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Sobre este blog

Yo dimito

Me marcho una semana a pastorear un rebaño de pequeñas personitas en sus vacaciones de fin de curso y cuando regreso la actualidad se me ha descontrolado por todas partes. Virgencita, si es que a cada poco hay una nueva debacle colectiva, una eclosión de indignación por lo que sea que dicte la televisión que es importante.

Como algunos de ustedes saben ya de otras columnas y posts de Facebook, estoy en contra de la actualidad y su tertulianería; me dan fatiga, se me desborda la percepción de la realidad donde quiera que la tenga y me hace cortocircuito en mi muy preciada y torneada corteza cerebral. Me da muchísima pereza hablar de la manada, de Abderramán, de Vox y su Reconquista, del procés y de los pactos majaderos. No se me da bien amontonar las causas judiciales que me interesan para construir un relato mitificado y artificioso de la realidad. “Traten otros del gobierno, del mundo y sus monarquías, mientras gobiernan mis días mantequillas y pan tierno…”. Los versos de Góngora son más actuales que la boda de Pilar Rubio y Sergio Ramos. Ahora que el mundo se ha expandido más allá de sus fronteras y los gobiernos y medios de comunicación extienden sus tentáculos sobre cada aspecto de la vida, hemos de reivindicar el pan tierno, la ironía y las tertulias en la plaza (o en el bar).

De un tiempo a esta parte, e intuyo que también a las partes por venir, las nuevas olas feministas, partidistas y alimentarias me balancean de un lado a otro amoratándome los sentidos, sumergiendo mi auto-percepción en un océano de paranoia y una especie de fe ciega y comunión neocatólica con mis congéneres. No se me ofendan tan deprisa, denme un momento, por favor. Hablo, más bien escribo, en entrañable silencio, desde mi siempre cambiante sensación personal, ya que por mucha empatía y comprensión hacia otras personas, animales y plantas que sea capaz de acumular en esta vida, al final de todo he de intentar creerme lo que pienso y no lo que me digan que debo pensar.

A veces me ocurre que me siento extranjera de la doctrina oficial de mi género, sexo, ideología y hasta de mi edad. Será que soy de género absurdo y apátrida hasta de mí misma, aún me pierdo transitando por las no sé cuántas identidades que las universidades de ciencias sociales han tenido a bien identificar. En realidad, a veces pienso que las contengo casi todas en mis sesenta kilos metro ochenta de ciclotimia emocional. Soy habitualmente blanquecina, de ojos achinados cuando me río y herencia galaico bereber, occidental con raíces árabes y mujer principalmente cis- género: me identifico con el género con el que nací en un hospital de Las Palmas de Gran Canaria, tal como mi madre, mi padre o un Dios omnipresente me trajeron a este mundo. Sobre todo en invierno y algunas veces en primavera me siento de género neutro, mi cuerpo no me representa, mi rol me parece un asco y el otro también, dimito de esta narrativa tan sosa y aburrida, tan seca y puritana, paso de las normas que establezcan los estancos departamentos de la sociedad (por muy modernos y alternativos que estos sean). Que una bromee con el “boom” identitario y el Frida Kahlismo de camiseta del capitalismo rebelde no significa que prefiera volver a la caverna del binarismo y la hetero normatividad. Significa que una bromea con el “boom” identitario y el Frida Kahlismo de camiseta del capitalismo rebelde.

Esto de tomarse a una misma demasiado en serio (o a su género, su patria, su equipo de balompié) tiene estas cosas: a la mínima contradicción o cuestionamiento viene el berrinche, la ofendiditis y el cabreo. Ríanse un poco, hermanos y hermanas, y no se enfaden tanto porque al resto de seres humanos también nos apetezca pensar.

Me marcho una semana a pastorear un rebaño de pequeñas personitas en sus vacaciones de fin de curso y cuando regreso la actualidad se me ha descontrolado por todas partes. Virgencita, si es que a cada poco hay una nueva debacle colectiva, una eclosión de indignación por lo que sea que dicte la televisión que es importante.

Como algunos de ustedes saben ya de otras columnas y posts de Facebook, estoy en contra de la actualidad y su tertulianería; me dan fatiga, se me desborda la percepción de la realidad donde quiera que la tenga y me hace cortocircuito en mi muy preciada y torneada corteza cerebral. Me da muchísima pereza hablar de la manada, de Abderramán, de Vox y su Reconquista, del procés y de los pactos majaderos. No se me da bien amontonar las causas judiciales que me interesan para construir un relato mitificado y artificioso de la realidad. “Traten otros del gobierno, del mundo y sus monarquías, mientras gobiernan mis días mantequillas y pan tierno…”. Los versos de Góngora son más actuales que la boda de Pilar Rubio y Sergio Ramos. Ahora que el mundo se ha expandido más allá de sus fronteras y los gobiernos y medios de comunicación extienden sus tentáculos sobre cada aspecto de la vida, hemos de reivindicar el pan tierno, la ironía y las tertulias en la plaza (o en el bar).