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Un doble, dos dobles

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Pedro escribió una carta y la contestó él mismo. Lo que ya no sé es si la contestó antes o cinco días después de remitirla. Imposible no recordar la carta de amor de Tatiana en el Eugenio Oneguin de Pushkin: “Os escribo, ¿Qué más puedo deciros todavía?.Tal vez me despreciéis más si sois compasivo no me abandonaréis a mi destino infortunado. Tatiana y Pedro”.

Esos cinco días, en Génova, Feijóo perseguía sombras. Cazaba brujas y solo escuchaba a las brujas. En canario castizo, mataba moscas. El presidente es según la parte que lo escrute un alma de Karamazov, capaz de cualquier contraste y de acercarse casi al mismo tiempo a dos abismos, unos lo ven en el abismo arriba y a la izquierda como compendio de ideales, otros lo encuentran en el abismo de abajo y solo les inspira degradación. Hace años en EEUU Hoover, el jefe del FBI ya encarnó un prototipo o acaso un psicotipo singular, para sus partidarios era un visionario, para sus detractores una maldita cloaca.

Arturo Pérez -Reverte fue a El Hormiguero y habló mal del presidente. Lo caracterizó como un personaje fascinante con un instinto aventurero extraordinario. Un aventurero de la política, un pistolero con el instinto asesino de un jugador de ajedrez. Arturo apenas habló de su libro, pero afirmó que Sánchez no ha leído un libro en su vida. Si esto fuera cierto, en eso me parezco a Sánchez, yo solo he leído un libro de Reverte, Un día de colera, sobre el estallido español contra Napoleón, aunque él aconseje otra lectura, Drácula o El Conde de Montecristo.

Reverte igual tenía razón porque llegó a decir que Pedro era personaje del renacimiento y es fama que Maquiavelo postulaba que un príncipe siempre tiene razones legítimas para romper sus promesas. Reverte, barrunto, no llegó a leer a Madame de Staël, la bestia negra de Napoleón que sentenciaba: comprenderlo todo es perdonarlo todo. Sánchez seguro que pensó, si vio a Reverte en la tele, que él mismo se ha vuelto como se ha vuelto porque nunca quiere ser como él, como Reverte.

Cuando pensó en el renacimiento, Arturo quizá entendió que por entonces las cosas se conseguían por el egoísmo y bajo el santo y seña del instinto. El instinto como elemento cardinal. Creo que Arturo lamenta no haber inventado el personaje. El busilis de todo esto es que quizá nos despistemos no fijándonos en la presencia delante de nuestras narices de la figura psicológica y literaria de El Doble. Feijóo tiene un doble, que es objetivo y que se llama Abascal. Tiene su doble una existencia real porque se lo estropea todo. Feijóo se pregunta a menudo que ha cambiado en el orden natural de las cosas para que su doble le proyecte tanta mala suerte. Lo ha convertido, el doble a Feijóo, en un personaje demediado, incompleto.

Sánchez, así lo creen algunos, tiene su doble, pero es subjetivo. Es una fuerza arquetípica que habita dentro de él y que si no lo controla con lucidez y armonía le puede acabar desquiciando, porque ese doble se apodera de ti y transforma tu propia esencia. Sánchez es Karamazov y cerca de un abismo escribe una carta de amor como lo hizo Tatiana y en el otro abismo inspira a Reverte como un hombre del renacimiento con instinto asesino.

Pedro ha sido decisivo para que Illa consiga que la izquierda gane en Cataluña y aleje del poder y de nuestras vidas al independentismo. Y no lo hizo, esto te lo digo yo, Arturo, no lo hizo a punta de pistola.

Pedro escribió una carta y la contestó él mismo. Lo que ya no sé es si la contestó antes o cinco días después de remitirla. Imposible no recordar la carta de amor de Tatiana en el Eugenio Oneguin de Pushkin: “Os escribo, ¿Qué más puedo deciros todavía?.Tal vez me despreciéis más si sois compasivo no me abandonaréis a mi destino infortunado. Tatiana y Pedro”.

Esos cinco días, en Génova, Feijóo perseguía sombras. Cazaba brujas y solo escuchaba a las brujas. En canario castizo, mataba moscas. El presidente es según la parte que lo escrute un alma de Karamazov, capaz de cualquier contraste y de acercarse casi al mismo tiempo a dos abismos, unos lo ven en el abismo arriba y a la izquierda como compendio de ideales, otros lo encuentran en el abismo de abajo y solo les inspira degradación. Hace años en EEUU Hoover, el jefe del FBI ya encarnó un prototipo o acaso un psicotipo singular, para sus partidarios era un visionario, para sus detractores una maldita cloaca.