Podríamos haber pasado años intentando desvestir al monstruo. Arduo trabajo el de desnudar el negocio sociópata en un país patriarcal y feudal. Pero ha sido el jefe del monstruo el que ha decidido exponer pornográficamente sus vergüenzas. La degradación de la Federación del Fútbol exhibida impúdicamente ante el mundo.
El falso hombre sólo es uno más, quizás el más torpe. El que se ha presentado voluntario para protagonizar el bochorno no es más que un pelele, un instrumento en manos de un negocio violento. Este es el fruto de la entrega al poder a quienes sólo están dotados de ignorancia y soberbia. El falso hombre es la personificación de la brutalidad.
Pero la imagen de esta ignominia no es un retrato personal. La imagen es una foto de familia. La foto de este espectáculo soez es la foto de conjunto de la Asamblea de la Federación de Fútbol que, cargada de sobredosis de testosterona, representa la violencia de una masa servil. Enfervorecida por la demostración de prepotencia del líder. Entregados a un clientelismo que se sirve a cuatro patas.
El falso hombre es una lacra para este país. El falso hombre es un peligro para este país. El falso hombre es un freno para el desarrollo de este país. El falso hombre nos denigra como país. El poder en manos de hombres falsos es herencia del caciquismo. El hombre falso es producto de un país inmaduro y acomplejado. El falso hombre está enfrentado al desarrollo de la humanidad.
La profundidad de la degradación se hizo visible en Arabia Saudita, se hace visible en la exhibición constante de la podredumbre del negocio, se hace visible en la ostentación de la brutalidad, en la pobreza del lujo, en la adoración de la violencia, en la promoción de la ignorancia. La gravedad de la situación trasciende al fútbol. El abuso se extiende por el deporte, por la política, por la justicia, por la familia, por la infancia y por la vejez. Del Tribunal de Orden Público al Tribunal Supremo.
La impunidad es un delito en sí mismo. La impunidad de este tipo de actuaciones sólo favorece su reproducción. Semejante exhibición impúdica del abuso del poder nos retrata como país. Nos muestra débiles, cobardes, infantilizados, serviles. El silencio nos condena a ser un país sometido al ejercicio mafioso del poder.
España está siendo abusada.