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César Manrique, un artista visionario

El pasado 28 de marzo el Centro Atlántico de Arte Moderno abrió de nuevo sus puertas a la realización de exposiciones después de un necesario y fundamental periodo de renovación y de actualización de sus instalaciones. Era imprescindible para la continuidad de este centro de arte con vocación internacional. Es un espacio que debe cumplir con los estándares normativos de preservación y conservación de las obras de arte y a partir de ese día lo hace aún con mayor rigor.

El CAAM ha venido cumpliendo en estos últimos años sus dos compromisos fundacionales más significativos: desarrollar su programa internacional tricontinental que nos sitúe en diálogo con los procesos creativos de Europa, África y América e investigar y presentar exposiciones que rindan homenaje a artistas que han sido fundamentales en la construcción de la cultura contemporánea de este archipiélago atlántico. Las exposiciones que hemos podido compartir y disfrutar en los últimos tres años y medio de Lola Massieu, Pepe Dámaso, Concha Jerez o Paco Sánchez, ejecutan ese mandato. El jueves pasado dimos un paso más, importantísimo, en el cumplimiento de ese objetivo fundacional.

El jueves día 28 inauguramos una de las exposiciones más esperadas de la historia de nuestro museo de arte contemporáneo. Desde marzo a septiembre de este año, el “Universo Manrique” se mostrará en toda su dimensión a los hombres y mujeres de Canarias. Y esto además en un año de aniversarios: el centenario del nacimiento del artista con más proyección que ha dado estas islas y la celebración del trigésimo aniversario del CAAM.

Gran Canaria tenía una deuda con César Manrique y nos satisface repararla justo cuando celebramos el centenario de su nacimiento y cuando el Cabildo acaba de nombrarlo hijo adoptivo de Gran Canaria. El pasado 15 de marzo hicimos entrega al Presidente de la Fundación que lleva su nombre de la certificación que contiene el afecto, la admiración y el respeto que la sociedad grancanaria siente por la obra del artista lanzaroteño. Fue precursor de un compromiso con la sostenibilidad, el territorio, el paisaje y la cultura que nosotros queremos prolongar y extender a nuestra isla. Su obra y su pensamiento han contribuido al engrandecimiento de Canarias y lo sitúan probablemente como el artista canario más integral y polifacético del siglo XX, y con mayor proyección internacional, pues conjugó, en un conjunto indisociable, arte, vida y naturaleza.

Somos conscientes de que César es mucho más que un artista y por tanto esta muestra también tiene una trascendencia que desborda la dimensión plástica, aunque represente el núcleo que nos convoca, el origen de su espiral particular. Con esta exposición estamos reconociendo también el liderazgo social de César en la defensa del medioambiente y su reivindicación de la cultura canaria como expresión original que dialoga con el cosmos. Nos congratula que fuera un conejero excepcional que tejió lazos de hermandad entre todas las islas. Disfrutamos de una producción artística que desde la hondura de los jameos se proyecta con la bravura de un volcán y a la vez con la armonía de La Geria.

El trabajo plástico multidisciplinar de César Manrique, articulado desde sus propuestas en papel, pintura, collages, ensamblajes, esculturas y móviles, se desarrolla desde su juventud a la par que sus murales en edificios singulares y trabajos de interiorismo. Sus primeras intervenciones en el territorio irían derivando hacia sus propuestas más internacionales como las integradas en el paisaje de Lanzarote. Son acciones que se enmarcan en una estrategia de generar un lenguaje artístico y estético no contradictorio con el desarrollo turístico, siempre en convivencia y respeto con el entorno natural. Su activismo permitió, sobre todo, sensibilizar, abrir la mirada a los propios habitantes de Canarias para que pudieran descubrir la belleza y respetar el valor patrimonial y natural de sus islas.

Su extensa obra me impide hacer una relación exhaustiva de su trabajo, pero ejemplos significados de esta tendencia son sus proyectos de los Jameos del Agua (lugar de visita obligada en la isla, en que sacó todo el partido posible de unas cuevas naturales cercanas al mar), Las Salinas, la Casa del Campesino, el Mirador del Río, el Jardín de Cactus de Guatiza o su propia casa en Taro de Tahíche, todo ello en Lanzarote. En 1977 empieza el diseño del Lago Martiánez en el Puerto de la Cruz, una simbiosis entre arquitectura y naturaleza, con el agua como elemento de conexión. Entre 1981-1983 diseña La Vaguada de Madrid. Además de su significativa obra pictórica, como escultor diseñó la serie titulada “Juguetes del Viento”, dos de ellos localizados en Gran Canaria, en Arucas y en la capital de la isla.

Entre los premios y distinciones logrados por Manrique se encuentran el Premio Mundial de Ecología y Turismo (1978), la Medalla de Oro de Bellas Artes (1980), el Premio Mönchehauspreis für Kunst und Umwelt de la ciudad de Goslar (Alemania) (1981), el Nederlans Laureat Van D’Aheod (Holanda) (1982), el Premio Europa Nostra (1985), el Premio Canarias de Bellas Artes (1989) y el Fritz Schumacher de la Fundación F.S.V de Hamburgo (1989).

Su fascinación por la belleza que emana del entorno natural de su isla natal, y de Canarias en general, además de su radical posicionamiento estético, lo convierten en un visionario generador de un nuevo modelo de percepción y valoración del entorno desde un compromiso ético y artístico. Desde la puesta en marcha de una propuesta que transformaría la vida y economía de Lanzarote formuló, con sus creaciones diversas, las bases de un desarrollo equilibrado, armonioso, respetuoso, adelantándose así a las iniciativas de sostenibilidad que necesitamos extender a nuestra isla y a toda Canarias. Para el naturalista Joaquín Araújo “la principal aportación de César Manrique es el viaje extraordinariamente coherente, propositivo, estimulante desde la estética a la ética”.

En estos tiempos de tremenda e ineludible emergencia ecológica, en estos momentos en los que nuestro Planeta Tierra está enfermo, malherido, el discurso y el legado de César Manrique cobra más sentido que nunca. También su valentía ante los poderes políticos, mediáticos y empresariales que pretendieron callarle. Sabemos que el origen está en la destructiva acción depredadora de un sistema económico y social que nos arrastra al abismo desde el hiperconsumo y la sobreexplotación de los recursos naturales.. Y que además es injusto con la mayoría de la población del planeta y está al servicio de una minoría. Desde estas convicciones, la mirada de César vuelve a exigirnos, a impulsarnos, a comprometernos con valores de justicia social y protección del planeta, a la vez que nos transmite todo el poder de la belleza que nos regenera. El cambio de paradigma es aún posible, los recursos pueden aún ser usados desde una perspectiva, ya inaplazable, de sostenibilidad, y desde un cambio en nuestro sistema de vida para poder, de esta forma, dejar un planeta más sano a las generaciones futuras.

En este homenaje a César Manrique no puedo dejar de mencionar y tengo la obligación de recordar a una persona que fue fundamental para que el sueño de Manrique se hiciera realidad. Me refiero a José Ramírez Cerdá, Presidente del Cabildo de Lanzarote de 1960 a 1974, imprescindible en el binomio Manrique-Ramírez. Es merecedor de nuestro agradecimiento y el jueves pasado quise señalar mi más profundo y sincero reconocimiento a su persona. Es un ejemplo del que debemos extraer la enseñanza de que las instituciones pueden ser herramientas de cambio cuando se combinan escucha, apertura y diálogo con los creadores. Hoy su hijo preside la Fundación que vela, de manera extraordinaria, por el legado del creador conejero.

Entender a Manrique es, por tanto, comprenderlo como un todo, como un artista-arquitecto, como un humanista ecológico, un “filósofo de la arquitectura”, como diría el arquitecto austriaco Frei Paul Otto. Más de un cuarto de siglo después de su fallecimiento, en el centenario de su nacimiento, la obra de César sigue siendo cotizada internacionalmente y su magisterio e impronta continúan vigentes hoy en día. Para sentirlo presente les invito a disfrutar de la exposición que acaba de inaugurarse en el CAAM. Se trata de una ocasión única que no podemos desperdiciar.

El pasado 28 de marzo el Centro Atlántico de Arte Moderno abrió de nuevo sus puertas a la realización de exposiciones después de un necesario y fundamental periodo de renovación y de actualización de sus instalaciones. Era imprescindible para la continuidad de este centro de arte con vocación internacional. Es un espacio que debe cumplir con los estándares normativos de preservación y conservación de las obras de arte y a partir de ese día lo hace aún con mayor rigor.

El CAAM ha venido cumpliendo en estos últimos años sus dos compromisos fundacionales más significativos: desarrollar su programa internacional tricontinental que nos sitúe en diálogo con los procesos creativos de Europa, África y América e investigar y presentar exposiciones que rindan homenaje a artistas que han sido fundamentales en la construcción de la cultura contemporánea de este archipiélago atlántico. Las exposiciones que hemos podido compartir y disfrutar en los últimos tres años y medio de Lola Massieu, Pepe Dámaso, Concha Jerez o Paco Sánchez, ejecutan ese mandato. El jueves pasado dimos un paso más, importantísimo, en el cumplimiento de ese objetivo fundacional.