La carrera española hacia el ansiado triplete comenzó con sorpresas. Antes del inicio se conocía la decisión de Del Bosque de salir sin un referencia ofensiva, incluyendo a Cesc como falso delantero arropado por el clásico escuadrón de centrocampistas que acostumbra. A posteriori, una vez iniciado el encuentro, la sorpresa la pondría una Italia totalmente desconocida, ansiosa de balón y de monopolio en la medular. La segunda sería la consecuencia de la primera.
Del Bosque, como confesase en la zona mixta tras el encuentro, reestructuró el esquema fijo de 'la roja' a sabiendas de la renovación italiana, buscando mantener la superioridad en el centro del campo y confiando en la capacidad ofensiva de los centrocampistas españoles. Lo cierto es que no le salió del todo bien la jugada. Italia apostó por la sobrepoblación en la medular y pintó de azul durante la primera parte el hábitat natural de los Iniesta, Xavi, Silva y compañía, viéndose atrapados en su propia trampa.
No hablamos de dominio absoluto, siendo España eso se aleja de lo posible. 'La Roja' disputó el liderazgo en casillero de ocasiones a la selección 'azzurra' gracias a la magia de Iniesta y el peligro incisivo de David Silva, pero ello destaparía que la decisión del seleccionador hacía aguas por otro costado. Recordando al debut en el mundial de hace dos años ante Suiza, el aparato ofensivo español se empecinaba en mover el esférico dentro del área italiana sin nadie que se aventurase a finalizar la jugada. Se echaba de menos un '9' en el planteamiento español.
Consciente de que los suyos recaían en viejos errores, el mensaje de Del Bosque durante el paso por los vestuarios se hacía evidente en el comienzo de la segunda parte. Hasta tres disparos en poco más de cinco minutos dejaron patente el cambio de rol en los atacantes españoles, haciendo de la finalización de las jugadas, aunque sin suerte, un objetivo prioritario. Empezaron así a comprender los jugadores las intenciones del seleccionador.
Justo entonces el centro del campo español cometía el error de dejar levantar la cabeza a Pirlo y este dejaba patente su maestría en el campo de las asistencias para dejar solo a Di Natale ante Casillas y poner el primero en el electrónico. Sin embargo, Silva no quiso quedarse atrás e hizo lo propio para dejar en bandeja de plata el gol del empate a Fábregas y evitar el jarro de agua fría en el debut de la actual campeona de Europa y del mundo.
El planteamiento de Del Bosque dio sus frutos tarde y no quedó otro remedio que deshacerlo. Fernando Torres sustituía al autor del gol español y España recuperaba la figura del delantero en su aparato ofensivo. A su vez, ambos equipos recuperaban sus roles naturales: Italia a la contra ante el dominio absoluto de los españoles. Todos los ingredientes para la remontada estaban sobre el tapete, pero volvió a fallar el acierto. Cuesta decidir cual de las tres ocasiones que dispuso Torres para lograr la victoria fue más clara, pero lo cierto es que el gol se le sigue atragantando al madrileño y se nos antoja difícil que no empiecen a llover las primeras críticas al '9' español.
Marchisio dejó el corazón en un puño a los españoles con un último intento de ganar el partido a lo italiano, en los últimos compases, pero volvió a aparecer uno de los que más puede presumir de haber arrancado este punto a los blanquiazules. Paco González no lo pudo explicar mejor: “Que viva otra vez el santo”. Un broche final a una actuación incontestable un Casillas que vuelve a recordarnos a todos que es el mejor portero del mundo.
No funcionó el planteamiento contra la nueva Italia y el debut no fue el esperado, aunque habría que destacar el peso del mérito italiano en tal acontecimiento. Deja atrás los escándalos y las dudas y hacen oficial su candidatura a tomar el relevo de España como campeona de Europa. Tres goles encajados en once partidos y una ofensiva con más protagonismo del que se recuerda son sus credenciales.