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Ataque a los sindicatos

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No voy en absoluto a disculpar a la Unión General de Trabajadores (UGT) de Andalucía de los fraudes cometidos con dinero público, con las perras de todos los andaluces. Pero de momento en la UGT no hay ningún Bárcenas, ni Díaz Ferrán, ni nada parecido, ni siquiera a Cándido Méndez no se le ha localizado ninguna cuenta en Suiza ni en las islas Caimán. Pero también está claro que la sociedad, los trabajadores, están un poco moscas con estas triquiñuelas sindicales. Es injusto, claro, que la prensa derechosa critique que un sindicalista se tome una cerveza, o vaya a comer a un restaurante con mantel, pero también me parece fatal que algunos dirigentes sindicalistas malgasten subvenciones o despilfarren las ayudas destinadas al reciclaje profesional de los desempleados. Eso es robar a millones de colegas que están en el paro, y más bien está feo, no es ético, ni estético.

La reacción de la UGT ante el escándalo ha sido lenta, pero ha sido reacción. Acción y reacción. Tienen razón por otra parte cuando denuncian que hay una operación mediática de la prensa de las cavernas en su contra, está claro, porque debilitar más aún a los sindicatos de lo que están sería un chollo para el Gobierno del Partido Popular y para los empresarios. La campaña antisindical está clara, y hoy los sindicatos son menos fuertes que hace unos años, porque es evidente que han cometido muchos errores. Uno de ellos ha sido últimamente el de Canal Nou de la Radio Televisión de Valencia, porque vender tu profesionalidad para conseguir ventajas laborales es un error que al final normalmente se paga perdiendo las dos cosas, la ética profesional y el trabajo. Pero hay que insistir en que hay quienes se aprovechan hasta de las “horas sindicales”, y otros sindicalistas que son serios, honestos y honrados. Lo que ocurre es que difícilmente un sindicalista pueda llegar a ser un Bárcenas o un Díaz Ferrán, por mucha voluntad que pongan es prácticamente imposible.

No voy en absoluto a disculpar a la Unión General de Trabajadores (UGT) de Andalucía de los fraudes cometidos con dinero público, con las perras de todos los andaluces. Pero de momento en la UGT no hay ningún Bárcenas, ni Díaz Ferrán, ni nada parecido, ni siquiera a Cándido Méndez no se le ha localizado ninguna cuenta en Suiza ni en las islas Caimán. Pero también está claro que la sociedad, los trabajadores, están un poco moscas con estas triquiñuelas sindicales. Es injusto, claro, que la prensa derechosa critique que un sindicalista se tome una cerveza, o vaya a comer a un restaurante con mantel, pero también me parece fatal que algunos dirigentes sindicalistas malgasten subvenciones o despilfarren las ayudas destinadas al reciclaje profesional de los desempleados. Eso es robar a millones de colegas que están en el paro, y más bien está feo, no es ético, ni estético.

La reacción de la UGT ante el escándalo ha sido lenta, pero ha sido reacción. Acción y reacción. Tienen razón por otra parte cuando denuncian que hay una operación mediática de la prensa de las cavernas en su contra, está claro, porque debilitar más aún a los sindicatos de lo que están sería un chollo para el Gobierno del Partido Popular y para los empresarios. La campaña antisindical está clara, y hoy los sindicatos son menos fuertes que hace unos años, porque es evidente que han cometido muchos errores. Uno de ellos ha sido últimamente el de Canal Nou de la Radio Televisión de Valencia, porque vender tu profesionalidad para conseguir ventajas laborales es un error que al final normalmente se paga perdiendo las dos cosas, la ética profesional y el trabajo. Pero hay que insistir en que hay quienes se aprovechan hasta de las “horas sindicales”, y otros sindicalistas que son serios, honestos y honrados. Lo que ocurre es que difícilmente un sindicalista pueda llegar a ser un Bárcenas o un Díaz Ferrán, por mucha voluntad que pongan es prácticamente imposible.