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África: pasar a la acción

Hace unos días escribía un artículo de opinión que titulé No le demos la espalda a África en el que afirmaba que lo importante era responder debidamente, a nivel nacional, al extraordinario desafío que supone la pandemia de la COVID-19, pero que ni España ni la Unión Europea deberían dar la espalda al continente africano. Este fenómeno, un problema global, exige una respuesta global.

Si no enfrentamos esta pandemia con exactamente la misma energía en todos los puntos del globo terráqueo, no estaremos sino alargando la agonía durante toda la incierta espera hasta que una vacuna devuelva la tranquilidad a nuestros días. Y esto no es cuestión de semanas, ni lamentablemente de pocos meses.

Me alegró inmensamente constatar ayer que el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, estampó su firma en un manifiesto compartido con 18 presidentes de países europeos y africanos, que fue publicado por el periódico Financial Times.

Entre ellos, los presidentes de Italia, Francia, Portugal, Países Bajos, la canciller de Alemania, la comisión Europea y el Consejo Europeo comparten mensaje con los primeros ministros o presidentes de Etiopía, Ruanda, Mali, Kenia, Angola, Sudáfrica, Senegal, Egipto, la República Democrática del Congo y la comisión de la Unión Africana.

El manifiesto se titula Solo la victoria en África puede poner fin a la pandemia en todas partes, y nos recuerda que la enfermedad del COVID-19 “no conoce fronteras”, por lo que para combatirlo se requiere de un fuerte liderazgo internacional, que esté guiado por “un sentido de la responsabilidad compartida y la solidaridad”.

Africanos y europeos, unidos, abogan por una respuesta global donde las instituciones multilaterales y los Estados con mayor poder económico aprueben de inmediato una moratoria urgente a los pagos de la deuda que mantienen los países africanos y a la vez, den luz verde a un paquete de ayuda financiera que por lo menos supere los 100.000 millones de dólares.

Ello, por lo pronto, permitiría dotar a los países africanos de recursos para invertir en reforzar sus sistemas sanitarios, en la mayoría de casos muy faltos de medios, mientras en la calle luchan por minimizar al máximo posible la expansión de la enfermedad. El objetivo, igual que lo ha sido el nuestro en España, es que su capacidad de respuesta no se vea superada y se desate desaforadamente la pandemia.

El multilateralismo es un concepto imprescindible para articular en estos tiempos una respuesta unitaria que permita ayudar, ayudar de verdad, a los países africanos. Nuestra ministra de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, Arancha González Laya, está jugando a nivel internacional un decisivo papel abogando por una mayor cooperación entre los países de todo el mundo, tal y como también se puso de manifiesto hace muy pocos días en la conferencia de ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea convocada por el Alto Representante, el español Josep Borrell.

En un artículo que publicó ayer en Project Syndicate, una de las páginas más influyentes del mundo para los creadores de opinión, la ministra española expuso que a medio plazo, la cooperación internacional “será nuestra mejor arma. Y la reforma y el refuerzo de las instituciones y mecanismos que sustentan dicha cooperación será nuestra mejor defensa contra las futuras amenazas globales”.

La ministra aboga por reforzar e incrementar el papel de la Organización Mundial de la Salud (OMS) a nivel mundial (¡qué lamentable, triste y casi diría que criminal, que Donald Trump castigue a esta agencia de Naciones Unidas retirándole los fondos!). También defiende una cooperación mucho más intensa a nivel de la Unión Europea, ante la que no podemos bajar la presión para que mire más allá de sus fronteras y se implique en la cooperación con el continente africano para superar este trance.

Según González Laya, “además de liderar el establecimiento de un nuevo y más fuerte marco de salud mundial, la UE puede y debe mejorar su propia coordinación interna”, trabajar por una integración europea “más profunda” que conlleve decisiones como el refuerzo y dotación de mayor autonomía para el Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades e incluso la creación de “una verdadera Unidad Europea de Gestión de Crisis, con los medios para asegurar una respuesta rápida a una emergencia”.

“Esta crisis –concluye la ministra- nos recuerda nuestra fragilidad y la importancia de la unidad internacional. No deja ninguna duda de que estamos juntos en esto. Y deja claro por qué debemos considerar la cooperación más estrecha en materia de salud pública mundial como un catalizador del multilateralismo que necesitamos”.

Lo positivo de todo esto, cuya evolución seguimos atentamente desde Casa África, una institución de diplomacia pública del Estado español, y a diario compartimos con la ciudadanía a través de nuestra página web, es que no solo estamos asistiendo a palabras, discursos y manifiestos. Empieza haber avances, decisiones, acuerdos.

El Fondo Monetario Internacional ya anunció hace dos días la paralización de los pagos de la deuda a una quincena de países africanos, y se esperan nuevos movimientos desde las instituciones multilaterales en los próximos días que faciliten tanto la capacidad de los países para disponer de dinero con el que reforzar sus sistemas de salud como para evitar el colapso absoluto de sus economías.

Directamente, el objetivo es que la gente no muera ni de coronavirus ni de hambre, apostando por medidas como las transferencias de dinero a las personas más vulnerables (esa gente que en África dice que confinarla es matarla, que sale de casa sin tener asegurada la comida del día y que no puede permitirse el lujo de quedarse en casa).

Todo el mundo coincide en que la situación en África podría ser catastrófica, dados los escasos medios con que cuentan sus sistemas sanitarios. Esto es así.

Sin embargo, también creo que es justo romper una lanza a favor de su actuación inicial y alabar su pronta respuesta ante los primeros casos de la enfermedad, llegados precisamente de Europa. Es cierto que la escalada más importante de casos se espera para la segunda quincena de este mes, cuando ya los 10-15 días iniciales de incubación de la enfermedad afloren los síntomas y haga que empiecen a subir irremediablemente las estadísticas oficiales.

Pese a esto, insisto, también es importante señalar que el ritmo de contagios en la primera quincena de este mes de abril ha sido muy estable y similar. Día a día, la curva no se ha incrementado de la forma exponencial que lo hizo en España, en Italia o en Estados Unidos. La estadística oficial de la Unión Africana nos muestra como el crecimiento de casos está siendo de alrededor de 1.000 al día… ¡en todo un continente que cuenta con 1.300 millones de personas!

Este dato habla bien de la respuesta inicial de los gobiernos, los confinamientos decretados y las campañas de sensibilización a la población para que cumplan las necesarias medidas de higiene y distanciamiento social, sabiendo además lo complicado que es imponer estas medidas en poblaciones con pocos medios, alta densidad de población y a las que se les hace difícil en muchos casos algo tan simple como lavarse las manos.

No subestimemos, pues, la capacidad de respuesta de los africanos, ni demos por hecho tragedias que aún no han ocurrido, guiados por el maldito estereotipo de que en ese continente todo está condenado de antemano.

Medio centenar de intelectuales africanos, precisamente, firmaron a principios de esta semana otro manifiesto conjunto en esta línea, que por su relevancia e interés hemos traducido al español y colgado en el blog de nuestra página web en Casa África. Entre ellos, aparecen firmas prestigiosas y amigas de nuestra institución, como Carlos Lopes o Felwine Sarr, que reclaman que se tenga en cuenta la capacidad científica, investigadora, el talento, la creatividad y experiencia acumuladas en el continente para hacer frente a este tipo de desafíos, como ya han demostrado en otro tipo de pandemias.

Me gustaría terminar reproduciendo su mensaje: “Otra África es posible, como lo es otra humanidad, donde la compasión, la empatía, la equidad y la solidaridad definan las sociedades. Lo que antes parecía una utopía, entra ahora dentro del ámbito de lo posible. La historia nos está observando y nos condenará si nos permitimos conjugar nuestro futuro en pretérito. No perdamos la confianza en el futuro ni en nosotros mismos. Atrevámonos a luchar juntos contra la propagación de la COVID-19, atrevámonos a derrotar juntos la precariedad mundial creada por la pandemia.

Sí, África derrotará al coronavirus y no se hundirá“.

Hace unos días escribía un artículo de opinión que titulé No le demos la espalda a África en el que afirmaba que lo importante era responder debidamente, a nivel nacional, al extraordinario desafío que supone la pandemia de la COVID-19, pero que ni España ni la Unión Europea deberían dar la espalda al continente africano. Este fenómeno, un problema global, exige una respuesta global.

Si no enfrentamos esta pandemia con exactamente la misma energía en todos los puntos del globo terráqueo, no estaremos sino alargando la agonía durante toda la incierta espera hasta que una vacuna devuelva la tranquilidad a nuestros días. Y esto no es cuestión de semanas, ni lamentablemente de pocos meses.