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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

Candidatables

El tema puede parece baladí, a estas alturas, cuando hay periodistas –a la gente en general le tiene sin cuidado- tan expectantes en torno a la sabatina decisión de CC en torno a su candidato. Pero, ¿y si no lo fuera tanto?... Tan intrascendente, digo. Uno, por ejemplo, que ama y trata de mimar el tesoro idiomático español y que procura preservar los valores del habla canaria, se sentiría bastante inquieto ante la perspectiva de que el inmediato futuro de estos peñascos estuviesen en manos de alguien capaz de definirse públicamente como no candidatable, sin disculparse inmediatamente por la metedura de gamba. Sin embargo, reconozco que a cierta parte del electorado le puede hacer ilusión la perspectiva de contar con un presidente dotado de una facilidad temeraria para idear términos y conceptos arriesgados y sorprendentes, como mínimo. Visto todo lo cual, he de decirles que me la trae el pairo quién sea, finalmente, el designado por CC para encabezar el cartel electoral de las próximas autonómicas. Me da exactamente igual que sea don Paulino o don Castro u otro señor o señora cualquiera. Las alternativas que se barajan no son como para entusiasmarse. Y el problema es que, enfrente, tampoco existen repuestos y motivos que desencadenen las ilusiones y las esperanzas del gentío. Por estos lares el personal anda convencido –Victoriano Ríos fue profético al respecto- de que aquí no hay manera de que nadie vaya a ganar por mayoría. Que siempre será preciso pactar. Que los acuerdos bicolores son complejos y que hasta pueden llegar a ir contra natura. Que, al final, optemos por quien optemos, de triunfar en parte, va a verse obligado a bailar o a gobernar con una pareja más o menos indeseada. Que quienes sean los candidatables es lo de menos, porque, si la gran virtud de la democracia es que, el sistema permite que cualquiera llegue a ser presidente de un Gobierno, su terrible defecto estriba, precisamente, en que presidente de un Gobierno puede llegar a serlo cualquiera.

José H. Chela

El tema puede parece baladí, a estas alturas, cuando hay periodistas –a la gente en general le tiene sin cuidado- tan expectantes en torno a la sabatina decisión de CC en torno a su candidato. Pero, ¿y si no lo fuera tanto?... Tan intrascendente, digo. Uno, por ejemplo, que ama y trata de mimar el tesoro idiomático español y que procura preservar los valores del habla canaria, se sentiría bastante inquieto ante la perspectiva de que el inmediato futuro de estos peñascos estuviesen en manos de alguien capaz de definirse públicamente como no candidatable, sin disculparse inmediatamente por la metedura de gamba. Sin embargo, reconozco que a cierta parte del electorado le puede hacer ilusión la perspectiva de contar con un presidente dotado de una facilidad temeraria para idear términos y conceptos arriesgados y sorprendentes, como mínimo. Visto todo lo cual, he de decirles que me la trae el pairo quién sea, finalmente, el designado por CC para encabezar el cartel electoral de las próximas autonómicas. Me da exactamente igual que sea don Paulino o don Castro u otro señor o señora cualquiera. Las alternativas que se barajan no son como para entusiasmarse. Y el problema es que, enfrente, tampoco existen repuestos y motivos que desencadenen las ilusiones y las esperanzas del gentío. Por estos lares el personal anda convencido –Victoriano Ríos fue profético al respecto- de que aquí no hay manera de que nadie vaya a ganar por mayoría. Que siempre será preciso pactar. Que los acuerdos bicolores son complejos y que hasta pueden llegar a ir contra natura. Que, al final, optemos por quien optemos, de triunfar en parte, va a verse obligado a bailar o a gobernar con una pareja más o menos indeseada. Que quienes sean los candidatables es lo de menos, porque, si la gran virtud de la democracia es que, el sistema permite que cualquiera llegue a ser presidente de un Gobierno, su terrible defecto estriba, precisamente, en que presidente de un Gobierno puede llegar a serlo cualquiera.

José H. Chela