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La consciencia y la conciencia por María Victoria Rosell Aguilar

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Querida Aminattou: Observarás con estupor la deriva legalista, en clave de derecho interno, del debate público sobre tu situación, ahora que hace 25 días que estás en huelga de hambre en el cercano aeropuerto de Guacimeta, en Lanzarote.

Algunos juristas opinan que será posible la intervención médica consistente en la alimentación forzosa cuando pierdas la consciencia, cuando en el fondo sabemos que esa “solución” no sirve; se aplicó para otros casos, muy estudiados en nuestra doctrina y jurisprudencia antes de la Ley 41/2002, básica reguladora de la autonomía del paciente.

La autonomía. De la paciente. Qué paradoja en tu caso. Encarnas durante toda la vida la lucha por la independencia del Sahara, de una manera pacífica, con el apoyo escrito en papel mojado de las Resoluciones de la ONU que acordaron la celebración del referéndum y prohibieron que Marruecos esquilmara sus recursos naturales. Observas cómo la denominada comunidad internacional se olvida durante 34 años de las reiteradas violaciones de los derechos humanos y las libertades fundamentales de Marruecos contra los saharauis. Te detienen, sufres prisión, te juzgan, te condenan. Llegas, al regresar de recoger un premio en Nueva York, a una situación ilegal de privación del derecho a entrar y residir en tu propio país, y pasados 25 días de sufrimiento en reclamación de todos esos legítimos derechos, se debate sobre tu autonomía. Y se espera inútilmente la eventualidad de actuar cuando pierdas la consciencia.

Ante esa posibilidad, emites una declaración de voluntad libre en pleno uso de tus facultades, plasmada en un documento notarial de instrucciones previas. Podrás perder la consciencia, pero no la conciencia.

Esa decisión impedirá que se perpetre un último acto de fuerza contra tu cuerpo. El espíritu no te lo doblegaron antes en la “cárcel negra”, no podrán con él en el aeropuerto. Debatiremos sobre si eras realmente libre al tomar la decisión, sobre si te trajeron privada de libertad, buscaremos con buena fe un resquicio en nuestra ley interna, cuando no supimos defender un derecho grande como un abismo con arreglo a la legalidad internacional. Y no servirá de nada. Salvo que tú puedas aún mirar más allá de ese muro de debates construido a tu alrededor, más sutil que el que se cierne sobre tu pueblo.

Sólo tu convicción de haber abierto otro camino quizá pueda hacer que vivas y continúes tu lucha. Para que no nos dejes aquí, más huérfanos y más culpables.

Es cierto que nos impresiona tu hambre cercana, cuando nos olvidamos del hambre en Tinduf. Que nos conmueve tu situación de exiliada forzosa, cuando tu pueblo lo es en su propia tierra.

Tenemos que admitir la lentitud propia de un adolescente nacido en democracia e inmerso en el estado el bienestar y sólo reaccionamos, con cierto malestar, a la urgencia de tu situación. Como tu hijo pequeño al que hace unos cinco años explicaste en silencio durante tu juicio que se puede llegar a perder a la madre, pero no la dignidad.

Querríamos salvarte la vida, sin haber comprendido que no es ese derecho fundamental que, como mantienen algunos desde hace siglos, prevalece sobre el resto. No lo es cualquier forma de vida.

Perdona la inconsciencia, pero ahora te necesitamos como nunca. Come algo por cada persona que haya tomado conciencia. Vive para verlo.

María Victoria Rosell Aguilar

Querida Aminattou: Observarás con estupor la deriva legalista, en clave de derecho interno, del debate público sobre tu situación, ahora que hace 25 días que estás en huelga de hambre en el cercano aeropuerto de Guacimeta, en Lanzarote.

Algunos juristas opinan que será posible la intervención médica consistente en la alimentación forzosa cuando pierdas la consciencia, cuando en el fondo sabemos que esa “solución” no sirve; se aplicó para otros casos, muy estudiados en nuestra doctrina y jurisprudencia antes de la Ley 41/2002, básica reguladora de la autonomía del paciente.