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Copenhague y el cambio climático

La Unión Europea puede y debe jugar un papel fundamental, instando a la adquisición de compromisos firmes, aunque las previsiones iniciales sobre lo que están dispuestos a recortar en CO2 Estados Unidos y China, el 17% y el 40%, respectivamente, no satisfacen a nadie, aunque hay que apreciar el cambio en el tratamiento de este problema desde que Obama accedió a la presidencia, frente al desprecio a este asunto por su parte de su antecesor.

Además no se ha aclarado en modo alguno qué compromisos económicos están dispuestos a adoptar las grandes potencias para colaborar con los países emergentes, posibilitando su desarrollo al tiempo que su trabajo en contra del cambio climático y sus terribles consecuencias para el presente y el futuro del mundo.

Reducción condicionada

De momento, la Unión Europea ha prometido una reducción del 30% en la emisiones de CO2, aunque condicionada a que todos los países desarrollados se sumen a esta propuesta. Asimismo, hay que recordar que justo hace un año, en diciembre de 2008, el Parlamento Europeo aprobó la conocida como ley 20/20/20 para el año 2020, que plantea reducir los gases de efecto invernadero un 20%, alcanzar igual porcentaje en la mejora de la eficiencia energética y, también, en el peso de las fuentes renovables en el conjunto del consumo energético europeo.

Igualmente, la Eurocámara ha instado a que se reduzcan las emisiones de los países ricos entre un 25 y un 40% en 2020, que se elevaría hasta el 80% a mitad de este siglo XXI, siempre tomando como referencia los datos de emisiones contaminantes correspondientes a 1990. Similar esfuerzo se pide a los emergentes Brasil, India o China.

Los científicos han puesto en la agenda política las consecuencias que tendría para el Planeta continuar con las actuales y elevadas emisiones de gases de efecto invernadero. Con la excepción de algunos conservadores negacionistas, existe un elevado consenso sobre las consecuencias del cambio climático, que afectarían de manera más dura a los países pobres. Sus terribles efectos sobre los sistemas naturales y humanos ya fueron abordados en la Cumbre de Río, investigados por el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático y regulados a través del Protocolo de Kioto que, lamentablemente, no ha alcanzado sus objetivos. Tampoco en Canarias, pese a ser una sociedad con un modelo económico en el que tiene un pequeño peso el sector industrial en relación con otras economías. Sin embargo, otros factores son determinantes para las elevadas emisiones de CO2 en el Archipiélago, esencialmente la producción de energía y la contaminación originada por los automóviles.

En el primero de los casos, resulta paradójico que la comunidad con mejores condiciones para desarrollar las fuentes renovables tenga un peso tan bajo de las mismas en el conjunto de su producción energética. A ello ha contribuido la escasa voluntad del Gobierno de Canarias y sus errores en los concursos eólicos. Todo apunta a que el actual va a suponer un cúmulo de recursos. Además, el Ejecutivo no desarrolla ni el PECAN ni la Estrategia Canaria contra el Cambio Climático, a las que sólo utiliza como reclamo propagandístico.

Respecto al segundo, Canarias tiene un modelo de movilidad insostenible, con un peso sobredimensionado del coche privado en detrimento del transporte público, con consecuencias en ocupación del territorio, así como elevada contaminación.

Imprescindibles cambios

Por ello, es imprescindible abordar profundos cambios si queremos contribuir, también desde Canarias, a disminuir la emisión de CO2 y, por tanto, a evitar el calentamiento global. Entre otros, la apuesta por un modelo de ahorro y eficiencia energética, reduciendo el peso casi exclusivo que tienen hoy los combustibles fósiles en nuestro sistema de producción de electricidad, lo que genera una enorme dependencia del exterior e incrementa los niveles de contaminación atmosférica. Tenemos que crecer en energías limpias, desarrollando la solar fotovoltaica y la eólica (incluyendo la posibilidad de instalar aerogeneradores en el mar) y explorando otras alternativas para las que tenemos condiciones, como la maremotriz o la geotérmica.

Es preciso, asimismo, un giro respecto a la movilidad, con una mayor presencia del transporte público, lo que exige mejorar su oferta en comodidad, frecuencia y puntualidad. Con un modelo integrado en el que participen guaguas y taxis, incorporando además el ferrocarril.

Todos podemos y debemos, desde nuestros distintos ámbitos, contribuir al combate contra el cambio climático. Pero la Cumbre de Copenhague ?en la que valoro que la Comisión Europea haya incorporado a su delegación a integrantes del Comité de las Regiones como representantes de las regiones y ciudades europeas, actores imprescindibles por conseguir los objetivos- va a ser el momento más decisivo en la reorientación de las políticas mundiales para afrontarlo. Por eso no nos podemos permitir un fracaso en este encuentro internacional que debe ser ambicioso en sus conclusiones y decisiones prácticas para evitar que la subida de la temperatura coloque a la Tierra en situación agónica.

* Presidente de Nueva Canarias.

Román Rodríguez

La Unión Europea puede y debe jugar un papel fundamental, instando a la adquisición de compromisos firmes, aunque las previsiones iniciales sobre lo que están dispuestos a recortar en CO2 Estados Unidos y China, el 17% y el 40%, respectivamente, no satisfacen a nadie, aunque hay que apreciar el cambio en el tratamiento de este problema desde que Obama accedió a la presidencia, frente al desprecio a este asunto por su parte de su antecesor.

Además no se ha aclarado en modo alguno qué compromisos económicos están dispuestos a adoptar las grandes potencias para colaborar con los países emergentes, posibilitando su desarrollo al tiempo que su trabajo en contra del cambio climático y sus terribles consecuencias para el presente y el futuro del mundo.