Espacio de opinión de Canarias Ahora
La función social de la educación
En algunos apuntes periodísticos se ha puesto a los maestros y profesores de educación infantil, primaria y secundaria a caer de un burro, achacándoles la responsabilidad de la situación por la que atraviesa la escuela pública actualmente; en otros medios,hasta los tertulianos, más progres, le echan la culpa de la “degeneración social” del sistema educativo a la irrupción de la escuela activa?y se quedan como Reyes, porque todo el mundo está capacitado en este país de sabios para hablar de educación, como se habla de fútbol o de lo último del papel cuché. No ocurre lo mismo con otras áreas del conocimiento como el derecho, la medicina, la ingeniería o la arquitectura que hay que estudiarlas, al contrario de las ciencias de la educación, que surgen por generación espontánea y se transmiten genéticamente. Es humanamente lícito pensarlo, todos creemos que sabemos educar a nuestros hijos, no nos hace falta ningún tipo de conocimiento pedagógico en el ámbito familiar, porque quizás pocos son concientes de que la cultura se hereda y los estilos educativos parentales que no son neutrales, se transmiten en la estructura familiar por muchas generaciones y éstos a su vez trascienden a la vida social, donde los errores se pagan en la convivencia cotidiana.
El ejemplo es bastante patente un día sí y otro también; todos los padres no educan igual, porque no tienen la misma educación ética y moral ni la misma formación académica, y que no tiene ya que ver sólo con el estatus socioeconómico, sino con la capacidad de resistencia que se tenga hacia el bombardeo de los nuevos valores del neocapitalismo, en el que prima la concepción individualista ante el interés general.
Por otro lado la concepción de que la escuela está exclusivamente para instruir y no para educar me da escalofríos, no es más que paternocentrismo educativo comparable a la expresión “la maté porque era mía”?y porque es mío, lo educo como me da la gana, como me educaron a mí o simplemente, paso de educarlo. Entramos en la cuestión de la educabilidad y la educatividad es decir de las condiciones personales para el aprendizaje y de los contextos donde se educa, que no siempre son los más óptimos,y que nos invita a reflexionar sobre el modelo socioeconómico imperante y la responsabilidad del estado de derecho en evitar los desajustes educativos que mermen la convivencia democrática. La familia es un agente socializador en un contexto determinado y la escuela también, por lo que ambas deben relacionarse, buscar puntos de encuentro y no de confrontación, muchas veces provocada por las mismas instancias que deben velar por ello.
Ahora viene lo fácil, echar la culpa al maestro a través del tópico demagógico de la responsabilidad social, después de haberle quitado la autoridad en el aula, de desprestigiarlo socialmente , mientras me subo el sueldo escandalosamente y le niego el derecho constitucional de la no discriminación , incumpliendo la legalidad sobre el tema homologativo,pactando con sindicatos no representativos en el sector y que fueron deslegitimados en un referéndum y desviando recursos de la escuela pública hacia la concertada, que en muchos casos peca de clasista pero con dinero público,digan lo que digan las circulares y decretos de la consejería de educación.
Pero no nos equivoquemos, los padres al igual que los alumnos no deben ser objetos pasivos del acto educativo sino sujetos activos del mismo, si no ¿cómo educar a los hijos en normas y valores,cuando hay padres que carecen de ellos?.¿Por qué existen las escuelas de padres? ¿Por qué se imparten en el currículo de ciencias de la educación materias como psicología evolutiva en la infancia y la adolescencia, contextos familiares de riesgo, familia y desarrollo, ética de la educación etc; pues porque están pensadas entre otras razones para ayudar a las familias a educar a sus hijos.
Yo propondría una cosa, y así acabamos con la guerra de culpas,que desaparezcan las escuelas y que cada cual eduque a sus hijos como mejor les plazca, más o menos como propone el movimiento antiescuela que empezó en los sesenta como una reacción libertaria antisistema y ahora,cargado de tintes reaccionarios ya está siendo bandera de peligrosos grupos neonazis y fundamentalistas religiosos, como los creacionistas estadounidenses que han logrado imponer en escuelas de algunos estados tesis antievolutivas, ¡vamos que provenimos del soplo divino(blanco por supuesto) y de alguna costilla !,eso sí, con argumentos científicos por medio. Esto es un ejemplo de lo que puede pasar cuando la educación pasa a manos de intereses religiosos o políticos como ocurrió en este país no hace mucho.
Así las cosas, debemos tener cuidado con denostar al maestro y a la escuela pública, porque la educación es un arma de doble filo, que más nos vale templarla entre todos y saberla utilizar, no sea que un día nos cortemos con ella , cosa que por cierto ya está ocurriendo,y luego no encontremos al que pone las tiritas.
Kiko GarcÃa
En algunos apuntes periodísticos se ha puesto a los maestros y profesores de educación infantil, primaria y secundaria a caer de un burro, achacándoles la responsabilidad de la situación por la que atraviesa la escuela pública actualmente; en otros medios,hasta los tertulianos, más progres, le echan la culpa de la “degeneración social” del sistema educativo a la irrupción de la escuela activa?y se quedan como Reyes, porque todo el mundo está capacitado en este país de sabios para hablar de educación, como se habla de fútbol o de lo último del papel cuché. No ocurre lo mismo con otras áreas del conocimiento como el derecho, la medicina, la ingeniería o la arquitectura que hay que estudiarlas, al contrario de las ciencias de la educación, que surgen por generación espontánea y se transmiten genéticamente. Es humanamente lícito pensarlo, todos creemos que sabemos educar a nuestros hijos, no nos hace falta ningún tipo de conocimiento pedagógico en el ámbito familiar, porque quizás pocos son concientes de que la cultura se hereda y los estilos educativos parentales que no son neutrales, se transmiten en la estructura familiar por muchas generaciones y éstos a su vez trascienden a la vida social, donde los errores se pagan en la convivencia cotidiana.
El ejemplo es bastante patente un día sí y otro también; todos los padres no educan igual, porque no tienen la misma educación ética y moral ni la misma formación académica, y que no tiene ya que ver sólo con el estatus socioeconómico, sino con la capacidad de resistencia que se tenga hacia el bombardeo de los nuevos valores del neocapitalismo, en el que prima la concepción individualista ante el interés general.