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Hay amores que matan

Saavedra es, quizás, el político más conocido y valorado de la historia de la Comunidad Autónoma, por ese extraño termómetro que es la demoscopia. Cosa diferente es algo tan poco científico pero más calentito como tomarle el pulso a la calle, en la playa o a la hora del aperitivo. El PSC-PSOE sacó en 2007 a su presidente del baúl de los recuerdos, y en un alarde de inteligencia electoral -sin que sirva de precedente- ganó el corazón de los ciudadanos de Las Palmas de Gran Canaria con una mayoría absoluta inesperada. Alentada por ZP -sin crisis a la vista- y JFLA -sin pelos en la lengua-.

Por amor a mi ciudad fue el lema de Saavedra. Y las urnas le devolvieron ese amor con creces. Pero hay amores que matan, no en el “tú mismo” de su antiguo pupilo, sino en el gesto hacia una ciudadanía convencida de que la capital más poblada del Archipiélago debía dar un giro de 180 grados y colocar al frente a un personaje de su talla. Hay amores que matan porque en año y medio, el amor de Momo a su ciudad se ha ensuciado en una guerra de odios entre su equipo, en una serie de afrentas al ciudadano que le devolvió ese amor con votos -y al que no, claro- y en una ya cansina excusa ante la evidente herencia pepera de números rojos -y alfombras sin levantar, todavía, por cierto...-.

La lista sería larga. Nadie se acuerda de las lanzaderas de Guaguas que conectarían express Ciudad Alta con el centro, sino de los retrasos en las nóminas. Apunta Saavedra a pelearse con el aliado de su partido en el Cabildo (NC) antes que con el Gobierno (CC-PP) por reflotar la empresa. Quedan ya lejos las broncas entre la primera teniente de alcalde y el jefe del Gabinete de la Alcaldía, las idas y vueltas en Urbanismo (Padrón, Darias); suenan ahora indicios de más privatización en vez de mejor gestión (Emalsa, Guaguas); la mala imagen de una concejal que se encara con un guindilla - o monta una feria de mariscos familiares -; o la penúltima de los Amigos Canarios de la Ópera.

Vaya por delante que una ciudad debe tener de todo y cuidarse para que de todo haya. Ópera incluida. Pero alguien en el gobierno de Saavedra -y él es su principal responsable- debe estar haciendo desde el minuto uno de 2007 la campaña electoral del PP para 2011. ¿Cabe en cabeza política amueblada una modificación de crédito extra para ''los amigos de Saavedra“ (NC dixit) cuando el Ayuntamiento ha sido incapaz de pagar a sus trabajadores? Que lo expliquen en chino, porque en cristiano, suena fatal. Y en cristiano habla la gente que debe renovar la confianza en ese amor por la ciudad de todos. Y si no lo captan, pónganse científicos y aireen las encuestas. Se echarían a temblar con las coñas marineras de la calle y sus ”¡Viva la Pepa!“ Qué triste.

PD I: ¡Qué a gustito se sienten muchos sindicalistas contra el PSOE y con el PP! ¿Se atrevió alguna vez Intersindical Canaria en amagar siquiera con llevar a Fiscalía los asuntos turbios de doce años de oscura gestión de Soria y Luzardo? De La Favorita a Isolux, guárdenme una cría los sindicatos.

PD II.: Este Soria es mucho. ¡Qué raro paga en público deslealtades privadas!

PD III: Al menos, la UD no perdió.

Saavedra es, quizás, el político más conocido y valorado de la historia de la Comunidad Autónoma, por ese extraño termómetro que es la demoscopia. Cosa diferente es algo tan poco científico pero más calentito como tomarle el pulso a la calle, en la playa o a la hora del aperitivo. El PSC-PSOE sacó en 2007 a su presidente del baúl de los recuerdos, y en un alarde de inteligencia electoral -sin que sirva de precedente- ganó el corazón de los ciudadanos de Las Palmas de Gran Canaria con una mayoría absoluta inesperada. Alentada por ZP -sin crisis a la vista- y JFLA -sin pelos en la lengua-.

Por amor a mi ciudad fue el lema de Saavedra. Y las urnas le devolvieron ese amor con creces. Pero hay amores que matan, no en el “tú mismo” de su antiguo pupilo, sino en el gesto hacia una ciudadanía convencida de que la capital más poblada del Archipiélago debía dar un giro de 180 grados y colocar al frente a un personaje de su talla. Hay amores que matan porque en año y medio, el amor de Momo a su ciudad se ha ensuciado en una guerra de odios entre su equipo, en una serie de afrentas al ciudadano que le devolvió ese amor con votos -y al que no, claro- y en una ya cansina excusa ante la evidente herencia pepera de números rojos -y alfombras sin levantar, todavía, por cierto...-.