Espacio de opinión de Canarias Ahora
Alicia y sus 150 maravillas
La literatura tiene el don de transportarnos a mundos, a veces, inimaginables. Espacios donde la libertad, el ensueño y la realidad se mezclan con la fantasía jugando a equivocarnos, a confundirnos y hasta me atrevería a decir, que a engañarnos. Este jueves, una de esas historias universales está cumpliendo años. Nada más y nada menos que 150. Hablamos de una de las narraciones más extraordinarias de todos los tiempos: Alicia en el País de las Maravillas.
Todos conocemos a esa niña de siete años que cayó en un pozo profundo donde, empequeñeciéndose y agrandándose al tiempo, recorrió un fascinante mundo lleno de seres increíbles: un sombrerero loco, un enorme gato de grandes ojos y sonrisa, una oruga azul, una gran dama de corazones convertida en reina… Una fantasía desbordante salida de la mente de un joven matemático llamado Charles Dodgson, quien finalmente pasaría a la historia bajo su seudónimo, Lewis Carroll.
Pero la historia nació en el río Támesis, en Inglaterra, el 4 de julio de 1862. En un bote, nuestro autor narraba a tres pequeñas niñas una serie de historias fantásticas. Eran las hijas del decano de su colegio universitario. Bajo ese celaje típico inglés donde las nubes ennegrecen la vida, las pequeñas escuchaban fascinadas aquellos relatos y convencieron a su entorno de que animara al joven matemático a llevar al papel a esos personajes salidos de una mente brillante.
Dicho y hecho. Un año más tarde ya tenía un borrador que interesó a la famosa editorial MacMillan. Quedaba ahora escoger un título y buscar un ilustrador. Lo primero ya lo conocemos; de lo segundo, surgían dudas. El primero en mostrar interés en darle vida sobre papel a estos simpáticos personajes fue uno de los grandes de la viñeta: John Tenniel. Sin embargo, las pruebas de impresión le llevaron a desestimar esta propuesta, retirando su obra de esta primera tirada.
De esta manera, tras superar estos problemas de impresión, finalmente vio la luz un 26 de noviembre de 1865. Desde entonces nunca ha dejado de estar fuera de ninguna imprenta y ha sido versionado y reversionado en infinidad de ocasiones tanto en libros como en el cine, en el teatro y en diferentes campos de las artes. Sin embargo, Alicia nunca ha dejado de ser esa niña porque, al fin y al cabo, hay tantas Alicias como versiones hay en el mundo.
A pesar del arrollador éxito, el personaje de Dodgson se vio envuelto en la polémica tras la aparición de unas fotografías comprometedoras. Sin embargo, su imaginación desbordante no destrozó a su persona, dejando su cámara a un lado y, grafito en mano, imaginando de primera mano a su Alicia. Decenas de dibujos se conservan de Carroll realizados entre 1862 y 1864. En ellos, Alicia cobra vida. Es su Alicia, su personaje, su niño interior, aquel que fue criado en una familia de fuerte raigambre anglicana junto a siete hermanas. A modo de homenaje, la Biblioteca Británica ha preparado una muestra para celebrar este aniversario. Que no sea la única. Al fin y al cabo, como diría Calderón, la vida es sueño, y los sueños, sueños son. Y todos hemos soñado con nuestra particular Alicia.
La literatura tiene el don de transportarnos a mundos, a veces, inimaginables. Espacios donde la libertad, el ensueño y la realidad se mezclan con la fantasía jugando a equivocarnos, a confundirnos y hasta me atrevería a decir, que a engañarnos. Este jueves, una de esas historias universales está cumpliendo años. Nada más y nada menos que 150. Hablamos de una de las narraciones más extraordinarias de todos los tiempos: Alicia en el País de las Maravillas.
Todos conocemos a esa niña de siete años que cayó en un pozo profundo donde, empequeñeciéndose y agrandándose al tiempo, recorrió un fascinante mundo lleno de seres increíbles: un sombrerero loco, un enorme gato de grandes ojos y sonrisa, una oruga azul, una gran dama de corazones convertida en reina… Una fantasía desbordante salida de la mente de un joven matemático llamado Charles Dodgson, quien finalmente pasaría a la historia bajo su seudónimo, Lewis Carroll.