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111 años como valedor de Gran Canaria

18 de marzo de 2024 12:10 h

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El pasado viernes celebramos el acto institucional de Honores y Distinciones del Cabildo de Gran Canaria en el Auditorio Alfredo Kraus, a escasos metros de donde se alza la escultura en bronce que lo homenajea. En ella, el tenor proyecta su mirada y su voz eterna hacia la inmensidad del océano, siempre con los pies firmemente anclados a la tierra que le vio nacer. Lo hace con una mezcla de arrojo, pasión, convicción y generosidad en la entrega de su talento innato.

La fuerza de esta estampa de aplomo frente al vértigo nos evoca a la sociedad de Gran Canaria, que posee una expresión también propia, en diálogo permanente con su singular realidad atlántica, aislada y lejana. Con estos elementos, y con la misma maestría que demostró el escultor Víctor Ochoa al inmortalizar a Alfredo Kraus, nuestra realidad insular cinceló una obra única, con manifestaciones culturales y naturales sin igual.

Esta travesía atlántica en la que seguimos embarcados y embarcadas atravesó tormentas temibles y sorteó bajíos y arrecifes traicioneros. Además, nuestra nave común ha permanecido a la deriva en los mares del olvido en demasiadas ocasiones. Por fortuna, la isla siempre ha contado con el viento a favor de sucesivas generaciones que han salvaguardado nuestras aspiraciones e ilusiones y que, con su ejemplo, han marcado claramente la ruta a seguir.

No es casualidad que dirijamos el foco hacia la gente de esta tierra. La pluralidad, el empuje y las esperanzas de esta sociedad isleña continúan siendo los destellos que guían la acción del Cabildo de Gran Canaria. La institución insular emergió, de hecho, de las profundidades e inquietudes de un territorio que demandaba contar con una estructura administrativa y política a la altura de los retos, los derechos legítimos y la dignidad de la isla y sus habitantes. La carta de navegación sigue siendo la misma para quienes actualmente ostentamos el honor y la responsabilidad de representar a este Gobierno de Gran Canaria. 

Este acto institucional que celebramos anualmente, sirve para remarcar la importancia del papel de los hombres y mujeres de Gran Canaria. Valores como los demostrados por las personas y entidades que honramos con los Honores y Distinciones del Cabildo de Gran Canaria, que han sido y son un espejo para el conjunto de la sociedad y, desde luego, para el ejercicio de la acción pública por parte del Gobierno de la isla.

Pero en esta época, más que de vientos, podríamos hablar de tempestades que hacen temblar e incluso amenazan con derrumbar pilares sobre los que se ha sostenido nuestro modelo de vida, así como escenarios que dábamos casi por inmutables e incuestionables.

Desde esta encrucijada, rodeada de barrancos, pero desde la que se divisan también nuevos horizontes, contemplamos el vasto paisaje de la historia insular y comprobamos que Gran Canaria ha sido y es una isla de resistencia. No lo podemos olvidar, sobre todo porque esta patria isleña, como asentó el poeta Nicolás Estévanez, es espíritu y es memoria.

Siempre imaginamos a las islas con un faro en sus costas. En el año del 50 aniversario del adiós de uno de nuestros grandes poetas modernistas, Saulo Torón, viene a nuestro encuentro su poema El faro de La Isleta, definido por el autor como “un clarividente milagroso / que señala la ruta / del buen abrigo y el feliz reposo / al inquieto marino / que en el puente sondea el pavoroso / misterio de las sombras / luchando con el mar tempestuoso…”. Estos versos parecen desentrañar el designio de la labor pública, sobre todo cuando arrecian las dificultades. 

Porque no debemos perder de vista que algunos de los rompientes que tuvimos que sortear en el pasado siguen estando ahí, interponiéndose de cuando en cuando en nuestro rumbo, como ocurre con la lucha permanente para garantizar aquello que nos corresponde en relación al REF, la gestión de la inmigración, las aguas territoriales, el nivel de inversiones o nuestra movilidad, entre otros aspectos que evidencian que, en determinados ámbitos, ni se nos ve, ni se nos comprende. 

Con todo ello, resulta evidente que este Cabildo es heredero de la demostrada resiliencia y del clamor en la defensa de sus derechos por parte nuestra sociedad. Y hoy en día está más capacitado que nunca y dispone de un plan claro para ser la herramienta que necesita Gran Canaria para mantener vivo el espíritu de la isla de resistencia que siempre fue, hacer oír su voz diferenciada y enfrentarse con garantías de éxito a estos tiempos convulsos y de profundas transformaciones.

Y debemos insistir en hacerlo con un modelo propio y rupturista, que sirva de contrapunto a los efectos perversos de la globalización desmedida, el capitalismo insaciable, la extensión global de la pobreza, las injusticias sociales o los ataques que pretenden hacer naufragar los modelos de convivencia basados en la paz y la democracia.

Estoy convencido de que mantener nuestra esencia y nuestras convicciones, así como seguir las lecciones de nuestro devenir histórico, son los componentes de la fórmula certera para resistir al temporal de conflictos geoestratégicos y climáticos globales. Y no solo para seguir a flote, sino para avanzar con mayor firmeza, con la reconocible bandera de nuestra identidad canaria y grancanaria ondeando en lo más alto del mástil. Si dejamos, en cambio, de ser lo que somos, si lanzamos por la borda nuestra manera de estar en el mundo, será más difícil llegar a buen puerto.

Frente a la incertidumbre, el Cabildo se alza en casa común de esta pasión compartida que es Gran Canaria. Y lo hace para liderar y convocar al conjunto de las personas y sectores de la isla de cara a seguir impulsando un proceso de cambio basado en propuestas innovadoras y sostenibles que nos han convertido en una auténtica referencia en cuestiones marcadas en rojo en la agenda mundial.

Estas políticas son tan variadas como los desafíos a los que nos enfrentamos. Dentro de este marco se incluye la firme apuesta por las soberanías energética, hídrica y alimentaria, ejes también de la adaptación y mitigación de los efectos del calentamiento global. Además, el proyecto integral ‘Ecoísla’ ha puesto nuestro acento en la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible y ha demostrado nuestro convencido alineamiento con sus objetivos en el marco de un territorio donde se ha incrementado la conciencia medioambiental.

Las ramificaciones de la planificación del Cabildo se extienden por el terreno de la diversificación económica, abriendo nuevos surcos productivos. Se prolongan también por la movilidad y el turismo sostenible, además de la sociedad del conocimiento y la innovación.

Guarecen asimismo nuestro territorio y biodiversidad y, por supuesto, se abrazan al patrimonio cultural que nos define. Son señas de identidad que nos orientan en la oscuridad, como los rayos de sol y los haces de luna con los que nuestros antepasados y antepasadas organizaron su tránsito por este mundo, además de dejarnos un testimonio de comunión entre una comunidad y su entorno. Como escribió la poeta Chona Madera en su ‘Canción del regreso’: “Y sin ser instruidos, /ya el alma valoraban/ (por nobleza, intuíanla),/ rozaban su verdad”.

Abogamos por la cultura y por una población cada vez más formada, por políticas de igualdad entre hombres y mujeres, y nos rebelamos contra la injusticia y la brutalidad que se expande por el planeta, como vemos, con el alma compungida, con el genocidio que perpetra Israel en Palestina o la brutal invasión de Ucrania por parte de Rusia. Son muestras de un tablero político mundial en el que saltan por los aires las normas internacionales. Junto a nuestras Islas, la lucha del pueblo saharaui por la autodeterminación es, cincuenta años después de su inicio, otra prueba flagrante del incumplimiento del derecho internacional y de las resoluciones de la ONU.

Dicho esto, nuestros pensamientos y acciones están volcados en procurar vidas dignas, plenas y felices para quienes habitan nuestra tierra, con políticas sociosanitarias cada vez más ambiciosas. Todas las instituciones públicas y los agentes sociales deben seguir bregando para tumbar las causas profundas que originan la pobreza estructural. El compromiso del Cabildo en este punto es inquebrantable, constante y absoluto. 

Pero nada de esto será posible si no logramos consolidar una atmósfera respirable. Por este motivo, como decía anteriormente, frente a los intentos de abrir vías de agua en el casco de la democracia, corresponde a las Administraciones Públicas generar espacios diálogo, alejados de esa crispación que es una hoguera en la que arden la razón y la justicia, bases precisamente del sistema constitucional.

Las personas y entidades galardonadas son un muestrario del extraordinario abanico de parcelas en las que Gran Canaria ha sido capaz de alcanzar la excelencia. Podemos hablar de avances científicos relacionados con las energías limpias y los estudios sobre la biología marina. De la divulgación artística y también la vinculada a la personalidad atlántica del archipiélago, así como de las artes escénicas, cinematográficas y musicales, y el deporte. 

Sus biografías componen un decálogo que adoptamos como propio para nuestro quehacer diario. Don Benito Pérez Galdós nos recordó que “nuestra imaginación es la que ve, y no los ojos”. En nombre de todos los grancanarios y grancanarias, el Cabildo les agradece la inspiración que nos brindan, su capacidad para imaginar un presente y un mañana mejores y, sobre todo, que nos hayan mostrado el camino para hacerlos realidad. Gracias. Enhorabuena.

El pasado viernes celebramos el acto institucional de Honores y Distinciones del Cabildo de Gran Canaria en el Auditorio Alfredo Kraus, a escasos metros de donde se alza la escultura en bronce que lo homenajea. En ella, el tenor proyecta su mirada y su voz eterna hacia la inmensidad del océano, siempre con los pies firmemente anclados a la tierra que le vio nacer. Lo hace con una mezcla de arrojo, pasión, convicción y generosidad en la entrega de su talento innato.

La fuerza de esta estampa de aplomo frente al vértigo nos evoca a la sociedad de Gran Canaria, que posee una expresión también propia, en diálogo permanente con su singular realidad atlántica, aislada y lejana. Con estos elementos, y con la misma maestría que demostró el escultor Víctor Ochoa al inmortalizar a Alfredo Kraus, nuestra realidad insular cinceló una obra única, con manifestaciones culturales y naturales sin igual.