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El cabreo catalán

Este debate tiende a convertirse en mera bronca de PP y PSOE muy de acuerdo, ya ven, en reforzar el bipartidismo y que los demás grupos sigan de teloneros que sólo sirven cuando el partido gobernante no tiene mayoría absoluta y ha de rebañar votos parlamentarios. Eso se vio claro con Aznar, que pasó de una primera legislatura en minoría, en la que se arrimó a los nacionalistas y llegó a llamar a ETA “Movimiento de Liberación Vasco”, a la segunda en que la mayoría absoluta le permitió comenzar darle capones a vascos y catalanes que estaban tan felices.

Sin embargo, ayer los teloneros marcaron el debate. Se habló de la crisis en los términos habituales, pero lo interesante fue la escenificación del tremendo cabreo de los catalanes, que se sienten engañados. Por un lado, Duran y Lleida, portavoz de CiU, anunció algo muy parecido a que su partido ya no se consideraba obligado por el pacto constitucional, al que considera enterrado tras la sentencia del Estatut; Ridao, de ERC y Herrera, de Iniciativa per Catalunya, aseguraron estar hartos de España y denunciaron la catalanofobia de la que el PP se ha querido servir recogiendo firmas por toda España contra el Estatut; sin olvidar aquella infame campaña en Andalucía en que acojonó a los andaluces advirtiéndoles que Zapatero les iba quitar dinero y reducirles calidad de vida para satisfacer la codicia catalana. Una consigna, por cierto, debe recordarse, que en Canarias extendió, cómo no, el macho Soria quien llegó a hablar de que no admitiría que con dinero canario pagara Zapatero a Cataluña el conchabo. Aseguraron, en fin, los diputados catalanistas, que ya está claro que la sociedad catalana no tiene cabida en la Constitución.

Sin duda, estaban bajo los efectos de la manifestación virada soberanista del sábado pasado, en Barcelona. Al menos eso debió pensar Zapatero quien contestó algo así como que todo tiene arreglo en la vida y los invitó a una lectura sosegada de la sentencia, a ver qué puede hacerse. Confía en que con esa lectura se conocerá el alcance real de la sentencia que a su juicio, aunque no lo dijera, los catalanes se tomaron por la tremenda. Lo que sí proclamó fue su obligación de acatar la sentencia, pero no de avalarla, lo que puede considerarse el reconocimiento de que tampoco está muy de acuerdo con ella. De milagro no volvió a proclamarse culé.

Hoy será la segunda sesión y no creo, qué quieren, que Rajoy se atreva a dar la sorpresa de anunciar la moción de censura. Menuda alternativa está hecho el hombre.

Este debate tiende a convertirse en mera bronca de PP y PSOE muy de acuerdo, ya ven, en reforzar el bipartidismo y que los demás grupos sigan de teloneros que sólo sirven cuando el partido gobernante no tiene mayoría absoluta y ha de rebañar votos parlamentarios. Eso se vio claro con Aznar, que pasó de una primera legislatura en minoría, en la que se arrimó a los nacionalistas y llegó a llamar a ETA “Movimiento de Liberación Vasco”, a la segunda en que la mayoría absoluta le permitió comenzar darle capones a vascos y catalanes que estaban tan felices.

Sin embargo, ayer los teloneros marcaron el debate. Se habló de la crisis en los términos habituales, pero lo interesante fue la escenificación del tremendo cabreo de los catalanes, que se sienten engañados. Por un lado, Duran y Lleida, portavoz de CiU, anunció algo muy parecido a que su partido ya no se consideraba obligado por el pacto constitucional, al que considera enterrado tras la sentencia del Estatut; Ridao, de ERC y Herrera, de Iniciativa per Catalunya, aseguraron estar hartos de España y denunciaron la catalanofobia de la que el PP se ha querido servir recogiendo firmas por toda España contra el Estatut; sin olvidar aquella infame campaña en Andalucía en que acojonó a los andaluces advirtiéndoles que Zapatero les iba quitar dinero y reducirles calidad de vida para satisfacer la codicia catalana. Una consigna, por cierto, debe recordarse, que en Canarias extendió, cómo no, el macho Soria quien llegó a hablar de que no admitiría que con dinero canario pagara Zapatero a Cataluña el conchabo. Aseguraron, en fin, los diputados catalanistas, que ya está claro que la sociedad catalana no tiene cabida en la Constitución.