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El cuarto trastero

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Restituto Malpaís se levanta cada mañana con el afán imposible de estudiar tres lenguas. Sufre, según le cuenta a la señora del quiosco a diario. “No se preocupe, ya me lo pagará todo el sábado” le dice ella. Lo ve tan conturbado que prefiere dejarle pasar con los dos periódicos deportivos que usa. Sabe que el penúltimo día de la semana, al no tener que trabajar, el señor Malpaís se tomará su tiempo para supervisar, como dice él, las novedades editoriales, charlar un rato y liquidar las cuentas de la semana. “No sabe cuánto se lo agradezco, Benita. Hoy tengo un día horrible: refuerzo de catalán por la mañana, gallego oral por la tarde, y euskera por signos porque es miércoles”. La quiosquera no sabe, ni quiere saber, a qué se dedica su clientela. Agradece mucho que disminuyan las pilas de periódicos, ya de por sí tan escasas, y nada más.

Restituto se convence de que su esfuerzo no será baldío, todo lo hace por las generaciones futuras, esas que ahora se educan en esperanto porque obliga la ley: pronto los jueces se darán cuenta del error y abrirán las puertas al inglés y al francés en su variante bretona. ¡Cómo disfrutó en Lorient con Adelaida! Fue el único verano de su vida. La mujer de los mostachos que les acogía, les reservó una habitación abuhardillada que se empeñaba en llamar cuarto trastero a pesar de que estaba vacío. Pero Adelaida tuvo que correr para tomar posesión de una plaza urgente de inspectora de español en Vic, así andaban las cosas. Ahora que ya nadie se pelea por las lenguas, parece que está en la jubilación forzosa y hasta el obispo de la Seu de Urgel dice que prefiere escribir las homilías en castellano. Qué cosas. Con lo difícil que fue el asunto de los porcentajes en los colegios y ahora no se habla catalán. Por eso él tiene que estudiarlo, y gallego, y euskera, para traducir los miles de documentos apilados que todos quieren olvidar. Con lo bien que se leen los resultados de waterpolo y halterofilia crepuscular en los periódicos que compra en el quiosco: escritos en dialecto cervantino, cada cual interpreta lo suyo según le conviene. “Como debería ser siempre” se dice convencido. Así es si así les parece.

Restituto Malpaís se levanta cada mañana con el afán imposible de estudiar tres lenguas. Sufre, según le cuenta a la señora del quiosco a diario. “No se preocupe, ya me lo pagará todo el sábado” le dice ella. Lo ve tan conturbado que prefiere dejarle pasar con los dos periódicos deportivos que usa. Sabe que el penúltimo día de la semana, al no tener que trabajar, el señor Malpaís se tomará su tiempo para supervisar, como dice él, las novedades editoriales, charlar un rato y liquidar las cuentas de la semana. “No sabe cuánto se lo agradezco, Benita. Hoy tengo un día horrible: refuerzo de catalán por la mañana, gallego oral por la tarde, y euskera por signos porque es miércoles”. La quiosquera no sabe, ni quiere saber, a qué se dedica su clientela. Agradece mucho que disminuyan las pilas de periódicos, ya de por sí tan escasas, y nada más.

Restituto se convence de que su esfuerzo no será baldío, todo lo hace por las generaciones futuras, esas que ahora se educan en esperanto porque obliga la ley: pronto los jueces se darán cuenta del error y abrirán las puertas al inglés y al francés en su variante bretona. ¡Cómo disfrutó en Lorient con Adelaida! Fue el único verano de su vida. La mujer de los mostachos que les acogía, les reservó una habitación abuhardillada que se empeñaba en llamar cuarto trastero a pesar de que estaba vacío. Pero Adelaida tuvo que correr para tomar posesión de una plaza urgente de inspectora de español en Vic, así andaban las cosas. Ahora que ya nadie se pelea por las lenguas, parece que está en la jubilación forzosa y hasta el obispo de la Seu de Urgel dice que prefiere escribir las homilías en castellano. Qué cosas. Con lo difícil que fue el asunto de los porcentajes en los colegios y ahora no se habla catalán. Por eso él tiene que estudiarlo, y gallego, y euskera, para traducir los miles de documentos apilados que todos quieren olvidar. Con lo bien que se leen los resultados de waterpolo y halterofilia crepuscular en los periódicos que compra en el quiosco: escritos en dialecto cervantino, cada cual interpreta lo suyo según le conviene. “Como debería ser siempre” se dice convencido. Así es si así les parece.