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Toshihiko Sato. Pionero de la cocina japonesa en España

Toshihiko Sato. (ALEJANDRO RAMOS)

Iago Otero Paz

  • Este artículo pertenece a la revista La España de los migrantes, de eldiario.es. Hazte socia ya y recibe nuestras revistas trimestrales en casa.

Toshihiko Sato nació el 1 de enero de 1942 en la Prefectura de Miyagi, al norte de Tokio. Con 25 años llegó a Canarias después de que le contaran sobre la belleza de esta tierra, el buen clima y la presencia de mucha flota japonesa. En la percepción de Sato la única referencia a las Islas era por los pájaros: pensaba que los canarios tenían que vivir en un sitio de naturaleza frondosa. Cuando llegó en barco y vio asomar los volcanes de La Isleta, sus esquemas preconcebidos se rompieron. También le llamó mucho la atención que la mayoría de las casas de Las Palmas de Gran Canaria tenían en sus azoteas bidones para almacenar agua. Corría 1967 y el agua era un bien mucho más escaso que ahora.

Abrió el Fuji, el primer restaurante de cocina japonesa en España, en el barrio de Guanarteme. “Llegué en el franquismo, la gente no podía hablar de muchas cosas y hoy en día hay libertad”, recuerda. Por aquel entonces la comida nipona era una gran desconocida y su negocio se mantuvo gracias a dos cosas: por el turismo escandinavo, que conocía estos platos y, por otro, la flota japonesa que cuando atracaba en el Puerto de La Luz daba descanso a sus cocineros, de modo que Sato cocinaba para la tripulación.

En los 80 la pujanza de la economía japonesa hizo que el resto del mundo se fijara también en su gastronomía. Sin embargo, cuando de verdad el Fuji comenzó a ser el templo de la comida japonesa de la Isla fue en 2000. A Sato le detectaron un cáncer de colon, del que se recuperó, y le dijeron que no podía seguir con ese ritmo de vida, por lo que dejó de cocinar para los barcos y se centró en su restaurante. Hoy para comer hay lista de espera. En 2007 se jubiló y traspasó el negocio a su pupilo Miguel Ángel Martínez, que trabajaba con él desde 1992. Este 2018, el restaurante fue distinguido por la Embajada japonesa en España por su labor en la difusión de la cultura gastronómica japonesa en el país.

Se casó con una española y su hijo y sus nietos nacieron en Gran Canaria. Ahora que está jubilado, dice que el tiempo pasa más rápido. Se ha apuntado a clases de español porque todavía, 51 años más tarde, no domina del todo el idioma.

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