Gran Canaria recupera el lenguaje silbado de los pájaros

Alumna durante sus clases de silbo en el Roque Saucillo, Gran Canaria.

Gara Santana

Las Palmas de Gran Canaria —
28 de febrero de 2025 22:33 h

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El lenguaje silbado en Canarias es otro de esos misterios que perviven en este rincón del Atlántico, más habitado aún por misterios que por certezas. Una forma de comunicación que probablemente se practicó en todas las islas aunque pervive con más vigor en las islas de La Gomera, El Hierro, Gran Canaria y Tenerife.

Originariamente, este lenguaje fue un mecanismo de supervivencia para salvar grandes distancias, pues el silbo es la manera con la que podemos expresar la lengua que se habla sin utilizar elementos ajenos al cuerpo, como un altavoz de la lengua que se quiera expresar. Resultó muy útil en las caprichosas orografías isleñas por las que han discurrido siempre personas y ganado, aceptando lo que los volcanes dispusieron en su día. 

Los conquistadores ya dieron cuenta de estas inusuales conversaciones entre los primeros habitantes de las Islas: “[...]Los canarios acudieron desde diversos lugares cuando desde las atalayas, en rocas inaccesibles, los viejos les indicaron con un silbido, que utilizan como las señales de un cuerno o una trompeta, que ya podían y debían atacar al enemigo”, plasmó Alonso de Palencia en las crónicas de su cuarta Década, referido a la isla de Gran Canaria.

No es extraño que este lenguaje existiera y perviva en Gran Canaria, solo hay que observar un mapa del relieve insular para comprender que antes de que llegaran los primeros teléfonos, coches o carreteras, “el silbo pudo salvar vidas”. 

Así al menos lo expresa María Jesús Rodríguez, que admite que es una hipótesis no contrastada, pero no improbable ya que el silbo se configura como un lenguaje de supervivencia para llevar mensajes donde la voz no llega. Ella es doctora en Traducción e Interpretación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y explica a esta redacción que el silbo articulado resulta desconocido porque “fue una práctica muy habitual en las zonas rurales, en las zonas más abruptas de las islas, y, en el caso de la isla de Gran Canaria, en el siglo XX, aproximadamente en la mitad de siglo, fue cuando ya empezó a decaer bastante con el éxodo masivo de las zonas rurales a las zonas urbanas, al trabajo de tomateros y del turismo”.

La profesora Rodríguez también señala el gran cambio que supuso en las comunicaciones de los habitantes de las islas la llegada de los primeros teléfonos a esas pequeñas tiendas que tenían todos los pueblos, o los primeros vehículos. “Todo eso hizo que el silbo ya no fuera necesario para sobrevivir”.

Todo se puede decir silbando: “¿Quieres café?”, “Vamos al baile”, “Sube las cabras”, “Estoy malo” o “Que Dios te bendiga, mi hijo”, que es lo que el abuelo de Carmelo Pérez, natural de Taidía, San Bartolomé de Tirajana, le dijo antes de que partiera al cuartel y también es, probablemente, lo más bonito que un abuelo canario puede decir a sus nietos. 

Así lo cuenta en el documental El lenguaje silbado en la isla de Gran Canaria (2022), producido por Macaronesia y basado en las investigaciones de David Díaz Reyes. amigos, parejas y familiares que sí conocían y practicaban el silbo articulado, “pero ya no había tanta transmisión generacional”.

De este modo, su uso decayó hasta niveles críticos hasta casi su desaparición en los años 80 del pasado siglo. Sobrevivió.

El silbo en Gran Canaria

En Gran Canaria se ha atestiguado la presencia de más de 70 silbadores o de informadores que afirman que conocían de la práctica del silbo por familiares. Las zonas donde late con fuerza este lenguaje y por motivos geográficos evidentes son: La Aldea de San Nicolás, los altos del sureste de Gran Canaria y la zona central de la isla.

Tras comprender que el silbo articulado es una suerte de altavoz de cualquier idioma, en un principio del amazigh que hablaron los primeros pobladores de las islas y, más tarde, el castellano, cabría preguntarse si el silbo tiene acento o si este lenguaje en Gran Canaria adopta características propias. 

Para María Jesús Rodríguez, la diferencia estaría simplemente en el mismo sentido que estaría en el habla: “Los estudiosos de sociolingüística consideran que hay un habla canaria, que es la que caracteriza a los habitantes de las islas, pero que luego, hay ciertos rasgos más propios de una isla que de otra. No hay grandes diferencias, pero sí que, por ejemplo, en el léxico que sea típico de una isla, lógicamente el silbador de otra es más difícil que lo use. Y también pueden notarse algunos rasgos fonéticos que sean propios de una isla y no tanto de otras como, por ejemplo, el grado de aspiración de las eses finales. Eso puede detectarse en el silbo, sí, pero es difícil que interrumpa o dificulte la comunicación”, asevera. Eso se puede notar, sí, pero es difícil que interrumpa la comunicación“.

Rodríguez recalca que no es exclusivo del español de Canarias el uso del lenguaje silbado. “Por ejemplo, en el sur de Francia, se silba bearnés en las montañas; también en una isla griega que se llama Eubea, en una zona rural de Turquía o en México”. 

Estudios académicos o meramente etnográficos como los de Julien Meyer y David Díaz Reyes, entre otros investigadores que se han trasladado y han realizado trabajo de campo en el Alto Atlas de Marruecos, han constatado que allí aun hoy silban para comunicarse en su lengua. Se trata de uno de los lugares de donde, según la hipótesis más aceptada, proviene la primera población de las Islas. Han recogido numerosos testimonios de los habitantes de la zona que silban lenguaje articulado, y refuerzan la hipótesis de que pudo llegar a las islas a través de los que en su momento llegaron aquí y que trajeron esa práctica a Canarias. 

Además de para poder sobrevivir lanzando mensajes clave a largas distancias, parece claro, por lo que describen los primeros cronistas, que los antiguos canarios pudieron usar el silbo para comunicarse entre ellos en una suerte de código militar para defender su territorio de los conquistadores castellanos.

Silbadoras

La relación de las mujeres con el silbo en Gran Canaria es como la relación de las mujeres con todo en otra época: todas entendían este lenguaje, pero no lo hablan tantas como hombres, porque ellas asumen tradicionalmente menos tareas de pastoreo. “El filólogo Maximiano Trapero explica que, lógicamente, en aquella época la mujer tenía un trabajo más acotado a lo que era la casa, la finquita, a lo mejor el ganado que tenían y el hombre se movía más, a lo mejor, de un municipio a otro, de un pueblo a otro y lo necesitaba”. María Jesús Rodríguez explica que muchas mujeres que quedaron viudas en la posguerra y tuvieron que salir adelante, silbaban para el mismo fin que los hombres, “que es comunicarse y conseguir cosas”. 

El legado

Para la doctora en Traducción, la clave de la supervivencia del silbo, incluso en tiempos en que ya parece no hacer falta, es “difundirlo y conocerlo, porque lo que no se conoce no se puede proteger”. Por eso asumió la dirección del Aula de Silbo de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, que pretende no solo acercar este bien patrimonial a la comunidad universitaria, sino a toda la sociedad.

“También la idea es proteger el silbo de Gran Canaria como Bien de Interés Cultural (BIC), que es una competencia del Gobierno de Canarias”. Precisamente, a finales de febrero el Cabildo de Gran Canaria ha aprobado por unanimidad que el silbo de Gran Canaria sea declarado BIC. “Apoyamos esa iniciativa política que ayudaría a que cuando fallezcan los últimos silbadores tradicionales, esto no se pierda y que se siga apoyando su aprendizaje”, sentencia.

Actualmente, otras entidades como la asociación Yo Silbo, realiza en las islas una fuerte labor de difusión de este lenguaje.

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