvencia de Soriano, la de los centrales tapando todo lo tapable, la jerarquía de Aitor Sanz en su zona o el estajanovismo de Eric Gallego, lo más parecido a un futbolista de antes que tienen los blanquiazules.
Para eso, el Tenerife tendrá que ser un equipo más reconocible que el de hoy, incapaz de aguantar el balón para romper la dinámica de su rival o de buscarse una contra con tiempo para sumar a la segunda línea. Un punto ansioso cuando tuvo la oportunidad de proponerse ante la puerta de Juan Carlos, no halló el equipo de Ramis la serenidad para asociarse. No encontró una llegada en ventaja de los laterales, ganó poquísimos duelos y cuando quiso tirarse arriba le cogió la vuelta el Girona, tan arrebatado como en el duelo liguero, simplemente incapaz de fabricarse un remate limpio.
La propuesta de Michel fue la esperada. El Girona arrancó chispado, presionó mucho y bien zona por zona y se quedó con la pelota y tres cuartos de campo, en lo que el Tenerife convenía demasiado pronto en que le era suficiente la contención. Pudo ser así en otro momento, pero con Mellot y Moore llegando medio segundo tarde y con Bermejo y Mollejo incapaces de ofrecer algo más que la pelea, a los blanquiazules les fue amaneciendo un partido indigesto, una sucesión de sobresaltos –es verdad que el único con peligro cierto una llegada de Álex Baena en el 39 que negoció bien el portero– de los que solo escapó al descanso y al final. Cumplida media ida, el Tenerife era mejor porque no había fallado en su objetivo primario.
De regreso de la pausa, los locales aflojaron un punto y unos metros las marcas y trataron de engodar al Tenerife para ver si lo mordía cogido a campo abierto. Se metió el partido en una ida y vuelta suicida para el gusto de Ramis y de cualquier tinerfeñista sensato y pudo salir dañado su equipo –al que seguían sin durarle las posesiones más de tres pases– de no ser porque siempre tuvo a Soriano como último recurso para evitar la tragedia, primero solucionando un despeje pifiado de León (m.53), luego llegando sobrado a un tiro libre a la escuadra de Aleix García (m.89) tras otra falta del Tenerife demasiado cerca de su área.
Ramis dio aire al grupo y confirmó el reparto de roles del tramo definitivo del campeonato, antes un once igual al de Gran Canaria y ahora cuatro relevos entre los que solo no repitió Sipcic (ausente con su selección, ingresó Carlos Ruiz) para que volvieran a aparecer Elady –supliendo a un Mario que sin remates no iguala el trabajo de Gallego y luce gris oscuro–, Pomares –otra vez segundo lateral por delante de Mellot– y Andrés, sin tiempo para nada que no fuera igualar la línea del Girona cuando ya optaba por la épica de la acumulación.
Con los cambios, el Tenerife trató, con éxito, de no manchar el guion en el último cuarto de hora. Justo antes, Michel ya había ordenado su plan alternativo. Como en el 0-1 de la Liga, renunció a un central, quitó a Stuani a ver si con Bustos cazaba algo potable en el área de Soriano y metió a Samu Saiz en pos de más balones por dentro o que de una aparición de Jairo por el flanco izquierda prendiera la llama. Ni con esas. El Girona buscó todas las debilidades del Tenerife, incluso su conocida tendencia a mal defender los rechaces caídos a la frontal del área, pero se topó con la precipitación, cuando no con la omnipresencia de León y Sergio, al cabo la pareja más fiable en su cobertura. Como un mes atrás, tanto quiso y nada encontró. Este Tenerife, aplicado a cumplir con su artículo 1, llega a ser antipáticamente sólido.
A ocho días vista, citado a todo o nada en el año de su Centenario fundacional, tendrá la oportunidad de hacer un guiño a la historia la compañía Ramis, repitiendo un ascenso en el Heliodoro, justo como hicieron sus mayores el 31 de mayo de 1953. Ese día, ante los fieles birrias, ganó el Tenerife al Orihuela (3-0) y se plantó por primera vez en una categoría nacional. Carlos Muñiz hacía de Ramis con un once de inmortales – Cuco; Chicho, Isidoro, Perla; Villar, Servando; Óscar, Julito, Antonio, Méndez y Paquillo– a los que valdrá la pena invocar ahora.
(0) GIRONA FC: Juan Carlos; Arnau, Santi Bueno, Bernardo, Juanpe (Jairo, m.79), Valery (Ureña, m.90+7); Iván Martín, Pol Lozano, Aleix Garcia (Artero, m.90+7); Álex Baena (Samu Sáiz, m.79); y Stuani (Nahuel Bustos, m.80).
(0) CD TENERIFE: Soriano; Moore, Sergio, José León, Mellot; Mollejo (Pomares, m.80), Aitor Sanz, Alex Corredera (Carlos Ruiz, m.80), Bermejo (Andrés, m.80); Mario González (Elady, m.61) y Enric Gallego.
ÁRBITRO: Francisco José Hernández Maeso (Comité extremeño). Amonestó a Pol Lozano (m.25) y Álex Baena (m.75) y a los visitantes Elady (m.69) y Andrés (m.90+1).
INCIDENCIAS: Partido de ida de la final por el ascenso a la Liga Santander, jugado en el estadio de Montilivi ante 11.303 espectadores, de ellos unos 300 seguidores del CD Tenerife.