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Episodios

Cada vez más, agotada desde hace tiempo la capacidad de asombro, una situación de surrealismo puro en cualquier ámbito, en el político institucional, en el social, en el mediático, en el económico o en el turístico va extendiéndose para hacer de nuestro territorio el espacio idóneo donde no sólo todo sea posible, por muy alejado de la lógica que ande, sino que el predominio de la impunidad y de la indiferencia haya terminado de configurar una singular realidad en la que las cifras del desempleo o de la afluencia de turistas son lo de menos, ahora que ya estamos en la primera división del fútbol nacional.

Porque el vicepresidente del Gobierno de Canarias pide cárcel para dos periodistas, por ejemplo, para que se cumpla la Constitución, ¿verdad?, y para poner a prueba el funcionamiento del Estado de derecho. Ya les ha sentado en el banquillo, luego ya ha logrado meter el miedo en el cuerpo a una profesión que libra una delicada pugna contra la precariedad, precisamente una de las causas que más hacer temer por el futuro y por el mantenimiento de ciertos principios.

Porque el todavía Diputado del Común -valga el adverbio no por lo que dijo sino por el tiempo añadido que viene desempeñando una vez cumplido su mandato- se descuelga en público con las bondades de la Administración del régimen preconstitucional en comparación con los vericuetos y las complejidades de las actuales que le tienen a mal traer, seguro, con los incumplidos e incontestados a las quejas y demandas que desde la institución tramita. Ni la peculiar situación, esa suerte de prórroga sonrojante, amainó su juicio, del que se desmarcó, por cierto, el Partido Popular. Muy significativo. Claro que el hastío o el agotamiento no son factores exclusivos: los grupos políticos parlamentarios han dado una lección de incapacidad para ponerse de acuerdo y proceder a la renovación reglamentaria, simplemente para respetar la voluntad popular, que esa es otra a tener en cuenta cuando se hable de la calidad democrática.

Porque el convulso mandato municipal en Santa Cruz de Tenerife ha registrado recientemente un episodio de curiosa controversia: en su día fue declarado un estado de emergencia social, un subterfugio hacia no se sabe muy bien dónde ¿o sí? y que ha ido madurando sin pena ni gloria de una alianza política llamada a proporcionar una estabilidad que los personalismos, los recelos y las ambiciones políticas obstaculizan. En ese estado, y con las tripas de la corporación corriendo casi sin control (hasta el punto de que algunos se han apresurado a dar por muerto el pacto principal, CC+PP), va y surge el anuncio de la subida de las ayudas económicas a los grupos de carnaval por segunda vez en tres años. A diferencia de la incapacidad y de la pasividad de los grupos políticos parlamentarios, la reacción de las murgas no se hizo esperar y su rechazo ha sido de los que marcan época. Un bofetón sin manos.

Y porque, entre los admirables logros de la reunión que al máximo nivel político se desarrolló el lunes pasado en Las Palmas de Gran Canaria, Zapatero y Rivero presentes, sin los seiscientos millones prelanzados y con aires de Bienvenido, míster Marshall, hay que consignar la “consolidación de una relación bilateral” entre los gobiernos de España y de Canarias, consideración que da a entender que las cosas no fluyen tan mal como una de las partes, con sonido amplificado e insaciado, da a entender.

Menos mal que el presidente del Gobierno autónomo, un peregrino más, puso las cosas en su sitio con su presencia en El Hierro en medio del fervor popular y los alardes de la televisión, la nuestra naturalmente. Lo que hay. Canarias prosigue así esta andadura suya tan llena de episodios singulares que caracterizan el Estado Libre Alocado: quedan menos de dos años, alguna decisión para escalofriar, puede que más de una ruptura y unas cuantas procesiones. Lo que hay.

Cada vez más, agotada desde hace tiempo la capacidad de asombro, una situación de surrealismo puro en cualquier ámbito, en el político institucional, en el social, en el mediático, en el económico o en el turístico va extendiéndose para hacer de nuestro territorio el espacio idóneo donde no sólo todo sea posible, por muy alejado de la lógica que ande, sino que el predominio de la impunidad y de la indiferencia haya terminado de configurar una singular realidad en la que las cifras del desempleo o de la afluencia de turistas son lo de menos, ahora que ya estamos en la primera división del fútbol nacional.

Porque el vicepresidente del Gobierno de Canarias pide cárcel para dos periodistas, por ejemplo, para que se cumpla la Constitución, ¿verdad?, y para poner a prueba el funcionamiento del Estado de derecho. Ya les ha sentado en el banquillo, luego ya ha logrado meter el miedo en el cuerpo a una profesión que libra una delicada pugna contra la precariedad, precisamente una de las causas que más hacer temer por el futuro y por el mantenimiento de ciertos principios.