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Canarias, una desescalada antes y más segura

Aclaro, primero, que si no hay recursos (materiales y humanos), controles rigurosos en los accesos (aeropuertos y puertos) y responsabilidad común, mejor nos quedamos en casa cuidando de nosotros, de los más vulnerables.

Se habla mucho de la desescalada del estado de alarma, incluso que tendrá fases por territorios. Y tendrá que llegar porque esta situación no puede mantenerse y ya sabíamos que llegará el día en que se controlen los contagios hasta tal punto que podamos vivir y respirar en la calle y lugares comunes, con mucho cuidado, hasta que aparezca la vacuna que se está investigando por el mayor número de laboratorios y científicos que jamás se ha visto en nuestro planeta. Aunque sí se había visto pandemias que han durado años, con millones de muertes, hambrunas y guerras genocidas.

Los canarios podríamos ser los primeros en desescalar pero no como laboratorio, como dicen algunos metiendo la pata, sino por lógica. En La Graciosa (757 habitantes) no ha habido contagios. En El Hierro hubo tres y se recuperaron, llevan 15 días sin declarar ningún nuevo caso. De hecho, ayer sólo Tenerife reportó nuevos contagios, aunque en esa tendencia descendente que hemos comprobado desde hace días. De hecho, hemos de estar bastante orgullosos de la gestión llevada a cabo en Canarias para luchar contra la pandemia. Fuimos los primeros en tener un enfermo de este virus, el turista alemán en La Gomera, los primeros en tener un espacio en cuarentena (un hotel en el sur de Tenerife) y a día de hoy es la Comunidad con menos fallecidos y menor incidencia en residencias de mayores. ¡Bravo por estos datos! (y ánimo a quienes tristemente han perdido a alguien cercano).

Como territorio insular, siempre hemos afirmado (y creo que es cierto) que aquí se desarrollan las cosas en una escala menor (el continente en miniatura que dijera Domingo Doreste, Fray Lesco) y en esta ocasión no va a ser menos. Podemos ser un ejemplo de implantación de medidas de control, vigilancia, mejora de la calidad de vida (higiene y salud) y de convivencia con y post-covid19. Porque algún día habrá que salir de las casas, volver al fisioterapeuta, al dentista, al otrorrino, a la peluquería, a caminar por la calle y a ver una arena que durante más de un mes sólo ha sido acariciada por el mar y alguna gaviota asombrada de no ver ni un alma.

Pero recapacitemos... ¿Cómo es posible que con cientos de miles de turistas, en carnavales y siendo los primeros en España en recibir el virus no nos hemos contagiado todos, y hasta las pardelas en Alegranza? Un territorio que, sin sumar los turistas, presenta la tercera mayor densidad de población de todas las autonomías de España. Sorprendente, al igual que la diferencia de contagios entre islas, siendo Tenerife y La Palma las que más han sufrido la incidencia de la pandemia. De hecho, aunque los primeros casos se conocieron en el sector turístico, ha sido en las dos grandes capitales y en una isla no precisamente destacada como destino turístico (La Palma) donde se ha producido el mayor número de contagios y fallecimientos (119).

Que sí, que probablemente habríamos evitado alguna víctima mortal o todas si se hubiera tomado medidas antes del drama, pero eso dará para mucho tiempo de discusiones y análisis sociométricos. Si bien ha quedado muy claro que el turismo, el sector, no ha sido el causante de los casos de propagación registrados en las islas. Por el contrario, es probable que haya una relación directa de la propagación en las islas entre el cierre de las universidades en Madrid, la llegada de estudiantes desde la capital y la celebración del carnaval y los indianos con las incidencias y cancelaciones que ya conocemos, a causa de la calima y del ya evidente riesgo que obligó a suspender la celebración del Carnaval Internacional de Maspalomas.

La profesionalidad de la mayoría de empresas y empleados del sector turístico ha sido un ejemplo que debió contagiar a las instituciones isleñas, las cuales han actuado de forma unida para cubrir las carencias de medios de los que carecían todas las comunidades y los países, lo que presagiaba un mal augurio en una de las comunidades con más déficit estructurales de su sistema público de salud, pero con excelentes profesionales y una red de atención coherente (aunque insuficiente), que debe ser potenciada, tal como refleja la opinión unánime de expertos en todos los ámbitos.

Vaya por delante el reconocimiento a quien/es ordenaron la cuarentena del hotel del sur de Tenerife. Esa decisión fue acompañada por una respuesta de la mayor parte del sector turístico que evitó que las zonas turísticas se convirtieran en un escenario dantesco que colapsara los servicios sanitarios del Archipiélago y, por ello, la incapacidad de atender a la población de las islas.

Ahora toca reconvertir el sector, adaptarlo a la nueva realidad de distancia social y para ello se debe aprobar una ley que permita las remodelaciones con sólo solicitarlas y presentar el proyecto. Incluso deberían suprimir los impuestos a estas obras de obligada necesidad y emergencia para esa recuperación lenta que traerá el nuevo modelo turístico isleño. Luego se inspeccionará y se sancionará si se incumple lo aprobado, pero ahora hay que reformar las instalaciones después de una década de altos niveles de ocupación que han permitido capitalizar a las empresas. Ese dinero y esas obras frenarán en parte la caída de empleo y nos situarán en una posición privilegiada para acoger ese turismo post-covid19 que será, sin duda, de mayor gasto en destino y radicalmente opuesto al turismo de masas que conocemos y que tantos estragos ha causado en todo el mundo.

Aclaro, primero, que si no hay recursos (materiales y humanos), controles rigurosos en los accesos (aeropuertos y puertos) y responsabilidad común, mejor nos quedamos en casa cuidando de nosotros, de los más vulnerables.

Se habla mucho de la desescalada del estado de alarma, incluso que tendrá fases por territorios. Y tendrá que llegar porque esta situación no puede mantenerse y ya sabíamos que llegará el día en que se controlen los contagios hasta tal punto que podamos vivir y respirar en la calle y lugares comunes, con mucho cuidado, hasta que aparezca la vacuna que se está investigando por el mayor número de laboratorios y científicos que jamás se ha visto en nuestro planeta. Aunque sí se había visto pandemias que han durado años, con millones de muertes, hambrunas y guerras genocidas.