Espacio de opinión de Canarias Ahora
Brufau en Granadilla
El presidente de Repsol, Antonio Brufau, aprendió de Paulino Rivero que, en nuestra tierra, prometer empleos directos y una lluvia de millones es una excelente táctica para ganar adeptos en aquellos proyectos que cuenten con oposición ciudadana. En el asunto del puerto de Granadilla, el presidente del Gobierno y su séquito (el frente unido PP, PSOE y CC) llevan varios años haciendo lo mismo que ahora hace Brufau con las prospecciones petrolíferas en nuestras costas: aprovecharse de las elevadas tasas de paro y de la grave crisis que azota Canarias para lanzar el señuelo del trabajo y el reparto de miles de millones euros y, con esto, encumbrarse y hacer lo que le venga en gana.
Cada vez que Paulino Rivero habla del puerto de Granadilla demuestra que, como a Brufau, le importan un bledo los daños que estos proyectos ocasionan a los espacios naturales, a las especies protegidas, a las playas, a la economía turística del sur de la isla y a la economía vinculada a la actividad portuaria del área metropolitana. Prometió, como el presidente de Repsol, miles de empleos en la construcción del puerto, pero hoy, iniciadas las obras, vagan unas pocas cuadrillas de trabajadores por un fallido proyecto del tardofranquismo. Al mandatario canario no le interesaba el empleo, sino utilizar la desgracia del paro para diluir la oposición a un proyecto que le resulta esencial para mantener el modelo de corrupción en el que se ensambla Coalición Canaria. A él sólo le preocupa mantenerse a flote, y si en Tenerife su séquito le dice que para seguir “chupando del bote” hay que apostar por el puerto y la gasificadora, se pone el casco y la camiseta de Repsol, o de cualquier multinacional del sector de las energías fósiles, que en esto es intrascendente entrar en detalles. Pero si en Fuerteventura y Lanzarote el gremio que lo mantiene en el Gobierno le ha salido ecologista, pues se coloca al frente de la pancarta de todos por las energías renovables y no a Repsol. Desde este punto de vista, Paulino Rivero es mucho peor que Antonio Brufau.
El presidente de Repsol, Antonio Brufau, aprendió de Paulino Rivero que, en nuestra tierra, prometer empleos directos y una lluvia de millones es una excelente táctica para ganar adeptos en aquellos proyectos que cuenten con oposición ciudadana. En el asunto del puerto de Granadilla, el presidente del Gobierno y su séquito (el frente unido PP, PSOE y CC) llevan varios años haciendo lo mismo que ahora hace Brufau con las prospecciones petrolíferas en nuestras costas: aprovecharse de las elevadas tasas de paro y de la grave crisis que azota Canarias para lanzar el señuelo del trabajo y el reparto de miles de millones euros y, con esto, encumbrarse y hacer lo que le venga en gana.
Cada vez que Paulino Rivero habla del puerto de Granadilla demuestra que, como a Brufau, le importan un bledo los daños que estos proyectos ocasionan a los espacios naturales, a las especies protegidas, a las playas, a la economía turística del sur de la isla y a la economía vinculada a la actividad portuaria del área metropolitana. Prometió, como el presidente de Repsol, miles de empleos en la construcción del puerto, pero hoy, iniciadas las obras, vagan unas pocas cuadrillas de trabajadores por un fallido proyecto del tardofranquismo. Al mandatario canario no le interesaba el empleo, sino utilizar la desgracia del paro para diluir la oposición a un proyecto que le resulta esencial para mantener el modelo de corrupción en el que se ensambla Coalición Canaria. A él sólo le preocupa mantenerse a flote, y si en Tenerife su séquito le dice que para seguir “chupando del bote” hay que apostar por el puerto y la gasificadora, se pone el casco y la camiseta de Repsol, o de cualquier multinacional del sector de las energías fósiles, que en esto es intrascendente entrar en detalles. Pero si en Fuerteventura y Lanzarote el gremio que lo mantiene en el Gobierno le ha salido ecologista, pues se coloca al frente de la pancarta de todos por las energías renovables y no a Repsol. Desde este punto de vista, Paulino Rivero es mucho peor que Antonio Brufau.