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Ennui en la calle

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Biden nos contó una vez que la empatía es el combustible de la democracia, ese impulso que hace que nos veamos como vecinos y no como enemigos. Parece cierto, solo compartir emociones evita que haya más y más gente en los distantes extremos del endemoniado espectro.

Un español cabal se puede identificar como libre de prejuicios, dueño de un espíritu crítico y distante del dogmatismo. Pocos así en la vida pública. El ennui político o de la vida cotidiana es una suerte de aburrimiento crónico donde impera la falta de interés, de energía y de alegría. Si hay ennui, los ojos o su mirada no son nuevos y no pueden evitar el tedio y la costumbre.

La derecha sociológica detesta a Sánchez y aplica el viejo principio del príncipe de Parma: adoro al ser humano, pero me horroriza la chusma. El otro polo ve a la chusma en el lugar del príncipe y detesta a lo principesco de forma que no quiere compartir con ellos ni su barrio ni sus aficiones. Pero acepta a Sánchez.

En la prehistoria de las cacerías políticas que unos y otros, otros más que unos organizan entre citas electorales está la que se organizó contra del presidente socialista de Castilla y León, Demetrio Lamadrid, que se vio obligado a dimitir por un asunto de índole personal del que se sabía inocente. Fue cazado en su inocencia, opera prima de la ignominia. Sucedió hace cuarenta años y ya gustaban de esa práctica Jose María Aznar y Miguel Ángel Rodríguez. Pedro Sánchez se equivoca cuando califica al novio de Ayuso de delincuente confeso. Porque siendo esto así, lo educado en política si eres el presidente, es dejar pasar las cosas en silencio y si eres capaz, no hacer muchas preguntas.

Tengo esperanza en que la frase de Conrad, conforme a la cual nunca se puede engañar a una mujer del todo, le sea de aplicación a la opinión española en algún momento. Veamos la montería a cuenta del fiscal general. El montero mayor, el tal Rodríguez, chaperón que va con Ayuso, miente al decir que el fiscal había ofrecido un pacto cuando el pacto lo puso sobre la mesa el defraudador confeso. El fiscal general aclara, en el ejercicio de su responsabilidad, dónde está la verdad y dónde la mentira, y por decir la verdad termina camino del banquillo por revelación de secretos cuando entonces había de todo menos un secreto sobre el tapete, a menos que fuera el secreto de Polichinela. Lo sabía toda la cifra mediática. Lo sabía hasta yo.

Y los que tienen que juzgar dicen que no pueden estar seguros del carácter dañino de la revelación pero que observan que indiciariamente hay carga de lesividad en la forma de comportarse del fiscal general. Y son los mismos que en la cosa de la amnistía ven inaplicable la ley a cierta malversación, aunque saben que la intención del legislador fue hacer extensiva la aplicación de la ley. Yo interpreto, dice la cúpula judicial, lo que tú, legislador, quisiste decir al redactar la norma e interpreto que tu querías decir otra cosa de aquella que querías decir. Ejemplar.

Ya tenemos completo el Arca de Noé. Primero entra una fiscal general, que viene de ser ministra de justicia. Fuera la estética. Luego aparece el actual fiscal general nombrado por la mal nombrada, que repite con un nombramiento en la cúpula fiscal a la  entonces por dos veces mal nombrada. Y en el Arca siempre está el asesor de Ayuso que llama a los ministros mafiosos caraduras. Y estalinistas. Pero aquí aparece la ignorancia de Ayuso porque no puede ser que no sepa el alcance del término estalinista. Debe haberlo confundido con el nombre del perro de Esperanza, al cual gestionaba las redes sociales. O con los viejitos que no dejó morir en hospitales durante la pandemia, porque ya saben, nunca se engaña del todo a una mujer.

Saben lo que hace falta, más presunción de inocencia, que es la empatía de la que hablaba Biden, y menos melonización, que no viene de Meloni sino de melonazos, que es al parecer lo único que saben lanzar algunos. Acabo de leer que el novio de Ayuso quiere la cuenta de correos del fiscal general. Y el ennui deja de ser aburrido y se vuelve divertido porque esto es el Cabaret Voltaire y los pájaros contra las escopetas. Esta Ayuso es un personaje imposible, acabo de descubrir que existe solo porque existe Sánchez. 

Biden nos contó una vez que la empatía es el combustible de la democracia, ese impulso que hace que nos veamos como vecinos y no como enemigos. Parece cierto, solo compartir emociones evita que haya más y más gente en los distantes extremos del endemoniado espectro.

Un español cabal se puede identificar como libre de prejuicios, dueño de un espíritu crítico y distante del dogmatismo. Pocos así en la vida pública. El ennui político o de la vida cotidiana es una suerte de aburrimiento crónico donde impera la falta de interés, de energía y de alegría. Si hay ennui, los ojos o su mirada no son nuevos y no pueden evitar el tedio y la costumbre.