Espacio de opinión de Canarias Ahora
El arrejuntamiento
Por ahí anda el acuerdo de CC y NC para ir juntos y algo revueltos a las elecciones del 20-N. El asunto no enfría ni calienta al personal, fuera de los militantes de ambas formaciones. Unos celebran el amancebamiento que recupera, dicen los angelitos, la unidad nacionalista y dos huevos duros olvidando que si nunca segundas partes fueron buenas, hay casos en que son aún peor; otros no están conformes con el apaño porque no olvidan lo mal que les fue en la verbena anterior.
Las nuevas nupcias no entusiasman, pues, a los contrayentes. Se advierte, al contrario del chiste, la falta de amor y lo determinante del interés; del interés electoral de formar grupo en el Congreso para darnos voz a los canarios; que no les hemos hecho nada para que nos castiguen así.
Descarto, qué quieren, las motivaciones ideológicas del apaño. Si las hubiera, no se habría producido la ruptura de hace años y ahora el rearrejuntamiento, menudo palabrón, no tendría sentido. Cualquiera que haga memoria recordará a Paulino tirando voladores cuando se fueron (en realidad “los fueron”) de CC quienes formarían NC. Dijo sentirse feliz al liberarse de aquel lastre de puro contaminado que estaba, Paulino, del mauricismo insidioso entonces en sus más altas cotas de retorcida perversidad y adicción al cuento de la lechera; la que lo llevó a dar de lado a las famélicas legiones de toda la vida para alistarse en las cohortes empresariales. Se quedó por último sin vacas, pero le aprovechó el tiempo que le duró el ganado.
Mauricio, recuerden las secuencias, había torpedeado cuanto pudo a Román Rodríguez durante sus cuatro años al frente del Gobierno y quería darle la puntilla; y con él a la gente del Sur que le prestó los votos para que fuera a Madrid a darse el pico con Aznar y Rato. Aunque no se lo quisieran creer cuando lo detectamos, ya iba del bracillo de Soria para hacerse con el control político y económico de Gran Canaria sin interferencias de cc-ATI, que se reservaba la huerta tinerfeña. Entre los éxitos iniciales del tándem Mauricio-Soria figuró, para que se hagan idea, el ascenso de José Miguel Suárez Gil a la cúspide empresarial con ánimo de dorar su plateado famoso. No hay nadie más fiel que quien tiene qué ocultar y ve en la obediencia a sus mentores el mejor seguro contra el riesgo de que tiren de la manta. Lo que sabía el tándem que fue colocando sus piezas y procuraba reducir al silencio a los díscolos; entre los que figuraban periodistas que pudieran denunciarlos, más por el afán enfermizo de hacerles sentir su poder que porque no supieran de su total impunidad.
Mauricio, como digo, dependía de los votos que le aportaban la gente de CC en el Sur grancanario. Pero eran demasiado rústicos y no entendían los modos “modernos” de conciliar y dos piedras la política con los negocios. Necesitaba quitárselos de encima y compensar la pérdida de sus apoyos con el que le aportaría el apaño con un Soria pasado de “moderno”. Pero todo se fue a la porra con la victoria de Zapatero en 2004. La aportación de Soria al tándem era el respaldo a sus operaciones aquí de Rajoy en La Moncloa, de modo que el triunfo inesperado psocialista dejó al presidente pepero canario cogido de la brocha sin escalera y con la lata de pintura azul desparramada. Sin Madrid poco tenía Soria que ofrecer y el tándem se deshizo en pocos meses: aunque Mauricio no lo advirtiera todavía, era también el principio del fin que le llegó en 2007, cuando no consiguió siquiera salir de concejal del Ayuntamiento de Las Palmas.
Las secuencias de aquel proceso desfilaron por estas mismas líneas puntualmente, justo en su momento procesal. Dicho sea para que se entienda su recordatorio como constatación de que si los modos mauricistas estuvieron en el origen de aquella ruptura en CC, es su desaparición la que permite ahora el reagrupamiento electoral nacionalero. En el buen entendido de que no responde a planteamientos ideológicos ni a una visión coherente de Canarias sino al afán de coger cacho en las urnas. Un viaje para el que no se necesitan alforjas. Quiero decir en definitiva y con la experiencia acumulada que no conviene confundir el legítimo patriotismo con la estupidez de creerse esa retórica de la unidad de los canarios tan vacía y pertinaz como las sequías de cuando Él habitaba entre nosotros. Una cosa es una cosa y dos cosas hacer el pollaboba.
Por ahí anda el acuerdo de CC y NC para ir juntos y algo revueltos a las elecciones del 20-N. El asunto no enfría ni calienta al personal, fuera de los militantes de ambas formaciones. Unos celebran el amancebamiento que recupera, dicen los angelitos, la unidad nacionalista y dos huevos duros olvidando que si nunca segundas partes fueron buenas, hay casos en que son aún peor; otros no están conformes con el apaño porque no olvidan lo mal que les fue en la verbena anterior.
Las nuevas nupcias no entusiasman, pues, a los contrayentes. Se advierte, al contrario del chiste, la falta de amor y lo determinante del interés; del interés electoral de formar grupo en el Congreso para darnos voz a los canarios; que no les hemos hecho nada para que nos castiguen así.