Espacio de opinión de Canarias Ahora
Argelia no votó
Los candidatos fueron 12.229 para 389 escaños, y 23 los partidos que presentaron listas. Ganó la triple alianza gubernamental, con el eterno Frente de Liberación Nacional (FLN) incluido, si bien este último perdió 63 escaños. Esta coalición obtuvo la mayoría absoluta con 249 diputados. El Partido de los Trabajadores, dirigido por la combativa Louisa Hanun, tendrá 26 puestos en la Asamblea. Se convierte así en el partido de oposición con mayor presencia parlamentaria, radicalmente opuesto a cualquier intento de privatizar los recursos de gas y petróleo. Pero estas cifras salidas de las elecciones apenas sirvieron para cubrir un trámite formal sin apoyo ciudadano. Hay quienes culpan de la abstención a las amenazas terroristas o a los llamamientos de los islamistas radicales. Notable equivocación. El desapego de la población radica en que la Asamblea está vaciada de poderes por un presidente que gobierna a golpe de decreto o vetando cualquier ley incómoda. Los mismos disputados se mantienen al margen de una realidad explosiva. Semejante divorcio entre la política y los argelinos, ampliada por los planes de ajuste estructural, adquiere más fuerza que nunca. No se trata de un fenómeno reciente controlado, de una crisis funcional, sino de una tendencia generalizada en ascenso. Semejante ruptura puede asumir características dramáticas por medio de movilizaciones sociales que ya han dado avisos contundentes desde 2003. Hace 15 años, el ejército abortó la segura victoria democrática de los islamistas del FIS (entonces moderados) por medio de un golpe de Estado apoyado por Europa. Esta provocación condujo a la resistencia de los burlados por el golpe y a una represión terrible del poder militar que tanto la prensa argelina controlada como la occidental denominaban “guerra civil de baja intensidad”. Costó más de 200.000 muertos, nada menos. Desde el fin de aquella guerra sucia, Argelia ha sido incapaz de levantar cabeza. La política no sólo suena a pantomima sino también a esfuerzo baldío.Los enormes recursos del país se encuentran muy lejos de producir beneficios a los argelinos, con la excepción de la minoría nacional y los intereses extranjeros amparados por un ejército (otro beneficiario) tan culpable de miles de asesinatos como impune. Para la inmensa mayoría quedan todos los problemas básicos sin resolver o empeorando: educación, sanidad, infraestructuras adecuadas, el desempleo sobre todo juvenil. Justo el sector más indiferente durante estas últimas elecciones legislativas. La realidad argelina se encuentra muy lejos de la estabilidad que pretende el presidente Abdelaziz Buteflika.
Rafael Morales
Los candidatos fueron 12.229 para 389 escaños, y 23 los partidos que presentaron listas. Ganó la triple alianza gubernamental, con el eterno Frente de Liberación Nacional (FLN) incluido, si bien este último perdió 63 escaños. Esta coalición obtuvo la mayoría absoluta con 249 diputados. El Partido de los Trabajadores, dirigido por la combativa Louisa Hanun, tendrá 26 puestos en la Asamblea. Se convierte así en el partido de oposición con mayor presencia parlamentaria, radicalmente opuesto a cualquier intento de privatizar los recursos de gas y petróleo. Pero estas cifras salidas de las elecciones apenas sirvieron para cubrir un trámite formal sin apoyo ciudadano. Hay quienes culpan de la abstención a las amenazas terroristas o a los llamamientos de los islamistas radicales. Notable equivocación. El desapego de la población radica en que la Asamblea está vaciada de poderes por un presidente que gobierna a golpe de decreto o vetando cualquier ley incómoda. Los mismos disputados se mantienen al margen de una realidad explosiva. Semejante divorcio entre la política y los argelinos, ampliada por los planes de ajuste estructural, adquiere más fuerza que nunca. No se trata de un fenómeno reciente controlado, de una crisis funcional, sino de una tendencia generalizada en ascenso. Semejante ruptura puede asumir características dramáticas por medio de movilizaciones sociales que ya han dado avisos contundentes desde 2003. Hace 15 años, el ejército abortó la segura victoria democrática de los islamistas del FIS (entonces moderados) por medio de un golpe de Estado apoyado por Europa. Esta provocación condujo a la resistencia de los burlados por el golpe y a una represión terrible del poder militar que tanto la prensa argelina controlada como la occidental denominaban “guerra civil de baja intensidad”. Costó más de 200.000 muertos, nada menos. Desde el fin de aquella guerra sucia, Argelia ha sido incapaz de levantar cabeza. La política no sólo suena a pantomima sino también a esfuerzo baldío.Los enormes recursos del país se encuentran muy lejos de producir beneficios a los argelinos, con la excepción de la minoría nacional y los intereses extranjeros amparados por un ejército (otro beneficiario) tan culpable de miles de asesinatos como impune. Para la inmensa mayoría quedan todos los problemas básicos sin resolver o empeorando: educación, sanidad, infraestructuras adecuadas, el desempleo sobre todo juvenil. Justo el sector más indiferente durante estas últimas elecciones legislativas. La realidad argelina se encuentra muy lejos de la estabilidad que pretende el presidente Abdelaziz Buteflika.
Rafael Morales