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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

¿Qué demanda la sociedad?

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Desde que vivimos en democracia, y especialmente cuando se van acercando las elecciones, parece que está de moda justificar las decisiones que se toman en base a la voluntad popular. Los políticos, cuando están en el poder, sean del color que sean, dicen que las medidas que llevan a cabo no son políticas ni “ideológicas”, sino que responden tan sólo a “las demandas de la sociedad”. Cuando están en la oposición invierten el argumento: la forma de hacer oposición, se entiende, es criticar al gobierno, y decir que las medidas que proponen son “políticas e ideológicas” y que no atienden a las verdaderas demandas de la sociedad. A quienes trabajamos en las universidades y, en general, en el sistema educativo, se nos dice que tenemos que aceptar cambios porque son necesarias reformas “para adaptarnos a las demandas de la sociedad”. A quienes trabajan en las empresas a menudo se les dice que también hay que aceptar los cambios, porque hay que “adaptarse a las demandas de la sociedad”. Y si escuchamos el relato de muchos emprendedores, parece que el motivo para montar una empresa es similar: “dar respuesta a necesidades de la sociedad hasta ahora insatisfechas”. De ahí que el otro día me dijera un amigo, “oye, tú eres sociólogo, igual sabes algo de esto: ¿qué demanda la sociedad”?

Para contestar adecuadamente a la cuestión de qué demanda la sociedad es necesario tener una adecuada conceptualización de lo que ésta es. En una entrevista que le hicieron en 1987 Margaret Thatcher, que tenía una fuerte animadversión contra la Sociología (y contra todo lo que sonara a “socio”) dijo una frase que se ha hecho muy famosa: “no existe la sociedad, existen hombres y mujeres, y luego existen las familias”. La divulgadora Roxana Kreimer, en un popular vídeo sobre si existen o no las clases sociales, rebate el argumento de manera contundente: los organismos vivos están hechos de células; pero decir que no existe la sociedad, que lo que en realidad existen son individuos, es tan absurdo como decir “no existen seres humanos, lo que existen son las células, y luego existen los órganos”. Cuando se estudia Sociología se aprende que hay enfoques de la sociedad que parten de lo que se denomina “individualismo metodológico” y otros que parten de la idea de que el todo es más que la suma de sus partes. También se aprende que la corriente orgánico- funcionalista planteaba que la sociedad puede comprenderse, por analogía, como un ser vivo. De la misma manera que un ser humano tiene un aparato digestivo, un cerebro y aparato locomotor, que se integran y actúan de manera coordinada, una sociedad tendría, por ejemplo, un aparato productivo, un sistema educativo y un sistema político. Pero, como sabemos desde hace décadas quienes tenemos formación en Sociología, la metáfora organicista es inexacta. Si la sociedad fuera como un ser humano, sería un ser humano cuya pierna izquierda quiere ir hacia un lado, y la derecha hacia el otro; al que el apetito le pide atiborrarse de helado, pero la cabeza le dice que mejor no comer tanto. 

En realidad, parafraseando y corrigiendo a Thatcher, no es que no exista la sociedad, lo que no existe es “lo que demanda la sociedad”. ¿Qué demanda la sociedad de la universidad, por ejemplo? Los alumnos demandan que sea fácil aprobar y divertido, los empleadores demandan mano de obra con la cualificación necesaria en cada momento y los profesores demandan un ámbito de desarrollo profesional. ¿Y del gobierno? Los empresarios piden menos impuestos, los trabajadores mayores salarios y mejores servicios, y los pensionistas que lo que se suban sean las pensiones; los sanitarios que se haga más esfuerzo en sanidad; quienes se dedican a la enseñanza, a la enseñanza, y los emprendedores que se les apoye. En definitiva, no es que algunas medidas sean ideológicas y políticas: es que todas lo son, y lo que es demagógico es querer presentar las demandas de determinados grupos sociales como “las demandas de la sociedad”. Sin necesidad de tener un título universitario en la materia, bastaría tener un mínimo de cultura sociológica para comprender que “la sociedad” no es un todo articulado con unas demandas únicas y coherentes. Muchos pretenden afirmar, “con marchamo científico”, que lo que su grupo demanda es lo que demanda la sociedad, o, al menos, la mayoría de la sociedad. Pero si algo enseña la sociología, que es la disciplina científica que se ocupa de la sociedad, es que ya basta de tonterías: no hay ninguna medida que sea “lo que demanda la sociedad” toda la sociedad, sino medidas que demanda un grupo social. El cómo conciliar las demandas, a menudo contradictorias, de los distintos grupos sociales es lo que tradicionalmente se denominaba el “arte” de la política. Y a la “ciencia” tristemente, a menudo se la invoca en vano cuando se afirma que una idea u opinión es compartida por una mayoría, sin haber aplicado métodos rigurosos para llegar a dicha conclusión. 

Desde que vivimos en democracia, y especialmente cuando se van acercando las elecciones, parece que está de moda justificar las decisiones que se toman en base a la voluntad popular. Los políticos, cuando están en el poder, sean del color que sean, dicen que las medidas que llevan a cabo no son políticas ni “ideológicas”, sino que responden tan sólo a “las demandas de la sociedad”. Cuando están en la oposición invierten el argumento: la forma de hacer oposición, se entiende, es criticar al gobierno, y decir que las medidas que proponen son “políticas e ideológicas” y que no atienden a las verdaderas demandas de la sociedad. A quienes trabajamos en las universidades y, en general, en el sistema educativo, se nos dice que tenemos que aceptar cambios porque son necesarias reformas “para adaptarnos a las demandas de la sociedad”. A quienes trabajan en las empresas a menudo se les dice que también hay que aceptar los cambios, porque hay que “adaptarse a las demandas de la sociedad”. Y si escuchamos el relato de muchos emprendedores, parece que el motivo para montar una empresa es similar: “dar respuesta a necesidades de la sociedad hasta ahora insatisfechas”. De ahí que el otro día me dijera un amigo, “oye, tú eres sociólogo, igual sabes algo de esto: ¿qué demanda la sociedad”?

Para contestar adecuadamente a la cuestión de qué demanda la sociedad es necesario tener una adecuada conceptualización de lo que ésta es. En una entrevista que le hicieron en 1987 Margaret Thatcher, que tenía una fuerte animadversión contra la Sociología (y contra todo lo que sonara a “socio”) dijo una frase que se ha hecho muy famosa: “no existe la sociedad, existen hombres y mujeres, y luego existen las familias”. La divulgadora Roxana Kreimer, en un popular vídeo sobre si existen o no las clases sociales, rebate el argumento de manera contundente: los organismos vivos están hechos de células; pero decir que no existe la sociedad, que lo que en realidad existen son individuos, es tan absurdo como decir “no existen seres humanos, lo que existen son las células, y luego existen los órganos”. Cuando se estudia Sociología se aprende que hay enfoques de la sociedad que parten de lo que se denomina “individualismo metodológico” y otros que parten de la idea de que el todo es más que la suma de sus partes. También se aprende que la corriente orgánico- funcionalista planteaba que la sociedad puede comprenderse, por analogía, como un ser vivo. De la misma manera que un ser humano tiene un aparato digestivo, un cerebro y aparato locomotor, que se integran y actúan de manera coordinada, una sociedad tendría, por ejemplo, un aparato productivo, un sistema educativo y un sistema político. Pero, como sabemos desde hace décadas quienes tenemos formación en Sociología, la metáfora organicista es inexacta. Si la sociedad fuera como un ser humano, sería un ser humano cuya pierna izquierda quiere ir hacia un lado, y la derecha hacia el otro; al que el apetito le pide atiborrarse de helado, pero la cabeza le dice que mejor no comer tanto.