Para consuelo de los hinchas del Club Deportivo Tenerife, hasta los más grandes descienden. Este domingo fue el turno en Argentina del Club Atlético River Plate, una de las entidades deportivas más populares y la más victoriosa del país con 33 campeonatos nacionales, que descendió a la división Primera Nacional B por primera vez en 110 años de historia.
Tan sólo equiparable en España a una eventual pérdida de categoría del Real Madrid Club de Fútbol, el insólito fracaso deportivo provocó gravísimos disturbios al final del partido en el norte de Buenos Aires con el resultado de más de 60 heridos, incluida una veintena de agentes de la Policía Federal, y múltiples destrozos materiales en los porteños barrios de Belgrano y Núñez, con cortes de avenidas, automóviles incendiados y saqueo de comercios. En un país capaz de convertir la afición futbolística en una devoción religiosa, hasta el punto de transformar a Diego Armando Maradona en D10S, el radicalismo de una minoría de aficionados organizados por grupos de barras bravas en cada club genera innumerables episodios de violencia, incluso con víctimas mortales, a lo largo del campeonato. Un fenómeno siempre preocupante para la sociedad argentina y más en esta ocasión ante su posible repercusión internacional por el desarrollo en el país de la Copa América 2011.
Incidentes ya se registraron durante el primer partido de la eliminatoria de promoción disputado en Córdoba, cuando varios fanáticos interrumpieron el choque para increpar a sus jugadores por un resultado 2-0 favorable al Club Atlético Belgrano. Obligado a vencer por dos tantos de ventaja en el encuentro de vuelta, el equipo dirigido por Juan José López, exjugador millonario que se sentó en el banquillo tras la destitución del extinerfeñista Ángel Cappa al inicio del torneo, se adelantó pronto en el marcador gracias al gol del exdelantero bético Pavone y la hinchada confió en la salvación. Sin embargo, el impreciso ataque de River chocó contra el orden táctico de Belgrano, que además empató el partido en la segunda parte, y las esperanzas se desvanecieron después de que el portero Olave detuviera un penalti a Pavone. El empate final 1-1 en el Estadio Monumental Antonio Vespucio Liberti, donde la selección nacional logró su primera Copa del Mundo en 1978, certificó el retorno, cuatro años después, del Belgrano a la Primera División y el estreno de River Plate en Nacional B, un deshonor que solo eludieron padecer hasta la fecha entre los grandes del fútbol argentino Boca Juniors e Independiente de Avellaneda.
El desconsuelo sobre el césped de Almeyda, veterano exdefensor del Inter de Milán que no jugó el partido por sanción, y las lágrimas de Carrizo, exguardameta del Real Zaragoza con fallos claves durante el campeonato, se multiplicaron en las gradas hasta transformarse en rabia y desatar la violencia tanto dentro como fuera de la cancha. No en vano, la debacle deportiva supone el trágico colofón a la decadencia institucional acumulada durante la etapa presidencial de José María Aguilar, que desde el inicio de la década pasada endeudó al club y fracturo a la hinchada con irregulares resultados futbolísticos. Tras su elección como presidente en 2009, el exjugador y exentrenador Daniel Pasarella, dos veces campeón del mundo con la selección albiceleste, no logró evitar el hundimiento lastrado por la herencia, pues el torneo argentino promedia la clasificación de los últimos campeonatos para decidir los puestos de descenso y promoción.
A partir de este domingo, el nombre de uno de los mejores clubes de toda América, dos veces campeón de la Copa Libertadores y una de la Intercontinental, para el que jugaron futbolistas históricos, como Alfredo di Stéfano y Enzo Francescoli, o actuales, desde Gonzalo Higuaín a Javier Mascherano, ya no se escribe con V de victoria, pues River Plate descendió a la B.