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¿Bipartidismo o pluralidad?

El PSOE ha ido haciendo desaparecer elección tras a elección a Izquierda Unida y ahogando toda posibilidad de implantación real a los verdes. Por su parte, el PP ha ido incorporando también a su electorado a todos aquellos que ansiaban un escoramiento mayor hacia la derecha, incluyendo en sus filas incluso a la ultraderecha. La enorme crispación creada por el Partido Popular en torno a temas como el terrorismo, la inmigración y las reformas estatutarias y legislativas de mayor calado impulsadas por el PSOE, han terminado por crear un clima que a ambos interesa y que dirige directamente al bipartidismo parlamentario, pero también a un peligroso frentismo en lo social y político. Mala cosa cuando, precisamente en un escenario como el español, tan marcado negativamente por sus históricos desencuentros, se pretende ahora dar un paso más y laminar a la pluralidad que representan los partidos nacionalistas.

Algunos hablan ya abiertamente de reformar el sistema electoral español y hacer primar en él la representación que obtengan los grandes partidos. Otros hablan incluso de reformar la constitución, para afianzar el centralismo y cerrar toda posibilidad a nuevos modelos de articular el Estado. Como avanzadilla de lo que se le viene encima al modelo pluripartidista, figura ya la cada vez más asentada práctica de excluir de los grandes debates en los medios de comunicación, a aquellos dirigentes políticos que no representen ni al PSOE ni al PP. En definitiva, hay prácticas cada vez menos disimuladas desde los grandes partidos, que apuntan a un intento de cimentar el bipartidismo como escenario político de los próximos años.

Sea cual sea el resultado que arrojen las elecciones del próximo mes de Marzo, el PSOE y el PP serán los partidos más votados, pero muy negativo y distinto al actual será el escenario político resultante, si el resto del arco parlamentario queda reducido a la mínima expresión. Un PSOE y un PP más fuertes en el Congreso y senado, van a significar más de lo mismo. Un PSOE y un PP capitalizando casi en solitario toda la política de los próximos años, sólo contribuiría a más crispación, más frentismo, más escoramiento de posiciones e incluso me atrevería a decir, a más desencanto para aquellos sectores sociales que, precisamente por ello, se han ido alejando de la política. El bipartidismo no es bueno para la democracia. La reduce a una mínima expresión, a una exigua pluralidad. El bipartidismo expulsa del sistema a aquellas expresiones políticas que pueden incorporar, sin duda, aquellos matices que las grandes organizaciones políticas no están en condiciones de incluir entre sus programas y propuestas, por aquello de que quieren llegar sólo al electorado que ya tienen consolidado.

Canarias merece y necesita estar representada en las Cortes generales por una organización política que atempere el clima de crispación existente entre los grandes partidos. Una representación que aporte, no sólo su orientación progresista en las políticas generales, sino un especial acento en la necesidad de políticas específicas para estas islas, sin por ello atentar contra el principio de equilibrio y solidaridad entre los distintos territorios.

Canarias necesita tener su propia voz, hilo directo con el gobierno que surja de las urnas, capacidad de negociación y espíritu de diálogo para solucionar los problemas que tienen los ciudadanos de esta tierra. Y eso sólo se consigue apostando por dar fuerza en las Cortes generales a una opción política canaria, a la alianza electoral formada para estas elecciones por Nueva Canarias y el Centro Canario. Lo contrario es dar más fuerzas al bipartidismo, más votos a la crispación, más poder a quienes quieren reducir la política, a una cuestión de dos.

* Aureliano Francisco Santiago Castellano es presidente de Nueva Canarias-Nueva Gran Canaria en Telde. Aureliano Francisco Santiago Castellano *

El PSOE ha ido haciendo desaparecer elección tras a elección a Izquierda Unida y ahogando toda posibilidad de implantación real a los verdes. Por su parte, el PP ha ido incorporando también a su electorado a todos aquellos que ansiaban un escoramiento mayor hacia la derecha, incluyendo en sus filas incluso a la ultraderecha. La enorme crispación creada por el Partido Popular en torno a temas como el terrorismo, la inmigración y las reformas estatutarias y legislativas de mayor calado impulsadas por el PSOE, han terminado por crear un clima que a ambos interesa y que dirige directamente al bipartidismo parlamentario, pero también a un peligroso frentismo en lo social y político. Mala cosa cuando, precisamente en un escenario como el español, tan marcado negativamente por sus históricos desencuentros, se pretende ahora dar un paso más y laminar a la pluralidad que representan los partidos nacionalistas.

Algunos hablan ya abiertamente de reformar el sistema electoral español y hacer primar en él la representación que obtengan los grandes partidos. Otros hablan incluso de reformar la constitución, para afianzar el centralismo y cerrar toda posibilidad a nuevos modelos de articular el Estado. Como avanzadilla de lo que se le viene encima al modelo pluripartidista, figura ya la cada vez más asentada práctica de excluir de los grandes debates en los medios de comunicación, a aquellos dirigentes políticos que no representen ni al PSOE ni al PP. En definitiva, hay prácticas cada vez menos disimuladas desde los grandes partidos, que apuntan a un intento de cimentar el bipartidismo como escenario político de los próximos años.