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El fascismo sionista

Sin embargo, la coincidencia de esta locura del integrismo religioso judío con los planes del imperialismo para controlar la región del mundo con mayores reservas de petróleo, ha permitido la monstruosidad de la existencia del Estado de Israel y la permanente agresión contra los pueblos de Palestina, Líbano, Siria, Jordania y Egipto, con el apoyo económico, militar y diplomático de los Estados Unidos y la complicidad interesada de las potencias europeas.

El Estado racista y colonialista de Israel sería totalmente inviable sin las subvenciones económicas masivas, directas e indirectas, que ha estado recibiendo durante los sesenta años de su existencia. Y hace mucho tiempo que esta aventura imperialista habría desaparecido si no fuera por el apoyo militar de los ejércitos y las industrias de la guerra tanto de los Estados Unidos como de la “democrática” Europa. Por eso la disminución de esas subvenciones, como consecuencia de la depresión económica que sufren sus principales valedores, agudiza aún más la ruina y la decadencia de la entidad sionista.

Tratando de evitar la anunciada y cercana desaparición de su engendro terrorista y fundamentalista israelí, que se encuentra ya en un estadio muy avanzado de su proceso de descomposición, desmoralizado y desacreditado tras las derrotas de sus últimas incursiones genocidas en Líbano y en la franja de Gaza, el imperialismo está empeñado en salvar su proyecto colonialista por medio de la maniobra política denominada Dos Estados para dos pueblos.

Pero este intento desesperado por conservar una posición militar estratégica en la región, está condenado al fracaso. Los imperialistas, que tan aficionados son a utilizar y manipular para sus propios fines el más primitivo y fanático integrismo religioso, acaban con frecuencia perdiendo el control, como les está pasando con los talibanes islámicos en Afganistán y en Pakistán, de los monstruos que ellos mismos crean.

Son los mismos sionistas, con sus declaradas y manifiestas intenciones de colonizar todo el territorio de Palestina y seguir practicando la limpieza étnica y la segregación racial, quienes hacen imposible la “solución” de dos Estados.

Porque los dirigentes políticos fascistas israelíes, que tienen el apoyo electoral de la mayoría de los colonizadores, pretenden no sólo mantener el “carácter judío”, es decir la condición racista y fundamentalista religiosa de su Estado, sino extenderlo a todo el territorio palestino, más el Golán sirio y aun sobre zonas libanesas ocupadas.

Creen que confinando a la población palestina en bantustanes aislados, totalmente sometidos y dependientes pero con apariencias democráticas de entidades “autónomas” sin derechos civiles ni políticos, y mantenidos por la fuerza de las armas y el terror policiaco como simples proveedores de mano de obra barata, podrán engañar al mundo y culminar sus planes.

Sin embargo todas esas aberraciones ya fueron probadas en la Sudáfrica del apartheid. Y la atroz inhumanidad de aquel régimen despertó la condena, el desprecio y la indignación de todos los pueblos del mundo, tal como hoy provoca el rechazo de toda la humanidad la existencia de la entidad racista y colonialista de Israel.

La prueba más evidente de la decadencia política y moral del sionismo, que ya anuncia su próxima desaparición, ha sido el apoyo electoral mayoritario a las opciones más agresivas y fascistas, cuyos planteamientos y programas políticos resisten perfectamente la comparación con el Mein Kampf hitleriano.

Y la alianza del “laborista” Barak con la extrema derecha del antiguo gorila de discoteca Lieberman reconvertido en terrorista nuclear, el agente de la CIA Netanyahu y los talibanes judíos del Shaas, da una imagen clara de la imparable fascistización de la comunidad de ladrones de tierras y colonizadores israelíes.

La República Sudafricana racista y segregacionista, a la que muchos creían eterna, desapareció del mapa carcomida por su propio carácter perverso e inhumano y demolida por la resistencia armada y la lucha heroica de los demócratas sudafricanos de todas las etnias, blancos y negros, mestizos e indios, con la inestimable ayuda de los combatientes namibios y angolanos, sin olvidar la decisiva participación de los internacionalistas cubanos.

De la misma manera, el Estado fascista y criminal de Israel está condenado a desaparecer del mapa arrastrado por su disparatada ideología de pueblo elegido y protegido por su Dios, hundido en el barrizal pestilente de su brutal comportamiento de ocupante colonialista. Y, en su lugar, surgirá un Estado laico y democrático, multicultural y multiétnico para todos los habitantes de Palestina, incluyendo a los que fueron expulsados de su patria por las armas sionistas.

Un solo Estado en todo el territorio, desde el Mediterráneo hasta el Jordán, donde puedan convivir, como ciudadanos libres e iguales, musulmanes, judíos y cristianos. Y este nuevo Estado democrático, tal como ocurrió con la nueva Sudáfrica, llegará pronto con los esfuerzos unidos de la resistencia armada palestina, las meritorias acciones de los judíos antisionistas, la activa participación de los combatientes libaneses y el apoyo de los Estados antiimperialistas como Siria o Irán que, con su ayuda económica, militar y diplomática y su actitud de firmeza frente al acoso del sionismo y del imperialismo, respaldan solidariamente la lucha titánica de los palestinos para recuperar sus tierras, su patria y su dignidad como pueblo.

* Pedro Brenes es militante del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)

Pedro Brenes

Sin embargo, la coincidencia de esta locura del integrismo religioso judío con los planes del imperialismo para controlar la región del mundo con mayores reservas de petróleo, ha permitido la monstruosidad de la existencia del Estado de Israel y la permanente agresión contra los pueblos de Palestina, Líbano, Siria, Jordania y Egipto, con el apoyo económico, militar y diplomático de los Estados Unidos y la complicidad interesada de las potencias europeas.

El Estado racista y colonialista de Israel sería totalmente inviable sin las subvenciones económicas masivas, directas e indirectas, que ha estado recibiendo durante los sesenta años de su existencia. Y hace mucho tiempo que esta aventura imperialista habría desaparecido si no fuera por el apoyo militar de los ejércitos y las industrias de la guerra tanto de los Estados Unidos como de la “democrática” Europa. Por eso la disminución de esas subvenciones, como consecuencia de la depresión económica que sufren sus principales valedores, agudiza aún más la ruina y la decadencia de la entidad sionista.