La XIV Legislatura de las Cortes del Reino de España pasará a los anales de la historia de nuestro país como una de las más complejas y llenas de sucesos inesperados, aunque ya se sabe que en política no se pueden elegir las circunstancias a las que se hace frente, pero sí la actitud a adoptar ante ellas. La pandemia, el volcán de La Palma y la guerra en Ucrania son solo algunos de los desdichados imprevistos sobre los que, desde Congreso y Senado, hemos tenido que legislar de manera repentina, con la aprobación de mecanismos de protección social nunca vistos. Pero, a una escala muchísimo más pequeña, también ha sido la legislatura en la que el parlamentarismo español ha descubierto a Fernando Clavijo y sus innovadoras ideas.
En raras ocasiones, un trabajador aboga por la eliminación de su puesto de trabajo. Mucho menos en una entrevista en RNE y con un historial de absentismo laboral contrastado. Fernando Clavijo nos sorprendió a todos cuando, en la misma semana en la que faltó a un pleno del Senado (7 de septiembre) para asistir a la Romería del Pino, no sin antes engañar a los/as güimareros/as, a quienes se dirigió vía Twitter escribiéndoles que no podía estar en la bajada del Socorro porque su asistencia al pleno, al que no asistió, se lo impedía, pidió el cierre de la Cámara Alta. Admito que, una vez escuchada la argumentación que el senador utiliza, solo puedo loar su valentía y rechazar de plano sus conclusiones.
De la geometría variable a la normalidad
Explica Clavijo que su trabajo parlamentario tiene “cero reflejo” y que “por mucho que tú tengas el interés de realizar ese trabajo y que tenga sus frutos, al final te acabas desanimando [porque te lo votan en contra]”. Es sin duda novedoso, como decía, que una persona que ha sido alcalde, parlamentario autonómico, presidente autonómico y ahora senador desconozca los roles que en nuestro sistema político tienen la mayoría y minoría parlamentaria.
Cuando el Senado rechaza una moción, una enmienda o una proposición de ley presentada por la oposición no está desechando o impidiendo el trabajo de nadie. Está ejerciendo la voluntad popular que la ciudadanía plasmó en las últimas elecciones generales. Es el deber de senadores y senadoras hacer exactamente eso: trasladar el resultado electoral a cada iniciativa parlamentaria. Y la obligación de la ciudadanía en las próximas elecciones valorar el posicionamiento que sus representantes tuvieron en cada votación y en cada iniciativa presentada.
La crítica del senador Clavijo tendría, en mi opinión, un ápice de razón si en ambas cámaras un partido político contase con mayoría absoluta que, de manera sumaria, rechazase cualquier debate y proyecto alternativo al suyo. Pero no es así. Una de las características de esta legislatura es que el Gobierno de España y el Grupo Parlamentario Socialista se han apoyado en heterodoxas y heterogéneas mayorías para cada proyecto. Lo que antes se llamaba geometría variable es ahora la normalidad.
La incapacidad del senador Clavijo
En mi opinión, el senador Clavijo quiere trasladar su incapacidad a la hora de alcanzar mayorías a la existencia del Senado, en lugar de cuestionar su habilidad política para acordar con los que no piensan exactamente como él. Un comportamiento calcado al que vivimos en la formación del Gobierno de Canarias en 2019: incapaz de formar una mayoría, se marchó al Senado en lugar de ejercer la oposición a Ángel Víctor Torres que dictaron las urnas. Dado que en la situación en la que se encuentra no existe instancia superior a la que huir, y a sabiendas de que su aforamiento no corre peligro a causa de su petición, aboga ahora por el cierre de la cámara.
Esta actitud, similar a la de un niño que ante un enfado prefiere llevarse el balón antes que solucionar el problema, define la concepción de la política que tiene el señor Clavijo. Para casi la totalidad de los representantes con los que he coincidido y trabajado, la política es un mecanismo con el que, debatiendo y llegando a acuerdos y compromisos, construimos una sociedad mejor. Para el senador Clavijo es el ejercicio del poder. O se hace lo que él considera o, en sus propias palabras, “se ataca a Canarias”, “se afrenta a los canarios” o “se traiciona a Canarias”. Una patrimonialización que abarca no sólo el concepto de Canarias, sino el ejercicio del poder, y que se contrapone a los conceptos democráticos básicos de gobierno y oposición.
El escaño que ocupa el senador Clavijo es útil y relevante
Por debatir con mayor concreción los argumentos del señor Clavijo, me gustaría hablarle de la utilidad que le dimos a la cámara en la sesión plenaria de la primera semana de septiembre. El miércoles 7 de septiembre, casi a la misma hora en la que comenzaba la ofrenda a la Virgen del Pino, aprobamos una modificación del Código Penal que endurece las penas por imprudencias en la conducción de vehículos a motor o ciclomotor, y en la tribuna se encontraban asociaciones de ciclistas de toda España que aplaudieron la iniciativa por razones obvias. El senador Clavijo podía haber apoyado o rechazado el proyecto, intervenido para enmendar o vetarlo. En definitiva, ejercer de representante del pueblo canario. Pero, en su lugar, prefirió ejercer el respetable papel de romero. También debatimos en esa misma sesión plenaria sobre el principio de equidad en becas y medidas de ahorro energético, entre otros asuntos, sin contar con las aportaciones del senador.
El escaño que ocupa el senador Clavijo, contrario a lo que él opina, es útil y relevante. Al ser designado por el Parlamento canario en nombre de toda Canarias y no solo de una isla, es la expresión más nítida de la representación de Canarias en la cámara territorial. Si por sus ausencias, su incapacidad o por el motivo que fuere, Clavijo considera que el Senado no tiene razón de ser, por coherencia, quizás debería plantearse ceder su asiento a otro compañero/a de partido. Él mismo es conocedor del anhelo que en Tenerife (y cada vez más en otras islas) su escaño genera.
Eso sí, este humilde senador le pediría a Coalición Canaria que, en su próxima elección interna para el puesto, proponga a alguien que cumpla con la obligación de asistir a los plenos del senado, ex art. 20 de su Reglamento, en lugar de irse de romería, sin perjuicio del respeto que me merecen las mismas.