Pocas veces un penalti ha abierto un debate tan encendido como el que el pasado domingo ejecutó Mikel Arruabarrena y que supuso el 4-2 definitivo para el CD Tenerife frente al Eibar. Y lo curioso del caso es que en esta ocasión la polémica no viene sustentada por una equivocación arbitral
En ausencia de Ayoze, el lanzador designado por el cuerpo técnico para lanzar las penas máximas es Nino, que por cierto había ejecutado con solvencia la que propició el 2-0 al comienzo de la segunda mitad.
Sin embargo, en el minuto 89, y tras ser derribado claramente en el área Santos por el cancerbero visitante, Arruabarrena se apropió del balón con la clara intención de lanzar el penalti decretado por González González. Nino prefirió no entrar en una disputa con el delantero tolosarra y le permitió que fuera el lanzador pese a que la grada del Heliodoro se pronunció mayoritariamente a favor de que lo hiciera el almeriense.
Conviene recordar que en caso de que Nino hubiese transformado esa pena máxima habría logrado un hat trick frente al Eibar y se habría encaramado al liderato de la clasificación de goleadores de Segunda ex aequo con el sportinguista Barral.
Al término del encuentro, ambos delanteros trataban de restar trascendencia a lo sucedido, si bien de las palabras de Nino se desprendía cierto malestar. “El estaba con confianza y a mí no me gusta pelearme con nadie”, se limitó a precisar el máximo realizador del conjunto blanquiazul.
Por su parte, Arruabarrena reconocía que “la gente igual quería que marcara Nino el tercero. Era una presión para mí y la he superado” dijo antes de recordar que “le pedí permiso a Nino y él me dejó. Me viene bien marcar otro gol y no hay que darle más vueltas”.