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Toulouse-Lautrec protagoniza el estreno expositivo anual del Espacio Cultural CajaCanarias de Santa Cruz de Tenerife

La Fundación CajaCanarias ha inaugurado este miércoles, 8 de febrero, la exposición Toulouse-Lautrec. Mujer y belle époque en su Espacio Cultural de Santa Cruz de Tenerife (Plaza del Patriotismo, 1). El montaje, que podrá visitarse hasta el próximo 15 de julio, presenta el universo creativo del genio francés a través de cuatro ámbitos expositivos y más de un centenar de obras gráficas originales.

El horario de visitas se establece de lunes a viernes (10:00-13:30 y 17:30-20:00), así como los sábados (10:00-13:30), y toda la información se encuentra ya disponible a través de www.cajacanarias.com.

El acto de inauguración, celebrado esta mañana, ha sido protagonizado por Rosa María Perales, comisaria de la muestra y profesora titular de Historia del Arte en la Universidad de Extremadura; y la presidenta de la Fundación CajaCanarias, Margarita Ramos, que destacó como el conjunto de obra gráfica que hoy presentamos da buena cuenta de la maestría, sensibilidad e intereses temáticos que cultivó Toulouse-Lautrec, en especial, el universo femenino y la noche parisina, dos elementos centrales en su trayectoria creativa. Estamos convencidos que inaugurar el calendario expositivo anual de nuestro Espacio Cultural de Santa Cruz con esta propuesta va a resultar un éxito de convocatoria entre el público.

Toulouse-Lautrec. Mujer y Belle Époque se encuentra dividida en cuatro secciones (lo urbano, la ilustración, el circo y la vida nocturna), que plantean otras tantas versiones de los múltiples rostros del autor galo, cuya actitud vital le lleva a un camino artístico. De la misma manera que ensalza lo ridículo, su arte eleva la decadencia de una clase social y la perversión del entretenimiento en el barrio de Montmartre, motivos principales de su obra. De ahí que su trabajo sea casi autobiográfico y con frecuencia sus creaciones sean una descripción exacta de los lugares a los que fue y de las personas a las que conoció.

Los espacios que trabajaba, le Chat Noir y le Moulin de la Galette, como el lujoso y emblemático Moulin Rouge (1889), eran algo más que un lugar de espectáculo y cabaré, pues ofrecían extraños shows paralelos con payasos, bailarinas de cancán y adivinos que hacían las delicias de los parisinos. El mundo de los comediantes y bailarines fue su refugio personal, frente a la incomprensión de su propio estatus nobiliario. Entre estas gentes tuvo grandes amigas, como la bailarina Jane Avril, a la cual dedicó varios cuadros y carteles; también llegó a obsesionarse con ellas, como en el caso de la cantante y bailarina Marcel Lender, y representó a bailarines reconocidos, caso de Valentín le Désossé, comerciante de vinos durante el día y bailarín por las noches, además de payasos y otros personajes de las fiestas y espectáculos de los suburbios.

Su vida difícil no le impidió crear una estética inconfundible que fue producto de un proceso de asimilación y decantación de principios estéticosDesde sus inicios, su lápiz negro tuvo poder para describir y mejorar la energía del movimiento y transmitir la sensación de color y la textura. La técnica era clara antes de que entrara a trabajar en los talleres de los grandes maestros de París. De este modo, su obra se mueve entre los intentos de ruptura, la influencia del Art Nouveau y la vinculación con los artistas coetáneos como Degás y los postimpresionistas. También se inspira en la fotografía y en la estampa japonesa. De la fotografía adquiere, además de composiciones y temas, las perspectivas complicadas, los planos en fuga y los puntos de vista imposibles, adelantándose a la técnica del cinematógrafo.