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Delon, el héroe que supo morir
“Un héroe siempre debe saber morir”, declaró en cierta ocasión el actor francés Alain Delon, fallecido ayer en París cuando contaba 88 años de edad. Delon suplementó aquella confesión en Le Monde en 2018 diciendo que le encantaba morir en las películas “porque es un punto final”. Entre los trasgos de su personalidad, era un amante del arte y un gran coleccionista de cuadros, vinos y armas.
Sin duda, el actor fue una estrella de la época dorada del cine francés, conocido por sus perfiles de tipo duro en la pantalla en éxitos como El samurái y Borsalino. Delon tenía quebrantada su salud a lo largo de los últimos años y vivía prácticamente recluido en su mansión, construida en una finca boscosa a 120 kilómetros al sureste de París. En 2019, sufrió un derrame cerebral y padecía otra afección grave. Justo ese año, cuando recibió la Palma de Oro honorífica en el festival de Cannes pronunció un emotivo discurso en el que pareció decir adiós al cine.
Descrito en su día como el hombre más bello del cine, Delon protagonizó éxitos de los años 60 como El gatopardo y Rocco y sus hermanos que veríamos unos años después. Con esas dos películas del director italiano Luchino Visconti, el actor saltaría a la fama y su belleza y magnetismo no dejarían de fascinar a los más grandes directores desde entonces.
Entre sus momentos cumbre también se encuentra el thriller erótico de 1969 “La Piscine” (“La piscina”), donde Delon hizo pareja con Romy Schneider, su amante de la vida real, en una sensual saga de celos y seducción que transcurre en la Riviera francesa.
Para los franceses, según describía ayer la BBC, Delon es el gran fauve (gran bestia) del cine que cautivó y sedujo a su paso por Europa ya fuera interpretando a un asesino, a un matón o a un sicario. A partir de los años 90, sus apariciones en el cine se hicieron escasas, pero siguió siendo un elemento fijo en las columnas de celebridades.
Durante décadas los medios franceses siguieron los entresijos de su prolífica carrera y su igualmente prolífica vida amorosa, a través de Paris-Match y otras revistas generalistas y especializadas. Aunque en total apareció en más de noventa películas a lo largo de su carrera, muchas de las cuales se volvieron icónicas, solo ganó un César -los premios que otorga la Academia del Cine Francés- en 1985 por “Nuestra historia” de Bertrand Blier. El periódico parisino Le Monde calificó al actor de ‘leyenda del cine’, mientras que Liberation lo describió como ‘símbolo de una masculinidad sombría, el actor con un carisma loco’.
Delon generó controversia fuera de los escenarios en varias ocasiones. Sobre todo cuando dijo que lamentaba la abolición de la pena de muerte y en otro momento al hablar despectivamente del matrimonio homosexual que fue legalizado en Francia en 2013.
Por otro lado, defendió públicamente al partido de extrema derecha Frente Nacional y telefoneó a su fundador, Jean-Marie Le Pen, un viejo amigo, para felicitarlo cuando el partido obtuvo buenos resultados en las elecciones locales de 2014.
En una entrevista de enero de 2018, Delon le dijo a Paris Match que estaba harto de la vida moderna y que tenía una capilla y una tumba listas para él en los terrenos de su casa cerca de Ginebra, y para su perro pastor belga, llamado Loubo.
“Un héroe siempre debe saber morir”, declaró en cierta ocasión el actor francés Alain Delon, fallecido ayer en París cuando contaba 88 años de edad. Delon suplementó aquella confesión en Le Monde en 2018 diciendo que le encantaba morir en las películas “porque es un punto final”. Entre los trasgos de su personalidad, era un amante del arte y un gran coleccionista de cuadros, vinos y armas.
Sin duda, el actor fue una estrella de la época dorada del cine francés, conocido por sus perfiles de tipo duro en la pantalla en éxitos como El samurái y Borsalino. Delon tenía quebrantada su salud a lo largo de los últimos años y vivía prácticamente recluido en su mansión, construida en una finca boscosa a 120 kilómetros al sureste de París. En 2019, sufrió un derrame cerebral y padecía otra afección grave. Justo ese año, cuando recibió la Palma de Oro honorífica en el festival de Cannes pronunció un emotivo discurso en el que pareció decir adiós al cine.