Hay que estar atentos a los cambios que va experimentando la sociedad post-COVID. Son cambios que, a veces, ni se notan pero son indicativos de los saltos y los avances que marcan nuevas pautas o representan nuevos esquemas de funcionamiento. El derrocado presidente chileno, Salvador Allende, se refirió a los procesos sociales, que no se detienen, decía, cuando puestos en marcha, eran impulsados por los propios afanes de los agentes sociales, por los análisis empíricos y por las investigaciones científicas y sociológicas.
A una de las primeras conclusiones que se llega, en el marco de una recuperación económica lastrada por un conflicto bélico y la consecuente crisis energética, es que, en una sociedad egoísta, insolidaria y cada vez más diseminada, hay que propiciar espacios compartidos en los que diferentes generaciones se relacionen entre sí.
Desde la Universidad del País Vasco se adelantan con un proyecto intergeneracional e intercultural ubicado en Vitoria-Gasteiz, basado en una colaboración entre colegios, asociaciones no gubernamentales y centros de mayores para fomentar una relación de apoyo mutuo entre niños, personas mayores y profesionales. Se parte de una premisa: el entorno escolar ofrece un contexto ideal para trabajar la visión intergeneracional. Los mentores del proyecto estiman que las experiencias entre personas de distintas generaciones que se producen en la escuela “ayudan a crear una ideología educativa para toda la vida, fomentando el aprendizaje bidireccional y alimentando la participación activa tanto de las personas mayores como del alumnado”.
Así se sustenta en el denominado Modelo de Atención centrado en la persona y en la psicología humanista positiva, dotado de una estructura pero que busca estrategias personalizadas para las diferentes realidades. La filosofía del Modelo es que, como mínimo, en el espacio y tiempo del proyecto, cada persona (niños, niñas y mayores) aporte la mejor versión de sí misma. Y que lo haga desde la autenticidad, considerando a cada persona desde un enfoque apreciativo, poniendo en valor lo mejor de cada una. La meta compartida es que, a través de una actividad agradable, los niños mejoren sus competencias lectoras y el gusto por la lectura, a la vez que establecen un vínculo positivo con las personas mayores que sea significativo para su vida.
Según los mismos mentores, especialistas en distintas disciplinas, “el proyecto intergeneracional se erige como una magnífica oportunidad de crear sinergias que permitan aprender, enseñar y crecer. Porque a través de la convivencia y la lectura, el alumnado y los mayores se abren a nuevos y gratificantes modos de aprender a conocer, hacer, ser y vivir juntos”. Reflejo de ello, de momento, es la reciente obtención del sello de calidad como proyecto intergeneracional pionero otorgado por la entidad europea Together Old and Young (TOY) que reúne a niños pequeños (0-8) y adultos/mayores para compartir experiencias, divertirse, aprender unos de otros y desarrollar relaciones significativas.