Espacio de opinión de Canarias Ahora
Galdós, artista
A la par con su literatura, sobresalía con mérito talentoso D. Benito, como un excelso artista plástico, lo cual ha quedado fehaciente en tantos dibujos de su innata concepción de maestro. Genéticamente nació también ungido y arrobado para esta disciplina artística. Dual ingenio, que en muy pocas veces, se registra en inteligencias tan sublimes, y en muy pocas fueron dotadas, en tener esta capacidad para las otras artes; como sí, en Víctor Hugo, Rafael Alberti, coincidentes en literatura y dibujo.
Paralelamente, y convergente con las artes plásticas, fue dibujante, pintor y crítico de arte. Su disposición para la plástica era de tanto valor creativo, talento y destreza manual que, de haberse propuesto su continuada practica, habría destacado como un encumbrado artista en pintura o escultura; y hubiese obtenido tantos éxitos como en la literatura. Pero se inclinó, con toda lealtad, por su pasional vocación de expresarse y crear a través de la entintada pluma escritural. El aguijón de la cicuta literaria quedó inoculado en sus venas de sangre jacobina y humanidad extrema. Y claudicó, espiritual y gozosamente, ante la letra. Sus dibujos fueron de reservada e íntima inclinación, en sus momentos de abstracción literaria, que solo los ejerció por puro deleite emocional durante toda su larga existencia.
El precoz infante para la plástica, lo dejó patente cuando cogió la tijera de su mamá Dolores (ante el susto de todos), en sus manos y unos papeles, y jugando con ella, dio formas plásticas a cada elucubración infantil, que sus ideas y manos fueran lúdicamente pariendo monifatos. Tal así, que en uno de sus personajes recortados, sacó tal parecido, que era la silueta del roncote Pepe Chirino (novio de la doncella en el hogar materno de la calle Cano). Su autodidacto aprendizaje se debió a los consejos paternales y a la copia de láminas del pintor francés Julien, en cánones académicos.
Siendo joven presentó en la Exposición Provincial del Gabinete Literario, dos dibujos y un óleo, en 1852, donde obtuvo una mención honorífica; en la Exposición Provincial de Santa Cruz de Tenerife, en 1862: tres óleos. Realizó para los Episodios Nacionales los dibujos ilustrativos de las primeras ediciones.
Afincado ya en Madrid, se divertía realizando una pléyade de dibujos caricaturizados, a la par, que noble crítica, con la ejecución de una serie de albúmenes: Las Canarias; El Zoológico; El Teatro Nuevo; Arquitecturas. En muy pequeños formatos y diminutos dibujos, socarronamente se mofaba de las andanzas y avatares de sus amigos canarios en la capital española, como con su buen amigo Fernando León y Castillo; o de los aconteceres sociales de la ciudad grancanaria, como la construcción a orillas del mar del teatro nuevo (que luego llevaría su ilustre nombre); cuando no, eran un auténtico ejercicio contemplativo de goce interno, de carácter figurativo.
La observación analítica de los dibujos galdosianos: es descubrir la virtuosidad que tuvo este autoformado en la plástica, para concebir las figuras que plasmaba de rango magistral. Los dibujos eran asimilados primeramente en su mente y era ésta la que concebía y dibujaba en su nebulosa neuronal; su mano y su pluma solo eran los instrumentos que los vertían al papel. Muchos de los dibujos no los encajaba previamente a lápiz, que sería lo habitual, eran trazados directamente sobre el papel y a tinta con su pluma de escribir, sin correcciones posibles. Este don de genio denota la maestría de talento y oficio, y el seguridad mental, que D. Benito tuvo para representar las imágenes en sus trazos dibujados. Por lo que era su mente la que dibujada. Obtuvo el oficio y dominio de los grandes genios de toda la historia del arte en el encaje dibujístico. Tantas de sus obras dibujadas las podía haber firmado Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel, Rembrandt, Velázquez, Goya o Picasso: como Boceto histórico; Caballo árabe; etc. que dibujó con 17 años.
En su facundia, diseñó la arquitectura de su casa de San Quintín en la ciudad norteña de Santander, y su mobiliario. A su gran amigo y literato Pereda, admirador de sus dibujos, con los cuales quedó absorto por las cualidades de Galdós, le diseñó el sepulcro de su tumba. Dibujó las escenas de sus obras teatrales para ser representadas en vivo, en las que dejó plasmada su técnica de la perspectiva cónica.
D. Benito no se desvinculó, a lo largo de su vida, del arte ni de los artistas, por los que sentía veneración, y de tantos era amigo. Tal así, que sus novelas están plagadas de personajes artistas, o figuras relacionadas con las artes; y siendo habitual de los museos y muestras de arte. Y sus críticas artísticas sobre obras expuestas fueron de acertado análisis y regocijada lectura, en su fabulada y creativa escritura. Fue uno de los artistas más retratados en todos las disciplinas de arte y monumentos escultóricos.
Teo Mesa
A la par con su literatura, sobresalía con mérito talentoso D. Benito, como un excelso artista plástico, lo cual ha quedado fehaciente en tantos dibujos de su innata concepción de maestro. Genéticamente nació también ungido y arrobado para esta disciplina artística. Dual ingenio, que en muy pocas veces, se registra en inteligencias tan sublimes, y en muy pocas fueron dotadas, en tener esta capacidad para las otras artes; como sí, en Víctor Hugo, Rafael Alberti, coincidentes en literatura y dibujo.
Paralelamente, y convergente con las artes plásticas, fue dibujante, pintor y crítico de arte. Su disposición para la plástica era de tanto valor creativo, talento y destreza manual que, de haberse propuesto su continuada practica, habría destacado como un encumbrado artista en pintura o escultura; y hubiese obtenido tantos éxitos como en la literatura. Pero se inclinó, con toda lealtad, por su pasional vocación de expresarse y crear a través de la entintada pluma escritural. El aguijón de la cicuta literaria quedó inoculado en sus venas de sangre jacobina y humanidad extrema. Y claudicó, espiritual y gozosamente, ante la letra. Sus dibujos fueron de reservada e íntima inclinación, en sus momentos de abstracción literaria, que solo los ejerció por puro deleite emocional durante toda su larga existencia.