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Un desaguisado (im)popular

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Todos sabemos que el PP es un partido español poco patriota, por lo que a nadie ha sorprendido su ridículo espantoso en Bruselas al votar en contra de la representante española que acaba de ser nombrada vicepresidenta de la Comisión Europea.

Sus correligionarios en la UE sí votaron a Teresa Ribera, a pesar de la hipócrita y falaz campaña orquestada por Dolors Montserrat y Feijóo para que nuestra compatriota socialista no fuese elegida mano derecha de la presidenta de la Comisión Europea, la alemana conservadora Ursula von der Leyen.

Se podían haber ahorrado la estrafalaria y grotesca escena pero Feijóo, cuya misión no es liderar la oposición española sino armar ruido en el Parlamento Europeo para opacar la pésima gestión de la Generalidad Valenciana, entre otros despropósitos, a veces se comporta como un político extravagante al que se lleva por delante la riada extremista que lo rodea.

La riadas son físicas y geográficas pero también ideológicas. El líder de la posición está tan desesperado por gobernar que es capaz de cualquier cosa con tal de llegar a la Moncloa. Tiene el mono porque lleva mucho tiempo fuera del poder y en la oposición hace mucho frío. A pesar de haberse operado de cataratas para prescindir de las gafas, Feijóo está cada día más cegato. 

La Generalitat Valenciana la preside su amigo del alma y compañero de pupitre Carlos Mazón, el que se fue a comer con una atractiva periodista durante cinco horas mientras sus paisanos se ahogaban en la riada. Un mes después de la tragedia, aún no ha dimitido. Feijóo sigue desorientado y Mazón en la luna de Valencia. 

Lo que sí ha hecho es levantar la prohibición de aumento de sueldo en su gobierno para que su nuevo vicepresidente militar cobre aún más que él. Ya saben que los militares tienen vocación de servicio público y lo dan todo por la patria. Aunque lógicamente si la patria es generosa y dadivosa con ellos, miel sobre hojuelas. 

Esto ocurre en Valencia, lo mismo que pasa con el PP en Europa, en España y también en Canarias, donde su presidente regional, a la sazón (y a la Mazón) vicepresidente del Gobierno de Canarias, sigue acusando al PSOE y al gobierno central de ser los responsables de que los menores inmigrantes que llegan a las islas no sean luego redistribuidos al resto de las comunidades autónomas españolas. Esto pasa en el PP canario. Suena cínico y desconcertante que el PP de Manuel Domínguez sea el mismo partido que se opuso en el Congreso de los Diputados, junto a Vox, cómo no, a reformar la Ley de Extranjería, que hubiera servido para que los niños inmigrantes que llegan a Canarias pudieran ser repartidos por todo el territorio nacional. 

Fue una forma de presionar al Gobierno de España dando una patada en el culo a Canarias. El propio presidente canario, Fernando Clavijo, se lo afeó al PP, pero teniendo mucho cuidado de no molestar a su socio Domínguez. Ahora mismo su antecesor, el ministro Torres, es su enemigo a pesar de defender a Canarias en Madrid. 

Lo de Clavijo es humanamente comprensible porque no todos los seres humanos estamos dotados de valentía innata, pero lo que ya colma el vaso y jode mucho es que sea el mismo vicepresidente del Gobierno canario, el popular y populista Manuel Domínguez, el que arremeta contra el Gobierno de España desde su privilegiado sillón inmovilista de Tenerife, encargado en colocar chinitas en el camino. Domínguez antepone su partido a Canarias y eso le pasará factura en las próximas elecciones. Es más presidente del PP canario que vicepresidente del Gobierno de Canarias. 

Es precisamente su Partido Popular, junto a la ultraderecha, el que ha votado en el Congreso de los Diputados contra la medida que pide desesperadamente Fernando Clavijo desde hace meses. Al mismo tiempo su socio de gobierno, que milita en la formación responsable de este despropósito, se permite el lujo de no asumir ninguna responsabilidad y culpar a los socialistas, como lo haría un soplón en el recreo del colegio, acusando a otro niño de haberle quitado la pelota y el bocadillo de mortadela cuando en realidad se lo zampó él y está haciendo la digestión mientras da patadas a la pelota recordando al futbolista que un día fue. 

Lo de Manuel Domínguez es para descojonarse de la risa si no se tratara de un tema tan serio y delicado como el abandono y maltrato a niños africanos en las islas. Porque, que se sepa, el Gobierno canario de CC y PP no se ha quejado nunca de los niños ucranianos que viven en el archipiélago.

 Es la típica hipocresía de la petulante y altanera derecha isleña con su engreída, crecida y creída (increíble también) superioridad moral. En eso emula también a la carpetovetónica derecha hispana. 

Todos sabemos que el PP es un partido español poco patriota, por lo que a nadie ha sorprendido su ridículo espantoso en Bruselas al votar en contra de la representante española que acaba de ser nombrada vicepresidenta de la Comisión Europea.

Sus correligionarios en la UE sí votaron a Teresa Ribera, a pesar de la hipócrita y falaz campaña orquestada por Dolors Montserrat y Feijóo para que nuestra compatriota socialista no fuese elegida mano derecha de la presidenta de la Comisión Europea, la alemana conservadora Ursula von der Leyen.