Espacio de opinión de Canarias Ahora
¿Se acabó la rabia?
No pretende este atropello de ideas ser una tormenta defensiva de la experiencia cubana. Mucho menos una condena expresa cual maoísta de tres al cuarto que se pase a las ondas neocon. Me conformo con compartir un par de reflexiones a bote pronto, en esta mañana en la que el Comandante se queda de por vida, vigilante, en la cama. En este febrero, como en 1959, como en 1976, en que Cuba da un paso hacia quién sabe dónde, en busca de una salida al laberinto en que se metió desde los años sesenta, al convertirse en una economía subvencionada por la URSS. Veinte años después del Muro de Berlín.
Acaso será pasto de la cordura preguntar cómo ha podido sobrevivir Cuba dos décadas al viaje de Gorbachov, cuando anunció a Fidel que se acabó la subvención. Que llegaban tiempos de perestroika, glasnost y de mafiosos subidos a un tanque, vodka en mano. Cómo ha podido seguir en pie el sistema de partido único durante veinte años sin que los yanquis hayan dado con la tecla que destapara, cual olla a presión, los vientos de una contrarrevolución que arrasara con todo: vuelta al libre mercado dirigido desde Miami y fusilamientos en masa de los cuadros y voceros del Partido. Guitarra en mano.
Habrá quien concluya que la represión a la disidencia en Cuba es tan siberiana que nadie puede mover nada contra el Estado, ni siquiera con el apoyo yanqui a 90 millas sencillas, para que Cuba avance por la senda de la democracia, esa que entiendo que no existe, y mucho menos en el patio trasero de Estados Unidos. ¿O será que Cuba ha dado algo más a su pueblo, y a los mitómanos del mundo, uníos, que la cara oculta de la represión sistemática a todo lo que pusiera en entredicho el sistema totalitario? Miren simplemente la Sanidad canaria: ¿de dónde proceden buen parte de sus médicos?
Si no es así, no se entiende que Fidel y los suyos no hayan acabado, a lo sumo a principios de los años noventa, cuando la primera crisis de los balseros, cual matrimonio Ceacescu ensangrantados en un paredón. ¡Si en los sesenta los estalinistas checos, vigilantes de Moscú del proceso cubano, ya se quejaban de que aquello no era una “democracia popular” al estilo soviético! ¿No será que los cubanos han querido y quieren salvar lo mejor de la Revolución, desde la Sanidad a la Educación que, por ejemplo, sufrimos los canarios ante la ofensiva privatizadora neocon, en el complejo camino de resolver la encrucijada entre un pueblo realmente libre y el sueño de la razón? Monstruos aparte.
Hay voces que ya hablan de avanzar por ese espinoso camino lleno de curvas, de esas en las que se estampó Gorbachov y su tardío socialismo con rostro humano. En este proceso electoral lo han dicho los estudiantes, no sin grandes escándalos del cáncer burócrata del sistema. No sé si serán pasto de la aventura. Ya hay muchos muertos que pesan sobre la conciencia de que las razones del pasado ya no valen para el futuro. Pero la esencia sigue siendo la misma, etérea en estos 2000 tras la experiencia devastadora del siglo XX, aunque ahora, con Fidel en vigilia pendiente de que su estado físico termine por no llevarlo a celebrar el Cincuentenario, muchos piensen que muerto el perro, se acabó la rabia.
¿Se acabó la rabia? ¡Anda, coño! paciencia, paciencia...
No pretende este atropello de ideas ser una tormenta defensiva de la experiencia cubana. Mucho menos una condena expresa cual maoísta de tres al cuarto que se pase a las ondas neocon. Me conformo con compartir un par de reflexiones a bote pronto, en esta mañana en la que el Comandante se queda de por vida, vigilante, en la cama. En este febrero, como en 1959, como en 1976, en que Cuba da un paso hacia quién sabe dónde, en busca de una salida al laberinto en que se metió desde los años sesenta, al convertirse en una economía subvencionada por la URSS. Veinte años después del Muro de Berlín.
Acaso será pasto de la cordura preguntar cómo ha podido sobrevivir Cuba dos décadas al viaje de Gorbachov, cuando anunció a Fidel que se acabó la subvención. Que llegaban tiempos de perestroika, glasnost y de mafiosos subidos a un tanque, vodka en mano. Cómo ha podido seguir en pie el sistema de partido único durante veinte años sin que los yanquis hayan dado con la tecla que destapara, cual olla a presión, los vientos de una contrarrevolución que arrasara con todo: vuelta al libre mercado dirigido desde Miami y fusilamientos en masa de los cuadros y voceros del Partido. Guitarra en mano.