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TOMA DE TIERRA
Alma de mi alma

Se filtra mucha vida nuestra hacia la de los seres que amamos, como los surcos que elige el agua para trazar su camino. “Alma de mi alma”, “Soul of my soul”, eran las palabras de Khaled Nabhan mientras mecía el cadáver de su nieta Reem asesinada en noviembre de 2023 por un bombardeo del estado de Israel. Aquel día Nabhan también perdió a otro nieto de cinco años, Tarek, mientras dormía en su cama. Las imágenes de Nabhan despidiéndose del alma de su nieta dieron la vuelta al mundo hace un año, desde que este lunes las que dieran la vuelta al mundo fueran las de su propio cadáver. Un ataque contra el campamento de refugiados de Nuseirat acabó con la vida del abuelo palestino y el mundo ha vuelto a sobrecogerse, pero no lo suficiente.
El número de asesinados palestinos en Gaza supera ya los 45.000, un tercio de ellos niños, y 78.755 han resultado heridas. Heridas, son las que se ven, las que no se ven y una generación de niños que parecen bustos a los que este exterminio se los llevó parcialmente. “Operé a niños que decían que ya estaban en el suelo cuando el dron se acercó y les disparó” relataba en el Parlamento británico el cirujano voluntario en un hospital del sur de Gaza, Niham Mamode, aguantando las ganas de llorar por la garganta golpeada por los recuerdos de lo que allí vio.
La ONU ya habla de un genocidio en Gaza, las organizaciones humanitarias alertan con cifras diarias del agujero para los Derechos Huamanos la tolerancia impasible a este exterminio supone para la humanidad, el norte global no sólo lo sabe sino que por primera vez, y como explica la periodista de guerra Olga Rodríguez, pueden verlo en tiempo real en sus pantallas de móvil, como hemos visto la muerte de Reem, Tarek y Khaled.
No podemos perder la capacidad de horrorizarnos, aunque la verdad ya no tenga ningún valor en sí misma y las distracciones hacia una falsa sensación de seguridad nos están volviendo algo idiotas, en el mejor de los casos. Es como si, realmente, la amenaza terrorista se hubiera instalado dentro de nuestros pechos, parasitando lo que una vez nos hizo humanos, con la salvedad de que, en esta ocasión, nadie va a poder ayudarnos cuando Israel nos bombardee el corazón. Y lo normal ante esta situación es estar tristes.
Quien haya visto las imágenes de los cuerpos mutilados y tenga alguna responsabilidad diplomática y política en el norte global del mundo y no haga nada para frenarlo, o incluso lo fagocite; sabemos que España ha prestado la base española de Rota para llevar armas a Israel, es un peligro público para las democracias en tiempos cínicos donde los discursos van en una dirección y las acciones y presupuestos por otro. Quizá es el momento de parar, de observar el Portal de Belén que tenemos en casa, y representar realmente cómo sería en tiempo real un nacimiento en ese lugar del mundo a ver si hay algún dios que diera estas indicaciones realmente y de ser así, como vaticinó Aldous Huxley, es entonces la tierra el infierno de otro planeta. Quizá ya no haya espacio para seguir tirando el balón pa' alante mientras lo que va quedando detrás es nuestra humanidad.
Recordemos estos días y estas noches la vida que queremos ver crecer en los seres que amamos y cuánto les amamos, cuánto les deseamos que todo les vaya bien y cuánto merecen que les pasen cosas buenas, y que no sea la muerte la que nos sorprenda un día para liberarnos del dolor de perderles por la osadía tenaz de querer ser libres.
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