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La fiesta es nuestra y la hacen los pueblos

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El tema de la Traída del Agua en Lomo Magullo y su suspensión oficial por primera vez en 56 años es el tema de conversación en todos los hogares del barrio. Colegas de este oficio se preguntaban en un primer momento si esta suspensión deriva de las iniciativas que han tenido algunos municipios del Archipiélago de suspender aquellas fiestas que impliquen el uso del agua, por prepararnos para la emergencia hídrica provocada por un cambio climático global. Pero, tan triste como una sequía es un pueblo triste porque cuando la gente de un pueblo se duele, se activan heridas generacionales no resueltas que se pueden traducir en silencios de décadas, de dolor entre hermanos, de navidades llenas de sillas vacías. Por eso es tan delicado meterse a opinar de un pueblo, una irresponsabilidad tomar partido público y una canallada querer hacer uso político de cualquier tipo de desencuentro que se produzca en su convivencia. Porque los alcaldes, concejales, curas, maestros y médicos vienen y van, pero el pueblo sigue con las citadas heridas y su propia gestión de los acontecimientos.

Lomo Magullo siempre ha tenido una fortaleza inesperada para trascender a su propia historia: ese barrio que es justo un lomo entre dos barrancos y un valle, tiene su propia temperatura extrema en invierno y en verano que, sin idealizar el pasado ni el futuro, ha tenido gente emprendedora con ideas geniales.

Una Sociedad cuya televisión se compró juntando cajetillas de Malboro, un local social en el que todos los vecinos pusieron la primera piedra y ha sido punto de encuentro donde personas de todas las edades iban a bailar, a cocinar o, sobre todo, crear vecindad. En ese local ensayaba un grupo de teatro costumbrista, cuyas obras escribía el periodista Adolfo Santana, que no era de Lomo Magullo, pero se ganó un día el honor de ser vecino, y que dirigía la maestra Nieves Suárez. En ese grupo de teatro se hizo grande el humorista Maestro Florido y en el escenario donde se estrenó Tabercorade, que así se hicieron llamar, también se envalentonó la banda de pop rock Charcojondo. Pero volvamos a la fiesta.

Una fiesta sin pregón

La noticia de que no habrá Traída del Agua oficial trasciende a los medios hace unas semanas, cuando se cuenta en los diferentes periódicos y televisiones que existe un desencuentro entre el Patronato de Fiestas, que tiene registrada la marca de La Traída del Agua, y los vecinos que se encontraron de bruces con el rumor de que podía no haber fiestas. De bruces, pero no por sorpresa, porque la prensa canaria ya publicaba en enero del presente una advertencia de Salvador Santana, ex presidente del Patronato, que mostraba su impotencia y cansancio al diario Canarias7 porque “nadie quería coger el relevo”. Santana es una persona trabajadora y generosa, durante su patronazgo, Lomo Magullo tuvo fiestas donde tocó en una verbena de la plaza Pepe Benavente, y su intuición puso de acuerdo de manera implícita a la gente en las fiestas del pueblo y dio encuentros de alegría, que para eso son las fiestas, si me lo permiten.

Quizá porque nadie se tomó en serio aquella advertencia, es que nos dio julio sin programa, sin pregonero, sin los permisos para la Traída del Agua, sin saludo del párroco y es en ese momento cuando aparece en escena el Ayuntamiento de Telde, quizá ante las llamadas de los medios de comunicación que estaban haciendo el cuadrante del verano, quizá por preocupación propia, seguramente por todo a la vez, y entonces el concejal de cultura que, casualmente es oriundo de Lomo Magullo, Juan Martel, se ofrece a mediar y se elabora un programa de fiestas modesto en el que colaboran tanto el Ayuntamiento como la Asociación de Vecinos. No el patronato. Pero, en este punto de la historia, sigue habiendo dos posturas fundamentadas en sus propios motivos de por qué debe o no debe hacerse la Traída del Agua, que, recordemos, la marca de esa fiesta la tiene registrada el patronato.

El programa blinda los actos religiosos en honor a la virgen de Las Nieves, las actividades infantiles, y cuenta con la generosidad de los artistas mencionados, que, sabedores de que el pueblo pasa un momento delicado, ofrecen su talento y olvidan el caché para subirse una vez más y como la primera, al escenario de la plaza: Maestro Florido y Charcojondo.

El segundo domingo de los 56 agostos

Así las cosas, los habitantes del pueblo hablan entre sí, la gente se visita por las noches en las casas, se escribe por whatsapp, la Asociación de Vecinos abre su propio Instagram. Las mujeres de la iglesia colocaron los banderines mucho antes de la alarma de la prensa, mucho antes que los discursos; “la virgen tendrá sus fiestas”. Plantean que, bueno, que la calle es gratis, que un poco de agua, que el día 11 hará calor. Plantean que no conciben que no se pueda celebrar la Traída ya que hay toda una generación que no tiene recuerdos donde no se celebre esta fiesta, salvo el año de la pandemia. Pero, sobre todo, se han dado cuenta de que siguen vivos, de que pueden ser comunidad, que nadie tiene derecho a venir de fuera a enfrentar a familias y crear esa heridas generacionales. No conciben que la Banda de Agaete haya tachado de su agenda la cita con Lomo Magullo después de medio siglo. No conciben no parar a hacer la agachadita delante de la casa del periodista, en ese momento del recorrido en que la banda aminora marcha y volumen para después saltar por todo lo alto.

A todo el que quiera escribir sobre esto le propongo humildemente que no añada con una información de un minuto más ruido del que el propio pueblo está gestionando. A todo el que quiera bailar el agua recuerden que hace falta apoyar a quienes arriman el hombro. A todos los que quieran parasitar los movimientos vecinales y asociativos, mejor que este año no vengan a la fiesta.

Y en general, un recordatorio de que sin pueblo no hay fiestas y, en este momento, el pueblo manda.

El tema de la Traída del Agua en Lomo Magullo y su suspensión oficial por primera vez en 56 años es el tema de conversación en todos los hogares del barrio. Colegas de este oficio se preguntaban en un primer momento si esta suspensión deriva de las iniciativas que han tenido algunos municipios del Archipiélago de suspender aquellas fiestas que impliquen el uso del agua, por prepararnos para la emergencia hídrica provocada por un cambio climático global. Pero, tan triste como una sequía es un pueblo triste porque cuando la gente de un pueblo se duele, se activan heridas generacionales no resueltas que se pueden traducir en silencios de décadas, de dolor entre hermanos, de navidades llenas de sillas vacías. Por eso es tan delicado meterse a opinar de un pueblo, una irresponsabilidad tomar partido público y una canallada querer hacer uso político de cualquier tipo de desencuentro que se produzca en su convivencia. Porque los alcaldes, concejales, curas, maestros y médicos vienen y van, pero el pueblo sigue con las citadas heridas y su propia gestión de los acontecimientos.

Lomo Magullo siempre ha tenido una fortaleza inesperada para trascender a su propia historia: ese barrio que es justo un lomo entre dos barrancos y un valle, tiene su propia temperatura extrema en invierno y en verano que, sin idealizar el pasado ni el futuro, ha tenido gente emprendedora con ideas geniales.