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Exabrupto real

El Rey de España mandó a callar a Hugo Chávez en un momento de la reciente Cumbre Iberoamericana, porque el mandatario Venezolano se había enzarzado en una discusión con Zapatero, después de llamar fascista, por enésima vez, a José María Aznar. La pelea dialéctica es lo de menos, me parece. Lo de más es el exabrupto real. Puede que alguien no esté de acuerdo con definir así la intervención de don Juan Carlos. Pero, me atengo a la acepción que de ese término ?exabrupto- ofrece la Real Academia: salida de tono, dicho o ademán inconveniente manifestado con viveza. Creo que cuadra a la situación vivida. En lo que acaso el lector pueda discrepar, al utilizar el vocablo, es en la conveniencia o inconveniencia de la airada interrupción del monarca. En general y en nuestro país, los medios de comunicación y el personal considera que el rey obró oportunamente y que hasta le echó dos pares. A parte de que el soberano no esté para echar dos pares de nada ?no figura entre sus cometidos-, aconsejaría a quienes jalean su actitud como una machada frente al tocapelotas de Chávez que, además de la prensa española, ojeen la americana (es fácil ahora, con internet) y comprobarán desde qué opuesta perspectiva de enfoca el lamentable asunto.

De cualquier forma, como aquí somos tan viscerales y nos gusta mucho un poner las gónadas sobre la mesa, gracias al conflictivo viaje de los reyes a Ceuta y Melilla y a esta insólita salida de don Juan Carlos, la monarquía, cuestionada hasta hace poco y en horas más bien bajas, recobra popularidad y apoyo ciudadano. Raritos que somos, oigan. Pero, sabiendo de esas rarezas, si el chou del paracaidista y el monarca hubiese sido planeado no podía haber salido mejor para los intereses de la Casa Real. En cuanto a la intervención de Zapatero, muy en su línea y muy elegante, defendiendo a su antecesor en el Gobierno de la nación, si bien empleando un argumento falaz: el hecho de que alguien sea elegido democráticamente no garantiza que el político electo no sea un fascista. O que tenga tentaciones totalitarias, como el propio Hugo Chávez. José María Aznar ha devuelto elegancia con elegancia y ha agradecido a ZP que se convirtiera en denodado adalid de su integridad democrática. No así Mariano Rajoy. Otro que tiende a equivocarse en las formas. Cuestión de estilo, pero cuando hasta la realeza lo pierde, ¿qué se puede esperar de un desquiciado líder de la oposición?

José H. Chela

El Rey de España mandó a callar a Hugo Chávez en un momento de la reciente Cumbre Iberoamericana, porque el mandatario Venezolano se había enzarzado en una discusión con Zapatero, después de llamar fascista, por enésima vez, a José María Aznar. La pelea dialéctica es lo de menos, me parece. Lo de más es el exabrupto real. Puede que alguien no esté de acuerdo con definir así la intervención de don Juan Carlos. Pero, me atengo a la acepción que de ese término ?exabrupto- ofrece la Real Academia: salida de tono, dicho o ademán inconveniente manifestado con viveza. Creo que cuadra a la situación vivida. En lo que acaso el lector pueda discrepar, al utilizar el vocablo, es en la conveniencia o inconveniencia de la airada interrupción del monarca. En general y en nuestro país, los medios de comunicación y el personal considera que el rey obró oportunamente y que hasta le echó dos pares. A parte de que el soberano no esté para echar dos pares de nada ?no figura entre sus cometidos-, aconsejaría a quienes jalean su actitud como una machada frente al tocapelotas de Chávez que, además de la prensa española, ojeen la americana (es fácil ahora, con internet) y comprobarán desde qué opuesta perspectiva de enfoca el lamentable asunto.

De cualquier forma, como aquí somos tan viscerales y nos gusta mucho un poner las gónadas sobre la mesa, gracias al conflictivo viaje de los reyes a Ceuta y Melilla y a esta insólita salida de don Juan Carlos, la monarquía, cuestionada hasta hace poco y en horas más bien bajas, recobra popularidad y apoyo ciudadano. Raritos que somos, oigan. Pero, sabiendo de esas rarezas, si el chou del paracaidista y el monarca hubiese sido planeado no podía haber salido mejor para los intereses de la Casa Real. En cuanto a la intervención de Zapatero, muy en su línea y muy elegante, defendiendo a su antecesor en el Gobierno de la nación, si bien empleando un argumento falaz: el hecho de que alguien sea elegido democráticamente no garantiza que el político electo no sea un fascista. O que tenga tentaciones totalitarias, como el propio Hugo Chávez. José María Aznar ha devuelto elegancia con elegancia y ha agradecido a ZP que se convirtiera en denodado adalid de su integridad democrática. No así Mariano Rajoy. Otro que tiende a equivocarse en las formas. Cuestión de estilo, pero cuando hasta la realeza lo pierde, ¿qué se puede esperar de un desquiciado líder de la oposición?