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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Europa, enterrar el hacha de guerra

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La guerra de Ucrania es una guerra convencional entre dos estados, Rusia y Ucrania. Sumar otros países occidentales o la OTAN ( bloque político-militar comandado por Estados Unidos ) al conflicto conllevaría rebasar el marco de una guerra convencional, como lo fueron la Primera y la Segunda Guerras Mundiales hasta el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki. Con el uso de esta nueva arma se dio un salto cualitativo hasta la guerra de las armas de destrucción masiva que se habían probado en Japón en 1945. Desde entonces no se volvieron a probar, ¿queremos probarlas en Europa? Porque teóricamente esto es lo que puede suceder si países como Francia o Reino Unido o Estados Unidos y su OTAN, potencias nucleares, participan directamente en la guerra de Ucrania, en la que enfrente tienen una potencia nuclear, Rusia, que no excluye la posibilidad de pasar de la guerra convencional actual ruso-ucraniana, a una guerra atómica en cuanto unos hipotéticos resultados adversos, motivados por la presencia directa de ejércitos occidentales en el campo de batalla ucraniano-ruso, encendieran sus alarmas. Todo indica, sin embargo, que Estados Unidos y, por lo tanto su OTAN, no van a entrar en guerra directa con Rusia. Pasaron los tiempos, no muy lejanos, en los que los políticos y militares estadounidenses se jactaban de poder sostener a la vez dos y hasta tres guerras (convencionales) a lo largo y ancho del planeta. Ahora la preocupación estadounidense, líder y pastor del mundo occidental, es China y, después, Rusia y no puede hacer una guerra con armas de destrucción masiva contra ellas porque todos, sin excepción, acabaríamos sufriendo las consecuencias apocalípticas del invierno nuclear consiguiente.

¿Qué queda entonces en un mundo en el que las guerras convencionales se hacen siempre que no desemboquen en una guerra con armas de destrucción masiva?

Pues las guerras frías que, esas sí, como se ha visto en el caso de la guerra fría de Estados Unidos con la OTAN contra Rusia, pueden llevar a guerras convencionales que reportan enormes beneficios para sus instigadores, caso de la guerra de Ucrania.

En fin, la guerra convencional de Ucrania, consecuencia de la guerra fría de Estados Unidos contra Rusia, está militarmente decantada a favor de ésta. Estados Unidos tiene poco más que ganar en ella y parece que va a dejar sola a la Unión Europea frente a ella. ¿Sin Estados Unidos y la OTAN qué hará la Unión Europea? ¿Proseguir ella sola sosteniendo el esfuerzo militar ucraniano con un inmenso dispendio económico absolutamente estéril? ¿Enviar tropas de la Unión Europea cuando la idea ni siquiera se ha discutido seriamente entre los 27 e, incluso, hay países como Eslovaquia y Hungría que ni siquiera están dispuestos a enviar armas? 

José Borrell, Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, decía el pasado 21 de marzo en Bruselas, al referirse a declaraciones del presidente francés Macron sobre la posibilidad de enviar tropas a Ucrania: “No es cuestión de ir a morir por el Donbás”.

En fin, ¿ no va siendo hora ya de que Europa entierre el hacha de la guerra? ¿No ha llegado el momento de que europeos occidentales y orientales no reproduzcan esquemas de guerras frías que solo conducen al levantamiento de telones de acero o guerras como la de Ucrania? Rusia y Ucrania tienen que sentarse a negociar la paz y la Unión Europea debe dejar atrás la filosofía de la confrontación con Rusia que siempre estará ahí, no más interesada, pero no menos que los europeos occidentales, por mantener relaciones diplomáticas, económicas, culturales y políticas de buena vecindad. 

Enterrar el hacha de la guerra nos interesa a todos, con una salvedad, la de los fabricantes de armas que se forran con los sangrientos conflictos bélicos, pero no mueren en ellos.

La guerra de Ucrania es una guerra convencional entre dos estados, Rusia y Ucrania. Sumar otros países occidentales o la OTAN ( bloque político-militar comandado por Estados Unidos ) al conflicto conllevaría rebasar el marco de una guerra convencional, como lo fueron la Primera y la Segunda Guerras Mundiales hasta el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki. Con el uso de esta nueva arma se dio un salto cualitativo hasta la guerra de las armas de destrucción masiva que se habían probado en Japón en 1945. Desde entonces no se volvieron a probar, ¿queremos probarlas en Europa? Porque teóricamente esto es lo que puede suceder si países como Francia o Reino Unido o Estados Unidos y su OTAN, potencias nucleares, participan directamente en la guerra de Ucrania, en la que enfrente tienen una potencia nuclear, Rusia, que no excluye la posibilidad de pasar de la guerra convencional actual ruso-ucraniana, a una guerra atómica en cuanto unos hipotéticos resultados adversos, motivados por la presencia directa de ejércitos occidentales en el campo de batalla ucraniano-ruso, encendieran sus alarmas. Todo indica, sin embargo, que Estados Unidos y, por lo tanto su OTAN, no van a entrar en guerra directa con Rusia. Pasaron los tiempos, no muy lejanos, en los que los políticos y militares estadounidenses se jactaban de poder sostener a la vez dos y hasta tres guerras (convencionales) a lo largo y ancho del planeta. Ahora la preocupación estadounidense, líder y pastor del mundo occidental, es China y, después, Rusia y no puede hacer una guerra con armas de destrucción masiva contra ellas porque todos, sin excepción, acabaríamos sufriendo las consecuencias apocalípticas del invierno nuclear consiguiente.

¿Qué queda entonces en un mundo en el que las guerras convencionales se hacen siempre que no desemboquen en una guerra con armas de destrucción masiva?